Wim Wenders, cineasta: “No sé cómo lo hace Woody Allen. Si yo no fuera un optimista eterno, nunca me habría dedicado a hacer películas”
El director de obras de culto como ‘Paris, Texas’ recibe el Premio de Honor del BCN Film Fest 2023
Cuando Wim Wenders conversa, con ciertos intervalos de silencio sugestivo, suele venir a sus labios la palabra “corazón”. En ocasiones significa intuición; en otras, alude al dolor. En días como hoy se puede traducir por pasión. Es lo que sugiere, la mañana de este viernes, durante la rueda de prensa que ha brindado en los Cines Verdi con motivo de su presencia en el BCN Film Fest, que estos días celebra su 7ª edición en la capital catalana (concretamente, del 20 al 28 de abril), coincidiendo un año más con el aire jovial de la Diada de Sant Jordi. De pronto, preguntado por los periodistas, Wenders desvela la idea que le ha estado rondando por la mente estos días, caminando por la ciudad…
“He estado trabajando en lo que será mi proyecto durante los próximos años”, desliza el alemán, de 78 años, nacido en el crepúsculo de la Segunda Guerra Mundial: “La idea de la paz”. La cuestión viene a propósito de lo que Wenders considera los males endémicos que corroen nuestra sociedad actual: la falta de un concepto homogéneo de verdad, así como el declive progresivo de la noción de bien común. “Esto ha desaparecido rapidamente, y para las nuevas generaciones ya no tiene ninguna importancia”, ha agregado, antes de sortear cualquier tentación de nostalgia, afirmando que los buenos tiempos “no volverán”. De aquí que sea necesario preguntarse qué podemos hacer en esta situación, reflexiona. De aquí que su nueva búsqueda tenga que ver con la paz: “Sin ella no hay verdad ni bien común”.
Por lo pronto, y antes de retomar la exploración, dos de sus películas competirán nuevamente en las próximas semanas en el prestigioso Festival de Cannes, el mismo que consolidó su cine de autor al premiar con la Palma de Oro, hace casi cuarenta años, la que quizás sea su película más recordada: Paris, Texas (1984). Precisamente, el cartel del BCN Film Fest le hace un homenaje a la obra al llevar una imagen icónica de Nastassja Kinski como cartel de esta edición, que también ha galardonado al director con el Premio de Honor. Los largos que llevará a Cannes, ha explicado, son Anselm, un documental 3D sobre el pintor alemán Anselm Kiefer; y Perfect days. No se sabe más, y así será hasta su estreno: “Estoy muy feliz de que nadie sepa nada de ellas”, bromea el también productor.
“¿Le gusta volver a competir?”, le ha preguntado posteriormente Conxita Casanovas, la directora del festival barcelonés, que lo ha acompañado durante su intervención. “No me da miedo. Bueno, un poco sí”, ha sonreído, para luego matizar: “Lo único que me preocupa es que se proyecten bien. Serán dos películas muy diferentes a las que he hecho hasta ahora”, avanza Wenders, que sin embargo se ha mantenido próximo a la sensibilidad literaria en la textura de sus guiones. “Siempre que necesitaba ayuda para los diálogos pensaba en escritores, no en guionistas”, expone. Este es uno de los motivos de su cercanía al multifacético Peter Handke, Premio Nobel de Literatura 2019, con el que ha colaborado hasta en cinco ocasiones. Y este vínculo entre literatura y cine es también lo que ha destacado el BCN Film Fest, que centra su programación –con 70 títulos y 21 estrenos mundiales este año– en la relación entre el cine, la historia y la literatura.
La gramática del corazón de Wenders se ha revelado luminosa esta mañana de viernes. No por evocar la inspiración sentimental de muchas de sus películas (que también), ni por el montaje melancólico que acompaña –por ejemplo– la fotografía de otros grandes compañeros de camino, como la del artesano del color y la soledad que fue el director de imagen Robby Müller, en películas como la ya mencionada París, Texas, Alicia en las ciudades o La letra escarlata. Ha sido luminosa por aferrarse a los dictados de lo íntimo (“desde el fondo de tu corazón debes pensar que puedes hacer algo que nadie más puede hacer”, dejó caer en un momento, pensando en futuros cineastas); y también al guiarse por un ideal entusiasta del porvenir: “Si no fuera un optimista eterno nunca me hubiera dedicado a hacer películas”, empezó. Y luego cayó la broma: “No sé cómo lo hace Woody Allen”.
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