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Lluvia mafiosa de balas en la Costa del Sol

La mayor presencia de armas y el traslado al litoral malagueño de las guerras entre bandas en países como Suecia o Países Bajos están tras el repunte de tiroteos en la ciudad

La Policía Nacional realiza un registro en Marbella, en mayo de 2024.
La Policía Nacional realiza un registro en Marbella, en mayo de 2024.PACO PUENTES
Nacho Sánchez

El pasado 7 de diciembre un hombre de 30 años murió al recibir varios disparos en la cabeza. El incidente ocurrió en plena calle, de madrugada, en Fuengirola (Málaga, 83.226 habitantes). A primera hora de la mañana siguiente, cuando los fotógrafos se acercaron a cubrir la noticia, aún había restos de sangre en el pavimento. El asesinato supuso el fin a un periodo de varios meses de calma tensa en la zona desde que en abril el Ministerio del Interior impulsara el llamado Plan Marbella. Era la respuesta a ocho incidentes con armas de fuego registrados en apenas unas semanas a principios de año, un operativo que fue extendiéndose como una mancha de aceite por Estepona, Fuengirola, Torremolinos y Benalmádena, que forman un mismo ecosistema tanto turístico como criminal. La omnipresencia policial en la zona calmó los ánimos de los narcotraficantes durante el verano. Hasta que los tiroteos volvieron por Navidad. Cuatro en el último mes. Todos están esclarecidos ya, pero ¿qué ha pasado para que vuelvan las balas?

La respuesta no es fácil. Ni cómoda. Fuentes policiales declaran que estos últimos casos no tienen relación entre sí —aunque sí comparten ciertos vínculos— y que implican a organizaciones criminales y bandas moteras de distintas nacionalidades, siempre con el trasfondo del tráfico de drogas. Esta es una actividad ya tan enraizada en Marbella y sus alrededores y mueve tanto dinero que hoy por hoy eliminarla parece una quimera. Controlarla y evitar los disparos con fusiles automáticos en plena calle, sin embargo, parece un objetivo más realista. Para muestra, el botón de lo conseguido durante los primeros meses de implantación del que se rebautizó como Plan Costa del Sol para no afectar a la imagen internacional marbellí. Fuentes del sector turístico aseguran que cuando los medios de comunicación hablan mucho sobre crimen organizado “hay algunas cancelaciones” en hoteles y apartamentos turísticos. Es lo que también denunció en primavera la alcaldesa, Ángeles Muñoz (PP).

El operativo policial trajo consigo un importante incremento de agentes uniformados en las calles, sobre todo en Marbella. El traslado temporal de personal desde otras provincias permitió duplicar equipos. La presencia de las Unidades de Intervención Policial (UIP) fue constante. Había controles a diario en zonas calientes, como el distrito de Nueva Andalucía y su principal atractivo, Puerto Banús. Una molestia constante para los malos. Los tiros cesaron. Y, con tanta presencia de patrullas, también han caído a mínimos históricos actividades delictivas como el robo en domicilios, según subrayan fuentes policiales. “Era una operación de choque necesaria. Ha servido para que el ciudadano tenga mayor sensación de seguridad, pero también para que los delincuentes [en general] se lo piensen y entiendan que aquí no lo tienen fácil”, señala un alto mando policial, que subraya que resultados de planes como este se notan más al largo plazo. Al corto, los últimos disparos han devuelto la situación casi a la casilla de salida.

Agentes de policía de Marbella realizan una detención durante una operación policial en la ciudad.
Agentes de policía de Marbella realizan una detención durante una operación policial en la ciudad. PACO PUENTES

“Dan mucho miedo”

Este viernes llovía en Nueva Andalucía; y Puerto Banús —donde más incidentes con armas se concentran— mostraba una extraña imagen. No había prácticamente nadie por las calles, estaban vacías. Cerca de la tienda de Gucci cuatro turistas nórdicos se refugiaban del chaparrón bajo un toldo. “¿Pistolas aquí?” Respondían sorprendidos. “No lo sabíamos”, afirmaban mientras fijaban su atención en un enorme Porsche con todas las lunas tintadas que pasaba a su lado. Cerca, el empleado cubano de un negocio de bicicletas torcía el gesto al hablar de seguridad. “Vengo de un país donde hay asesinatos con frecuencia. Comparado con aquello, esto es más tranquilo”, celebraba antes de preguntar: “¿Tú irías de vacaciones con tu familia a un lugar donde ha habido un tiroteo días antes?”. La respuesta la daba otro trabajador. “El ciudadano no debe preocuparse, solo se matan entre ellos”, aseguraba. “Al final te acostumbras a escuchar noticias de lo que va pasando, pero vivirlo es muy diferente, da mucho miedo”, añadía la trabajadora de la farmacia presente cuando el pasado 24 de diciembre un hombre de nacionalidad alemana recibió tres balazos en la pierna en la puerta del establecimiento. Dos días más tarde, otros dos varones fueron tiroteados mientras iban en un vehículo de transporte con conductor (VTC) en Benalmádena, aunque no resultaron heridos.

“Hace falta más seguridad y no solo en verano”, coincidían los responsables de negocios cercanos cuando el agua amainaba y daba paso al arco iris. En Marbella llueve sobre mojado y nadie quiere dar su nombre, por si acaso, pero todos tienen historias relacionadas con disparos ocurridos en el entorno de la avenida de las Naciones Unidas. Para la policía el problema es que es imposible poner un agente en la puerta de cada casa, cada restaurante, cada tienda. O que haya un policía tras cada delincuente. Primero, porque son muchos. Segundo, porque hay más delitos a los que dedicar recursos. Y tercero, porque otras ciudades también necesitan a las fuerzas de seguridad. Por eso el Plan Costa del Sol, definido como “flexible y ágil” para adaptarse a las necesidades de cada momento, rebajó su intensidad tras la temporada turística. Y ahora ha vuelto a reforzarse ante el incremento de las balas.

De ‘los suecos’ a la ‘mocro maffia’

Hace años no era así, pero hoy casi cada narco se mueve armado. El cambio ocurrió cuando las organizaciones criminales entendieron que era más fácil y rentable quitar la droga a otras bandas —los llamados en el argot vuelcos— que encargarse de toda la logística necesaria para comprarla, traerla a España, almacenarla y distribuirla por Europa. “Ahora la roban y la venden. Son todo ganancias”, explica un agente con experiencia en la zona. Ello les ha obligado a armarse hasta los dientes, bien para cometer robos, bien para evitar sufrirlos mientras alijan en las costas malagueñas. Hoy es rara la investigación sobre narcotráfico en la que no aparezcan revólveres, pistolas o, incluso, armas de guerra como fusiles de asalto. A más armas, más probabilidad de tiroteos. Los implicados son también personas más jóvenes y les basta un calentón, una deuda, una rencilla. Cualquier excusa sirve para apretar el gatillo para matar o solo intimidar. Es lo que se cree que ocurrió el pasado 2 de enero cuando un hombre resultó herido de bala en el aparcamiento del Real Club de Pádel de Marbella, centro deportivo donde ya en primavera la policía realizó un gran operativo que acabó con tres detenidos. El lugar está a un paso del hotel Sisu, que fue presa del fuego en agosto de 2020. Hoy está exactamente igual que cuando ardió aquel verano tras un ataque intencionado que dejó un fallecido y nueve personas heridas. La huella del crimen organizado es constante en la ciudad.

Hay un segundo elemento que incrementa los incidentes armados. Hace décadas las organizaciones estaban asentadas en sus países y tenían a la Costa del Sol como centro de operaciones e, incluso, de descanso para los jefes. Los incidentes en sus cuarteles generales se quedaban allí. Hoy las guerras de las organizaciones en lugares como Suecia, Países Bajos o Francia tienen repercusiones en la Costa del Sol. Las delegaciones marbellíes heredan las rencillas. Que dos ajustes de cuentas —un secuestro y un intento de asesinato— ocurridos en Marbella en 2023 estén vinculados al peligroso capo de la droga francés Mohamed Amra —fugado la pasada primavera durante un traslado policial en Francia en el que dos agentes penitenciarios fueron asesinados— no es casualidad. Tampoco que el verano pasado un menor reclutado en internet fuese detenido en Benalmádena tras viajar desde Suecia con el único motivo de asesinar a un motero. O que meses antes fuese arrestado en la ciudad un capo de la Mocro Maffia neerlandesa, Karim Bouyakhrichan, aunque luego se fugó.

En 2018 el llamado clan de los suecos se trasladó para cometer dos asesinatos y poner varias bombas. “El denominador común de todos los tiroteos es el tráfico de drogas sí, pero también que todos los implicados son extranjeros”, recalca otro agente. La memoria de la Fiscalía de Andalucía de 2023 lo subraya al reflejar cómo la Costa del Sol atrae a mafias de numerosos países “que además han comenzado a realizar acciones en nuestro país, algo que anteriormente no se producía”. Y no solo con armas de fuego, también hay secuestros o torturas que tienen siempre al hachís o la cocaína como origen.

Equipos especializados

Para contrarrestarlo, las autoridades europeas impulsan la cooperación internacional y la presencia de agentes extranjeros en la Costa del Sol ha crecido, así como las redes de comunicación. “El futuro pasa por la coordinación policial”, advirtió a EL PAÍS el fiscal especial antidroga de Marbella, Carlos Tejada, en una entrevista poco después de llegar al cargo, creado en 2022 específicamente para intentar aligerar la enorme cantidad de casos en la zona: solo en 2023 incoó 249 diligencias previas y tres sumarios, según datos de la fiscalía. Los agentes sobre el terreno destacan la importancia de contar con fiscales y jueces especializados y comprometidos, el problema es el atasco judicial. “La ineficiencia y las dilaciones”, recoge la Memoria de la Fiscalía General de Estado de 2023 (la última publicada), “son especialmente visibles y perjudiciales en relación con causas complejas de narcotráfico”. De ahí que la Memoria de la Fiscalía de Andalucía pidiera un incremento de plantilla.

Imagen de Puerto Banús, el pasado año.
Imagen de Puerto Banús, el pasado año. García-Santos

Mientras tanto, las últimas operaciones policiales han despertado el temor a que la extrema violencia que sufren lugares como Suecia o Países Bajos también llegue al sur de España. “La policía no tiene una bola de cristal. Trabajamos con realidades. Y una es que lo que ocurría hace años en Europa lo estamos sufriendo ahora aquí. Y lo que sucede ahora en Europa, que es mucho más grave, también puede llegarnos. Trabajamos con esa hipótesis para que no lo haga”, destaca un mando policial. El Plan Costa del Sol es un ejemplo de choque; pero también se trabaja en el refuerzo de los equipos de investigación, que son los que corren la carrera de fondo.

En 2019 nació un grupo específico para la resolución de ajustes de cuentas, cuya eficacia es altísima: han resuelto todos los casos desde ese año salvo uno. El equipo vino a reforzar el trabajo de las Unidades de Droga y Crimen Organizado (Udyco) repartidas por el litoral y al Grupo de Respuesta Especial contra el Crimen Organizado (Greco), fundado en 2006. Este trabajo policial más invisible ha servido para esclarecer también los últimos cuatro tiroteos, según fuentes policiales. “Ya sabemos quiénes son los responsables, aunque ello no significa que estén aún detenidos”, añaden las mismas fuentes, aunque otras sostienen que sí ha habido arrestos. Entre ellos, el de un menor relacionado con el crimen ocurrido en Fuengirola el pasado 7 de diciembre. Justo el que volvió a abrir la caja de los truenos en Marbella.

Clima, calidad de vida y Ferraris

Aunque sí más frecuentes en los últimos años, los incidentes con disparos son habituales en Marbella desde hace décadas. Y lo son porque este territorio cumple todas las condiciones que son necesarias para el asentamiento del crimen organizado. Se ubica frente al principal productor mundial de hachís, Marruecos; junto a uno de los principales puertos de mercancías (y cocaína) de Europa, Algeciras; y a un paso de Gibraltar, que ya no es considerado paraíso fiscal pero que, en opinión de las fuerzas policiales, tampoco ofrece todas las facilidades para controlar el dinero que se vincula al narcotráfico. La ciudad, además, convence a los capos mafiosos con los mismos argumentos que al turismo: fantástico clima, calidad de vida, buenas comunicaciones por carretera y un aeropuerto a 45 minutos con 150 conexiones internacionales. “Y un último condicionante. Tener un Ferrari en Marbella no es algo excepcional, pasas perfectamente desapercibido”. Y nunca se sabe si el dinero de quien va al volante tiene un origen lícito o ilícito: el anonimato es otra de las claves. Por eso no solo hay narcos en la zona. También hay delincuentes de todo tipo, desde los que estafan con criptomonedas a fugitivos de medio planeta, como los tres miembros de la camorra napolitana detenidos la semana pasada. 

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