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Columna
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Los errores se pagan

El retorno de la mayoría absoluta del PP resulta temible, dada la experiencia en términos de corrupción y abuso policial partidista. Pero no hay mal que por bien no venga si con ello superamos la política negativa de criminalización del adversario

El líder del Partido Popular, Alberto Núnez Feijóo, y el presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno.
El líder del Partido Popular, Alberto Núnez Feijóo, y el presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno.Efe
Enrique Gil Calvo

Frankenstein acaba de morir, aunque sea un muerto todavía viviente. Cuatro años después del voto de censura a Mariano Rajoy, que alumbró la mayoría de investidura a Pedro Sánchez, los andaluces han propinado este domingo un formidable voto de castigo a su flamante coalición “de progreso” con los radicales de izquierda, cuyos integrantes han sufrido al alimón una severa derrota humillante. Tras la victoria por mayoría absoluta del presidente andaluz, que deja sin objeto al radicalismo ultra de Vox, el Gobierno central se queda sin discurso, sin marco interpretativo, sin agenda política y sin estrategia electoral, hasta ahora basada en agitar el espantajo del miedo a Vox. Ahora ya nada será igual.

El 19-J andaluz ha supuesto un auténtico cambio de ciclo electoral, lo que no sucedió en Madrid el 4-M del año pasado ni el 13-F en Castilla y León, pues en esas ocasiones el PP quedó rehén de Vox, que le siguió marcando encuadres, marcos, agenda y estrategia. Pero ahora no es así, pues Vox ha quedado tocado tras iniciar su declive electoral, con lo que el PP recupera su carácter contenedor de todo el centro y la derecha, mientras la izquierda dividida queda recluida en su rincón marginal. ¿A qué se debe este cambio de ciclo? ¿Es producto de un supuesto efecto Feijóo o de un derivado efecto Juanma? No lo parece. Juan Manuel Moreno Bonilla se ha limitado a gestionar sin ruido ni furia, lo que no es poco. Y Alberto Núñez Feijóo hasta ahora no ha hecho nada más que cometer errores de bulto (como confundirse palmariamente con la prima de riesgo, con los fijos discontinuos o con la violencia vicaria). Ni siquiera ha desbloqueado el Poder Judicial, pese a sus promesas de sensatez y moderación.

No, el cambio de ciclo se debe al evidente voto de castigo contra los graves errores del Gobierno de coalición. Sencillamente, los andaluces, y tras ellos probablemente los españoles, se han cansado de soportar tanto la debilidad y los fracasos de Sánchez como las delirantes guerras culturales de Podemos. ¿Hace falta entrar en detalles? Debilidad ante ERC, ante Podemos, ante Marruecos. Fracasos como el diálogo catalán, la atención primaria, la vivienda en alquiler, el caso Pegasus, Argelia… Y guerras culturales tan estériles como la anticientífica autodeterminación del sexo, la antiliberal abolición de la prostitución libre (mientras prosigue encubierta la esclavitud sexual), los bizantinos debates sobre la pureza ideológica de las sectas izquierdistas…

Es verdad que el retorno de la mayoría absoluta del PP resulta temible, dada la experiencia previa en términos de corrupción y abuso policial partidista (como la policía patriótica y el caso Kitchen). Pero no hay mal que por bien no venga, si con ello superamos por fin la política negativa de criminalización del adversario. Ya cayeron los tres tenores Albert Rivera, Pablo Iglesias y Pablo Casado que satanizaban al bipartidismo, al régimen del 78 y al sanchismo (aunque todavía siga Santiago Abascal). Y ahora inicia su declive el cuarto tenor Sánchez, campeón nihilista del “no es no”. Bienvenida sea esta desradicalización del electorado.

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