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Marbella: sicarios, crimen organizado y el exitoso grupo policial que resuelve sus casos

El grupo específico creado en 2019 para investigar en exclusiva los ajustes de cuentas entre narcotraficantes en la Costa del Sol ha detenido a medio centenar de personas y resuelto los 18 casos que ha investigado desde entonces

Nacho Sánchez
Marbella
Barrera policial en la calle Arturo Rubinstein de Marbella (Málaga) en el lugar un hombre fue asesinato a tiros, en junio de 2020.Antonio Paz (EFE)

El 27 de octubre de 2019 un senderista encontró el cadáver de un hombre cosido a balazos en la cuneta de la carretera entre Marbella e Istán, en Málaga. La pareja de la víctima contó que no sabía nada de él desde hacía dos días. El minucioso trabajo policial sirvió para encontrar unos pequeños cristales en la zona del crimen y, tres kilómetros más abajo, un casquillo ensangrentado junto a un CD con letras en cirílico. Fueron las únicas pistas a las que se aferraron los agentes del grupo especializado en ajustes de cuentas que la Unidad de Delincuencia y Crimen Organizado (UDYCO) de la Policía Nacional creó a primeros de ese año después de un 2018 fatídico con más de una veintena de crímenes en la Costa del Sol. El caso lo resolvieron en 15 días, el autor fue detenido en Alemania y esta primavera le cayeron casi 19 años de prisión. El resultado no es una excepción. El equipo ha destacado por su efectividad: 18 casos investigados, 18 casos resueltos.

No se sabe con exactitud que ocurrió en 2018 en el litoral malagueño para desarbolar a las organizaciones de narcotraficantes que operan en la zona. Los especialistas subrayan que fue un cúmulo de factores —más bandas, negocio más repartido, más encontronazos y más presión policial— cuyo resultado fue aterrador: una veintena de asesinatos en solo un año en los alrededores de Marbella (estela sangrienta que continuó durante el siguiente año con una decena de muertes más). La Policía Nacional reunió a principios de 2019 a un conjunto de agentes procedentes de distintos grupos a los que asignó una tarea exclusiva, resolver los ajustes de cuentas relacionados con el crimen organizado en la Costa del Sol. Se estrenaron pronto, cuando el 21 de enero un empresario marbellí fue asesinado mientras accedía al garaje de su casa al volante de un Bentley. Lo solventaron con rapidez, como el cien por cien de los casos que han ido llegando a sus manos. “Creo que es algo inédito, histórico, hay que estar orgullosos del trabajo realizado”, dice con orgullo el responsable de este equipo, que acumula 49 arrestos según los datos facilitados por la subdelegación del Gobierno.

“Creo que no hay ningún grupo en España que haya conseguido esta efectividad”, añade el agente, quien asegura que su unidad se crece ante los retos. “Nuestro lema es intentarlo siempre. Por difícil que parezca, por extraña que sea la idea que se nos ocurre, hay que intentarlo. A veces no encuentras la forma y otras salta la chispa cuando menos te lo esperas. De cualquier detalle nace un hilo a seguir”, relata. “Partes de cero: lo único que tienes es un cuerpo”, subraya al tiempo que señala que su labor es silenciosa y minuciosa. Incluye rastrear cientos de horas de cámaras de seguridad, consultar miles de documentos, largas jornadas de vigilancia. “Es un trabajo de 24 horas”, insiste el agente, al que, durante una operación, un delincuente preguntó: “Vosotros sois los que estáis limpiando la costa, ¿no?”. Lo cierto es que la espiral de violencia que vivía el litoral malagueño Costa del Sol ha descendido al mínimo. En los dos últimos años los asesinatos han sido la excepción.

Guerras entre bandas

Uno de los casos más recientes ocurrió en junio de 2022 cuando cuatro varones retuvieron a un ciudadano serbio en su domicilio de la urbanización Golden Beach de Marbella y, tras torturarlo e inmovilizarlo en una silla con plástico film, lo ejecutaron de dos disparos. En este, como en las demás muertes, el dinero de la droga está siempre detrás de los ajustes de cuentas. Entre los 18 casos de este grupo policial solo ha habido una excepción. Fue el asesinato, en Torremolinos, de un hombre marroquí que se dedicaba a la venta ambulante. En abril de 2021 recibió diez disparos cuando iba a trabajar. El narcotráfico guiaba la hipótesis inicial, pero la investigación reveló que el autor tenía una disputa comercial con la víctima y lo resolvió a tiros.

Este ajuste de mercadillo es muy diferente al que perpetraron un año antes dos miembros de una banda montenegrina, también en Marbella, el 2 de junio de 2020. Aquel día un ciudadano serbio fue asesinado a tiros a las dos de la tarde en plena calle. Los autores escaparon en una motocicleta. A las pocas horas los agentes encontraron el vehículo y la filtración a la prensa de ese detalle complicó la operación, denominada Burgman. Lo que no trascendió es que a su lado había una gorra y, a muchos metros de distancia, en un descampado en la zona de Nagüeles, una camisa ensangrentada. La gorra les guio al local en el que había sido comprado y sus cámaras a poner nombre y apellidos al comprador y a su cómplice, que casualmente habían sido identificados en uno de los controles que vigilaban la movilidad en plena desescalada por el coronavirus cuando se desplazaban desde Barcelona a Málaga. En su domicilio se encontró un croquis del lugar donde vivía la víctima y una equis en el punto donde lo matarían. “Los arrestamos diez días después”, cuenta el policía. Desde entonces están en prisión provisional.

Aquel asesinato formó parte de una guerra entre los clanes montenegrinos Kavac y Skaljar que ha dejado un reguero de muertos en Europa. “Los sicarios arrestados pertenecen a una de las organizaciones criminales más sofisticadas con las que nos hemos topado”, añade el especialista policial, que relata que la víctima —que portaba documentación falsa, como sus asesinos— se encontraba en ese momento de permiso mientras cumplía condena por tráfico de drogas. Los 49 detenidos por este grupo proceden de multitud de países, un crisol de nacionalidades que ejemplifica la diversidad de grupos criminales que operan en la Costa del Sol. Solo le han puesto los grilletes a un español, presunto ideólogo de uno de los ajustes de cuentas. Fue en noviembre de 2019, cuando un hombre marroquí falleció y otro quedó tetrapléjico tras recibir los disparos de dos ciudadanos rumanos durante una operación de compraventa de droga en la urbanización marbellí Alvarito Playa.

“Ahora los delincuentes se lo piensan mucho antes de actuar. Puede que haya alguno que venga y piense que no lo vamos a pillar, pero caerá”, advierte el agente, que considera que su trabajo no está acabado hasta que un juez dicta sentencia condenatoria sobre los detenidos. El problema es la lentitud de la justicia. De sus 18 casos solo uno ha llegado a juicio, con la condena a 18 años y 9 meses para el búlgaro Nikola R. T. por asesinar a su compatriota Ognyan A. O. y dejar su cadáver en un terraplén cerca de Istán, según consideró probado por una unanimidad un jurado el pasado marzo. “Nosotros reunimos todas las pruebas para que la condena sea factible y lo más importante posible. Ese caso es ejemplar”, apunta el especialista. Ningún detenido más por este grupo se ha sentado aún en el banquillo de los acusados. “Ahí no podemos hacer nada más”, señala el agente, que pide que la justicia acabe el trabajo que ellos empiezan. “Si no, los malos pensarán que matar es gratis”, sentencia.

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