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La olla a presión del narco en la Nueva Andalucía de Marbella

La Policía asegura que los tres tiroteos que han golpeado a este distrito marbellí durante el último mes son hechos sin conexión y se deben a la alta presencia de organizaciones criminales en la zona

Cuatro motos de agua se acercan a la orilla en Puerto Banús, dentro del distrito de Nueva Andalucía, en Marbella (Málaga).
Cuatro motos de agua se acercan a la orilla en Puerto Banús, dentro del distrito de Nueva Andalucía, en Marbella (Málaga).Garcia-Santos (El Pais)
Nacho Sánchez

En Nueva Andalucía hay tiendas de alimentos, estancos, kioscos, restaurantes, bancos e inmobiliarias. Todo parece normal en este distrito al oeste de Marbella (Málaga). La constante procesión de coches de alta gama por sus calles avisa de alguna singularidad. Los cientos de cámaras de seguridad la remarcan. Y la cristalera de una cafetería quebrada a tiros marca la diferencia. Aquí cada persona tiene un recuerdo, experiencia o anécdota relacionada con el crimen organizado. Nadie quiere dar su nombre para no señalarse, pero la mayoría, curiosamente, lo lleva con deportividad. “Estamos acostumbrados. Al menos solo se matan entre ellos”, dice un repartidor junto a la avenida Julio Iglesias, cerca del lugar donde ocurrió el último de los tres incidentes con armas de fuego ocurridos en la zona en poco más de un mes. Hubo uno más, pero la Policía cree que fue una falsa alarma. “¿Si nos sentimos seguros? No demasiado, cari”, responde con cierta ironía la empleada de un local de alimentación.

El tiroteo en el café del pasado 16 de marzo, los disparos que rompieron el ventanal de un restaurante solo cinco días antes y la calle donde un pistolero sueco disparó varias veces sobre dos compatriotas el 10 de febrero están separados apenas por un kilómetro de distancia. Forman un triángulo en el corazón de Nueva Andalucía, área residencial y de ocio que incluye Puerto Banús, epicentro del lujo marbellí. La zona es frecuentada por adinerados visitantes procedentes de medio planeta, pero también es el lugar de diversión favorito para las bandas dedicadas al tráfico de drogas asentadas en la Costa del Sol. Sus disputas por el mercado, las rivalidades o los robos de mercancía acaban en ocasiones con el uso de armas de fuego. “Poco pasa”, dice un policía con larga experiencia en la zona. “Son muchas organizaciones en un espacio pequeño. Hay roces y, a veces, el equilibrio se rompe”, explica otro agente. La consecuencia son ajustes de cuentas, intentos de asesinato o simples avisos. Todo envuelto, además, en un contexto donde la presencia de turistas ya es alta durante todo el año y la población real duplica fácilmente la oficial incluso en invierno.

Fuentes policiales aseguran que los recientes incidentes con pistolas no están relacionados entre sí, que son parte de la “dinámica habitual” de la zona y que solo ha sido casualidad que se concentren en tan poco tiempo. Los dos últimos episodios se enmarcan en rivalidades entre narcotraficantes de distintas nacionalidades, según las mismas fuentes. Uno ocurrió cuando un motorista disparó en varias ocasiones a un restaurante visitado con frecuencia por famosos y futbolistas, como el noruego Erling Haaland, según se aprecia en la web del establecimiento. Otro, el pasado sábado, cuando un hombre disparó varias veces hacia una cafetería, hiriendo en la rodilla a un joven de 20 años, que fue hospitalizado. “Iban a por él, a cargárselo”, sostiene un policía. “Pero todo son perfiles y grupos distintos, son hechos sin conexión”, insiste un investigador. Otro apunta: “No ha pasado nada excepcional: a veces es narcotráfico, otras veces solo son calentones. Hay quien saca la pistola con mucha rapidez”.

El primero de esta serie de incidentes ocurrió el 10 de febrero, cuando un hombre bajó de un coche, disparó al menos nueve veces sobre otros dos varones (uno resultó herido en una pierna y un brazo) y, antes de huir, lanzó el arma a unos matorrales. Se achaca a un enfrentamiento entre clanes suecos —según la prensa del país nórdico, pertenecen a una red criminal con base en Estocolmo— que se han asentado en el litoral malagueño. La cooperación entre la policía sueca y la Policía Nacional ha sido clave en la resolución del caso, que ha acabado con tres detenidos. Esa ayuda mutua ha terminado en otros muchos “éxitos operativos”, según fuentes policiales suecas, que priorizan el trabajo contra la diáspora narco repartida por varios países de Europa. Lisa Åberg, fiscal del estado en Suecia y base en Malmö, relata que miembros de bandas de aquel país se han trasladado a la Costa del Sol por la proximidad a las rutas de la droga, la presencia de socios en la zona, el anonimato y el buen clima. También porque “el blanqueo de dinero es bastante fácil” y porque de esta manera se alejan de territorio sueco, donde el peligro de ser objetivo de las balas o las bombas de sus rivales es mayor. Es justo la violencia que trasladó a Marbella en 2018 el clan conocido como Los suecos, implicados en dos asesinatos y ya fuera de España.

Videovigilancia y presencia policial

La presencia de cámaras de videovigilancia en la zona es enorme. Las hay por todas partes y son elementos clave en el desenlace de numerosos casos, como en el de Los suecos, cuando captaron a una víctima reunida con uno de los participantes en su asesinato minutos más tarde. Unas son municipales y conforman el sistema de cámaras más sofisticado de España, con dispositivos de una resolución endiablada para encontrar lo que buscan. Otras apuntan a matrículas. Y también existen las privadas: hay restaurantes con una docena en su fachada. Por eso los disparos se cometen con casco desde una moto —que además facilita la huida entre el recurrente tráfico denso— o un coche. Si es a pie, los delincuentes usan pasamontañas, como ocurrió con el sueco detenido hace unos días. Las imágenes de seguridad, esta vez, ayudaron primero a localizar su escondite y, después, a identificarlo.

Quienes detuvieron al pistolero y a sus colaboradores son agentes del Grupo II de Crimen Organizado, perteneciente a la Unidad de Droga y Crimen Organizado (Udyco) de la Costa del Sol. Es el equipo creado en 2019 tras el aumento de ajustes de cuentas en Marbella —el año anterior hubo una veintena de asesinatos en la zona— y, desde entonces, ha resuelto cada caso al que se ha enfrentado, generalmente en estrecha colaboración con los grupos de Udyco en Marbella. Ahora tienen nuevo trabajo por delante, pero fuentes policiales aseguran que estos últimos casos quedarán pronto resueltos “con el 100% de seguridad”. Algunos policías también se quejan de que cada incidente ocurrido en Marbella capta todas las miradas, pero que hechos similares pasan inadvertidos en otras provincias. Y subrayan que la seguridad en la Costa del Sol es mucho mayor que la existente en lugares como Suecia, Países Bajos o Bélgica, donde la guerra entre mafias deja un reguero de muertos cada año.

Los turistas y residentes también graban —como al hombre que el verano pasado, a plena luz del día, disparó varias veces con un subfusil a un comercio cercano a Puerto Banús—, pero se consideran ajenos al peligro. “La sensación que tenemos es que la Policía lo controla todo y que hay cierto orden que solo se rompe cuando aparece un loco y saca su pistola”, comenta un vecino mientras camina por la plaza Antonio Banderas. “Que nadie se asuste, que aquí se puede venir sin peligro”, insiste la propietaria de un local que, eso sí, recuerda cuando el verano pasado alguien pasó muy nervioso por su tienda. Tras pedirle tabaco, se levantó la camiseta para mostrar dos pistolas ajustadas al pantalón. “Le di su paquete, me indicó que no se lo dijera a la Policía y se largó”, relata. “Claro, nunca dije nada”, sentencia.

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