Un retroceso innecesario
Las enmiendas sobre minorías sexuales aprobadas por el PSOE en su reciente congreso contradicen lo defendido por la ‘ley trans’
La resolución contra la discriminación por motivos de “orientación sexual e identidad de género” adoptada por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU en 2011 es hoy, lamentablemente, una realidad más lejana en España. En parte, como consecuencia de dos enmiendas aprobadas en el último congreso federal del PSOE, un partido de larga tradición feminista y compromiso con la protección de los derechos individuales. Las citadas enmiendas proponen excluir a las mujeres trans de las competiciones deportivas femeninas y dejan las grafías “Q+” fuera de las siglas que nombran a las minorías sexuales: LGTBIQ+. Con ello se relega a las personas identificadas como queer —término acuñado para definir a quienes no quieren clasificarse bajo etiquetas tradicionales— y se excluye a otras identidades de género no normativo, enmarcadas bajo el paraguas “+”.
Este hecho, que podría parecer de un formalismo inocuo, supone en realidad que el PSOE pone innecesariamente límites a su compromiso con la igualdad. Quiebra de este modo su historia de alianzas con el feminismo y oposición a todas las formas de discriminación, incluidas las relacionadas con el género. Las feministas que promovieron las citadas enmiendas —y que han criticado al feminismo queer por acotar su ideario a la política de la identidad— parecen haber reducido ellas mismas toda su lucha a una sola cuestión: la defensa de la materialidad del sexo frente al género como una construcción vivida o elegida. La insistencia en ese único asunto —que disocia el sexo del sentido social del mismo y que piensa que el género es algo opuesto al feminismo— se entiende todavía menos en un momento de reacción ultra en todo el mundo, cuando proliferan leyes y proyectos destinados a perseguir a los miembros de un colectivo tan vulnerable como la comunidad LGTBIQ+.
No hay revolución sin conmoción, y la revolución feminista toca todos los órdenes de la vida. Las mujeres trans en el deporte enfrentan a muchas feministas a contradicciones inéditas, pero la respuesta no puede ser desproteger a las minorías. Hay que construir el futuro bregando con los avances, las impugnaciones y las contradicciones, pero nunca abandonando a su suerte a un ser humano que se sale de la norma.
Aun sin pretenderlo, el Partido Socialista se acerca de forma preocupante a la caricatura reaccionaria que presenta el género como una “ideología” o como una falsificación destinada a la depravación de la sociedad y al borrado de las mujeres, definidas únicamente por la realidad material de su sexo, algo que, desde ese punto de vista, se traduciría en la erosión de sus derechos o de su posición en la sociedad. Como si ampliar los derechos de una minoría implicara necesariamente recortar los de la mayoría.
Tal actitud no solamente es contraria a los postulados del feminismo, que utiliza el concepto de género para mermar un determinismo biológico que tradicionalmente servía como excusa para justificar y naturalizar una sociedad desigual. Lo más desconcertante es que una formación política de raigambre feminista y comprometida con los derechos de las minorías haya permitido que su facción transexcluyente sea la que marque la posición de todo el partido. El PSOE, que como miembro de la coalición de Gobierno aprobó en febrero de 2023 la Ley para la Igualdad Real y Efectiva de las Personas Trans, debe aclarar si el punto de vista de esa parte del feminismo es la que representa al partido en su conjunto y si se aparta así de su propia trayectoria como referente histórico en la lucha por el respeto a la diversidad y contra la discriminación.
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