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El coronavirus da la puntilla a una panadería centenaria

El Forn Berenguer de Barcelona cierra tras cuatro generaciones haciendo pan

Natàlia Berenguer, en el obrador de la panadería familiar centenaria que ha cerrado durante la crisis del coronavirus.
Natàlia Berenguer, en el obrador de la panadería familiar centenaria que ha cerrado durante la crisis del coronavirus.MASSIMILIANO MINOCRI (EL PAÍS)
Clara Blanchar

Se han ido sin hacer ruido. Con un cartel en la puerta del número 80 de la calle de Pau Claris de Barcelona, que explica el porqué: “El Forn de Pa Berenguer, fundado en 1879 y con cuatro generaciones a su espalda, se ve obligado a cerrar. La crisis, la disminución de ventas y numerosos pagos que nos afectan se han llevado por delante nuestro pequeño negocio. Hemos ido resistiendo, pero la cosa ya no da para más”. La crisis del coronavirus ha sido la puntilla para una panadería familiar en la que trabajaban hasta el pasado jueves los tres hermanos de la cuarta generación.

“En los últimos años vivíamos de los desayunos y comidas de las oficinas y del departamento de Justicia, de las meriendas de los Jesuitas [la escuela de la calle de Casp] y del turismo. Y llevamos dos meses sin nada de esto. No hay nadie en la calle, ni en agosto había visto algo igual”, explica Natàlia. Reconoce que los tres hermanos llevaban tiempo preguntándose cuánto podrían aguantar, y que la covid-19 ha sido la estocada. El padre, que antes de la cuarentena todavía bajaba por las tardes a la tienda, “lo ha entendido”. “Es lo que peor hemos llevado, tiene 89 años y se ha dejado la vida aquí. Es de esa generación que fusionó su oficio y su vida, se marchaba de casa a las 11 de la noche y volvía a la una de la tarde del día siguiente”. Los Berenguer bajaron la persiana para siempre el pasado jueves 30.

Pero este es el último capítulo. Los anteriores son los que recuerdos que Natàlia evoca durante una hora y que construyen un relato sobre la desaparición de un barrio en un extremo del Eixample engullido por la Barcelona turística y de servicios. Donde los vecinos de siempre se han ido muriendo o marchando y los edificios se han llenado de pisos turísticos y oficinas. Y las tiendas de proximidad han cerrado para siempre, o han sido sustituidas por cadenas o colmados 24 horas, que también despachan pan. “Quedábamos nosotros y ahora quedará la farmacia de la esquina”, repasa Natàlia en un obrador vacío que huele a pan caliente. El quiosco y papelería, donde también tenían una sección bien surtida de chucherías, también ha cerrado durante la cuarentena. Sus dueños se han jubilado sin relevo.

Natàlia tiene 48 años y es la mediana de los tres hermanos. El mayor era quien hacía el pan de noche y la pequeña le relevaba de madrugada y preparaba toda clase de bocadillos, pastas y también tarteras con ensaladas para llevar. Mientras entran y salen transportistas que se llevan maquinaria que han podido vender, la mediana recuerda “la vidilla” que había dado a la panadería comercios como el Ribes i Casals, la enorme tienda de telas, que había enfrente: “Cada día entraban clientas que se llevaban pan o picaban algo. Las conocíamos por la bolsa con el logotipo”. No solo el Ribes, todo el edificio está vacío.

En dos calles, entre Urquinaona y Gran Via hay otros dos inmuebles enteros cerrados. “Antes la clientela eran vecinos, pero el barrio se ha ido vaciando, ha desaparecido, al morir la gente mayor que pagaba rentas antiguas han puesto oficinas o pisos turísticos, solo nos quedan dos clientas de más de 90 años, que viven en Urquinaona y la Ronda, estos días no salen de casa y vienen sus hijos”, lamenta Natàlia.

En el obrador queda poca cosa. Las mesas más grandes se las han llevado los transportistas. Queda la máquina de amasar, una balanza antigua, los armarios de cajones de fermentar, y los de las bandejas de barras y pastas. Lo de más valor, ya se lo llevaron Natàlia y sus hermanos: la pala grande de meter y sacar el pan del horno, las pesas y las palas de harina, el rodillo grande… Quedará el horno, con su puerta metálica y el volante para hacerlo girar, y los azulejos con el nombre del fabricante: Juan Ferre Matheu S. A., Barcelona.

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Natàlia volverá en tren a casa, como cada día. Ella también se marchó de Barcelona y vive en el Maresme, “tranquila”. El cierre afectará también a Mari, la afable dependienta que llegó a la panadería hace casi 20 años y que los últimos días se esforzaba para no llorar ante los clientes. “Nos vamos con un nudo en la garganta, pero orgullosos de una vida compartida con vosotros y vosotras. Una vida de esfuerzo, de sudor, de madrugones, de sonrisas y de muchísimos momentos dulces. Gracias y hasta siempre”. Así termina la carta de despedida de los Berenguer a sus clientes.

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Sobre la firma

Clara Blanchar
Centrada en la información sobre Barcelona, la política municipal, la ciudad y sus conflictos son su materia prima. Especializada en temas de urbanismo, movilidad, movimientos sociales y vivienda, ha trabajado en las secciones de economía, política y deportes. Es licenciada por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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