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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Discretos desobedientes

La CUP y Junts se han integrado sin problemas en la Comisión de Secretos Oficiales, la más delicada del Congreso de los Diputados, y su comportamiento ha sido tan constitucional como el de los otros diputados

El portavoz parlamentario de ERC, Gabriel Rufián, entrega su voto para los integrantes de la Comisión de Secretos Oficiales a la presidenta del Congreso, Meritxell Batet.
El portavoz parlamentario de ERC, Gabriel Rufián, entrega su voto para los integrantes de la Comisión de Secretos Oficiales a la presidenta del Congreso, Meritxell Batet.MARISCAL (EFE)
Lluís Bassets

Los representantes independentistas en la Comisión de Secretos Oficiales salieron más preocupados de lo que entraron en la reunión con la todavía directora del Centro Nacional de Inteligencia, Paz Esteban, que les proporcionó la documentación y las explicaciones sobre las escuchas telefónicas autorizadas por el Tribunal Supremo a 18 dirigentes catalanes. Así lo explicaron Javier Casqueiro y Xosé Hermida en una crónica de este periódico el 21 de mayo en la que se revelaba que el juez autorizó la escucha de Puigdemont “por atentar y poner los bienes más preciados del Estado español, la integridad territorial, la supremacía de la Constitución y el imperio de la ley en juego”.

Es admirable la discreción de la que han hecho gala los miembros de la Comisión, probablemente mayor que la de anteriores reuniones de este organismo sellado por la obligación de secreto, bajo amenaza de una pena de prisión de entre uno y cuatro años, según el artículo 598 del Código Penal. Ni siquiera el locuaz Gabriel Rufián se ha significado, aunque su larga y proverbial amistad con Ciudadanos le ha procurado una denuncia ante la fiscalía.

A las tres formaciones de la derecha, escandalizadas por la entrada de los independentistas en este organismo, les ha pasado por alto el auténtico significado de la reunión. Como todos sabemos, los tres diputados catalanes, Gabriel Rufián, por Esquerra, Miriam Nogueras por JuntsxCat y Albert Botrán por la CUP, pertenecen a formaciones que se han caracterizado por su desobediencia a la Constitución, la legalidad y las instituciones del Estado, actitud que culminó en la proclamación de la independencia el 27 de octubre de 2017.

Rufián no está exactamente por la labor de tornar-ho a fer, pero no es el caso de Nogueras y Botrán, que pertenecen a formaciones disconformes con el desenlace del conflicto diseñado por Esquerra y siguen empeñados, al menos sobre el papel, en favorecer la inestabilidad. Si querían mantener sus estrategias rupturistas y unilateralistas, ahora han perdido una ocasión de oro para desobedecer a lo grande y hacerse procesar y quizás encarcelar, por primera vez desde 2017, después de las desobediencias de tono menor e incluso irrelevantes efectuadas hasta ahora.

Aunque no hay mesa de diálogo, Aragonès no va a las cumbres de presidentes, al rey no se le recibe bien en Cataluña… resulta que la CUP y Junts se han integrado sin problemas en la comisión más delicada del Congreso de los Diputados y su comportamiento ha sido tan constitucional y discreto como el de los otros diputados. No es fácil entender qué es un Estado. Hay quien quiere tener uno pero no sabe qué es exactamente. Las comisiones de secretos oficiales pueden ser una buena escuela donde recibir esta docencia, de forma que tal vez en el futuro quepa esperar una actitud más responsable y preocupada. A rastras, vamos avanzando.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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