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Reconstrucción de la votación en el congreso del PSOE: así fue el debate sobre el colectivo LGTBIQ+

El partido vive una fractura interna que se vio reflejada sobre el acrónimo y la incursión de las mujeres trans en las competiciones deportivas

Pedro Sánchez, junto a Sabrina Moh, el sábado en el congreso de Sevilla, en una imagen del partido.
Pedro Sánchez, junto a Sabrina Moh, el sábado en el congreso de Sevilla, en una imagen del partido.Eugenia Morago
Isabel Valdés

Hay un caldo que borbotea desde hace cuatro años dentro del PSOE, un partido que, unido histórica e indiscutiblemente al feminismo y a la protección de los derechos del colectivo LGTBIQ+, dio en el Congreso Federal de este pasado fin de semana lo que supone para muchos un paso atrás o al menos un freno en lo alcanzado hasta ahora; y para otros un paso adelante precisamente porque frena la agenda queer —la de las identidades sexuales minoritarias—. En Sevilla decidieron el que quieren que sea su camino en los siguientes años, y en esa cita se acordaron, entre otras muchas, dos cuestiones: incorporar un texto en el que se explicita que “ninguna persona de sexo masculino pueda participar en las categorías destinadas a mujeres”, y fijar de nuevo el acrónimo para nombrar al colectivo como LGTBI, sin el signo + y sin la Q.

La primera implica por su propia redacción el no reconocimiento de las mujeres trans como mujeres y la intención de vetar su participación en las competiciones femeninas, lo que supone la discriminación de estas en ese ámbito pero también contrariar la propia ley trans, en vigor desde el año pasado. Y la segunda, el no reconocimiento de la existencia de esas otras identidades, que es lo que refleja la Q, de queer: aquellas personas que están fuera del cajón del binarismo, ajenos a la normatividad que ha configurado el sistema social y el marco sexoafectivo desde hace siglos. La Q es un paraguas que también acoge a gais, lesbianas, trans, bisexuales o intersexuales.

¿Cómo llegó el PSOE a ambas? Empezó mucho antes de este fin de semana. Con el primer Gobierno de coalición, con Unidas Podemos, cuando Pedro Sánchez entregó una de sus banderas, la de la igualdad, a Irene Montero. Era enero de 2020 y la línea feminista de Montero chocó desde el primer momento con la que tradicionalmente ha mantenido el PSOE.

“En Valencia esta herida ya estaba y quedó abierta”, apuntan cargos socialistas sobre el anterior Congreso, en 2021, en el que el acrónimo LGTBI+ fue plasmado en la ponencia marco —”así, aunque no estuviese la Q, se entendía que añadiendo el + quedaban incluidas el resto de identidades”, explicaron el pasado fin de semana—, pero finalmente quedó como LGTBI.

¿Después? Después llegó la tramitación de la ley trans. Cuando el 16 de febrero de 2023 el Congreso votó esa norma, y como símbolo de ese desgaje en el partido —que ya había permeado también al movimiento feminista, dividiéndolo de forma palpable por primera vez en la historia—, Carmen Calvo fue una de las 61 abstenciones, junto al PP, PRC y Foro.

La exvicepresidenta del Gobierno, que también ostentaba la cartera de Igualdad —ella hizo el traspaso a Montero—, es la cara más visible de esa parte del socialismo. Y este fin de semana, como en infinidad de otras ocasiones, estaba como observadora en la comisión de igualdad del Congreso, la número 3, que comenzó, como todas, a las cuatro de la tarde.

“Iban organizadas”, dice una de las personas que asistieron y que no quiere dar su nombre, como tampoco el resto de personas que fueron a esa comisión con las que este diario ha hablado, por distintos motivos. Esta fuente se refiere a que había parte del feminismo socialista que se había puesto de acuerdo antes de ir al Congreso para conseguir llegar a esos dos puntos: “¿Cómo? Pues habían elegido comisión [la militancia que acude elige previamente en qué comisión del Congreso quiere estar], así que estaban todas las que querían esos dos cambios, y habían lanzado enmiendas desde sus agrupaciones en el mismo sentido”.

Antes de la cita, el partido envía la ponencia marco, a la que se puede hacer enmiendas, y las personas que se encargan de cada ámbito redactan una segunda versión que puede o no incluir esas peticiones de la militancia y que se debaten en las comisiones cuando llega el Congreso. “Es allí, en el Congreso, donde se ganan y se pierden las resoluciones, si no, no tendría sentido que la militancia existiera. No había organización alguna”, apunta otra de las asistentes.

En esa comisión se trataban unidos dos de los objetivos del partido, aunque para “facilitar el trabajo” se dividieron, “uno para la igualdad, en general, donde iban las referidas al colectivo LGTBI, y otra específicamente de la desigualdad entre hombres y mujeres”, dice otra fuente. Como ponentes de esa comisión estuvieron Víctor Gutiérrez, el secretario general de LGTBI; Sabrina Moh Abdelkader, secretaria general del PSOE de Melilla; Manuel García, del PSC y secretario general de Memoria Democrática y Laicidad; Lina Gálvez, europarlamentaria socialista; y Sonia Guerra, secretaria de Políticas Feministas y vicesecretaria de Acción Política del PSC.

“El punto más controvertido fue el tema del deporte”

Gálvez y Guerra se ocuparon de la desigualdad, y Gutiérrez, Moh y García de la de diversidad. La de desigualdad empezó primero y arrancaron los debates. Se trató la criminalización de los vientres de alquiler o se “insistió en sustituir todo el rato desigualdad de género por desigualdad entre hombres y mujeres”, explica una asistente, “incluso en las líneas referidas a la ley contra la violencia de género [cambios que no se hicieron]”. Pero “el punto más controvertido fue el tema del deporte”.

La cosa se tensó. “Estuvo fuera de lo que debe ser una discusión política civilizada”, dicen de un lado. “Hubo insistencia y resistencia aunque desde la mesa se estuvo intentando por activa y por pasiva que desistiésemos”, dicen de otro. Las ponentes habían recibido varias enmiendas que no habían incluido en el texto que llegó a la comisión. Lo que sí habían hecho era redactar algo más general donde se aludía a que se “combatirían todas las discriminaciones de todo tipo que pudiese haber en el deporte”. Pero había delegaciones que querían “más concreción”; que se incluyeran unas líneas más al punto 286. III. Favorecer la participación igualitaria de mujeres en el ámbito público.

La de Mallorca, por ejemplo, pedía que tras esta frase “seguiremos auspiciando el liderazgo femenino en el deporte y la creación artística”, se añadiera “las administraciones públicas y las federaciones, las asociaciones y las entidades deportivas deben garantizar competiciones deportivas justas y seguras para las mujeres y niñas, teniendo presente la categoría sexual evitando ventajas competitivas que puedan ser contrarias al principio de igualdad”. La de Guadalajara fue más explícita: “…sin que ninguna persona de sexo masculino pueda participar en las categorías destinadas a mujeres”.

Lo que para unas fue bronco para otras fue “como toda la vida, debates normales llenos de argumentos, yo opino, tú opinas”. Parte abogaba por dejar la propuesta de Mallorca porque era “más suave” y también “teniendo en cuenta que la ley trans dice lo que dice y lo que se estaba hablando era contrario a la ley”.

En medio de ese tira y afloja, Carmen Calvo se pronunció. Cuenta una persona asistente que ella, “que tiene mucha, mucha influencia en la mayoría de las que estaban allí, dijo que eso no, que si no se añadía “biológico” no servía de nada”. Otra dice que no es que se pronunciara sino que se le preguntó expresamente cómo transaccionar los textos de Mallorca y Guadalajara, y fue cuando ella contestó: “Si no aparece biológico no estamos haciendo nada”. La respuesta fue que la ponencia no podía ni iba a aceptar eso. Se intentó que quedara solo la redacción de la delegación balear para que la cosa “no fuese más allá, pero aún así no aceptaron, hubo que votar. Salió por mayoría aplastante que sí y fueron incluidas, ambas [la balear y las castellanomanchega]”. “Sin el ‘biológico’”, insisten varias fuentes.

El acrónimo

Luego, llegaron la Q y el “+”. Para cuando comenzó esa mesa, con Víctor Gutiérrez, Sabrina Moh y Manuel García, era la única del Congreso que seguía debatiendo. Sobre la Q y el + habían enviado enmiendas varias federaciones territoriales y “había sido ya discutido en el de 2021 en Valencia”, cuenta una persona de una de esas federaciones.

“[En Valencia] votamos que las siglas fueran LGTBI, pero cuando nos llega la ponencia para este Congreso, llega con el LGTBI+ y con el LGTBIQ+. Muchos compañeros metieron enmiendas para quitar el Q+. Cuando llegamos a la comisión, la Q ya no aparecía, pero sí el +. Pedimos que se quitara, se votó en la comisión y hubo más síes que noes, pero no fue tan amplia”, añade. Y acabó yendo a plenario, es decir, se convocó a todos los delegados y delegadas para que voten. Fue la única enmienda que llegó viva. Eran más de las nueve cuando acabó la comisión y las 21.15 cuando se avisó, más de la mitad de los alrededor de 1.100 delegados y delegadas que asistieron al Congreso ya no estaban allí.

“Como siempre ha pasado”, dice una de las asistentes. Otra apunta: “El sector LGTBIQ no estaba organizado, las feministas de esas enmiendas sí, todas las delegadas que tenían que ir a votar, fueron, y había delegaciones enteras movilizadas, como Asturias, Baleares y Andalucía”. Una más añade: “Es una obligación de los delegados estar allí, quien no esté tendrá que asumir luego lo que diga la gente que sí está”. Una última insiste: “Había exalcaldesas, expresidentas de diputaciones, consejeras, exconsejeras, con muchos años de militancia que no fueron organizadas a tumbar nada, fueron a mantener sus enmiendas”.

Todas, sin ser precisas, hacen el mismo cálculo, que quedaban entre 300 y 400 personas y ganó no incluir ni la Q ni el + por “200 y pico votos que sí, 100 y pico que no y unas 30 abstenciones”. Esa poca asistencia, que muchos dicen que es habitual en los congresos a esa hora de la noche, es por lo que algunas personas del partido alegan que sí, que pudo salir en la votación, ser legítimo y por tanto respetado, pero “no es el sentir mayoritario” del PSOE, ni respecto al acrónimo ni respecto a la cuestión del deporte.

Eso tiene más que enfadada a parte de las filas: “Cómo puede ser que tengamos a un miembro de la Ejecutiva [alude a Víctor Gutiérrez] diciendo que una cosa es la resolución y otra el sentir. ¿Qué, aceptamos unas resoluciones sí y otras no?”. A otra parte la tiene enfadada otra cuestión: “Salieron algunas gritando ‘aquí estamos las feministas’ y ‘que viva la lucha de las mujeres’. A voces. Fue una falta de respeto al Congreso, al plenario y a los compañeros”. “Si hay alguien en el PSOE que se siente ofendido por ese cántico igual se tiene que pensar dónde milita”, dice otra asistente. Hay quien lo dice así y quien no quiere hacerlo, pero la fractura interna en este tema es un hecho.

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Sobre la firma

Isabel Valdés
Corresponsal de género de EL PAÍS, antes pasó por Sanidad en Madrid, donde cubrió la pandemia. Está especializada en feminismo y violencia sexual y escribió 'Violadas o muertas', sobre el caso de La Manada y el movimiento feminista. Es licenciada en Periodismo por la Complutense y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Su segundo apellido es Aragonés.
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