La izquierda alternativa regresa a su eterno dilema: cómo lidiar con el PSOE
Qué posición tomar ante los socialistas ha sido una decisión clave de los líderes izquierdistas desde Anguita y Llamazares hasta Iglesias y Díaz. Ahora Podemos acusa al Gobierno de derechizarse y Sumar, en el Ejecutivo, hace también oposición
Dentro de la crónica política española, un subgénero podría ocuparse de las relaciones con el PSOE de los partidos a su izquierda. Su historia es tan particular que exige un breve glosario: las “dos orillas”, la “pinza”, el “sorpasso”, la “muleta”. La cuestión vuelve a estar en el ojo del huracán.
Tras años de descenso electoral, Podemos se ha reciclado como bastión de la izquierda más dura y presenta a Sumar como un apéndice del PSOE. También en declive en las urnas –y en las encuestas–, Sumar marca distancias con su socio de Gobierno en temas clave como vivienda, impuestos o relación con Israel. “Necesitamos temas en los que confrontar para que no se nos lleve la corriente”, explicaba un diputado del grupo después de que Sumar se desmarcase de la política de vivienda del Ejecutivo.
La dinámica se ha agudizado tras un fin de semana de presión de Podemos. Solo en lo que va de semana, Antonio Maíllo, líder de IU, ha llamado a la movilización para forzar al PSOE a cambiar sus políticas de vivienda y Yolanda Díaz ha avisado de que Sumar está “muy lejos” de los socialistas sobre los presupuestos. El apoyo de Podemos y la abstención de Sumar han permitido tramitar una ley del PP para estrechar el margen del Gobierno en las decisiones bélicas. En la sesión de control al Gobierno en el Congreso de este miércoles, Ione Belarra, líder de Podemos, acusó al Ejecutivo de dar un “giro a la derecha”. “No somos el adversario”, le respondió la vicepresidenta María Jesús Montero, que tiró de otro clásico de los socialistas cuando les aprietan desde la izquierda: la acusación, en este caso a Podemos, de “hacerle el juego” a la derecha.
Las relaciones de la izquierda alternativa con el PSOE han oscilado entre la cooperación y el choque. Se trata de una tensión histórica. Y una figura clave en esa historia es Julio Anguita. El líder de IU de 1989 a 2000 se distinguió por una dura oposición a Felipe González. Electoralmente, llevó a IU a sus mejores resultados: en 1996, mientras José María Aznar conquistaba el poder, superó el 10% y los 2,5 millones de votos, logrando 21 diputados. Defensor de la tesis de las “dos orillas” –PSOE y PP compartirían una e IU estaría solo en la otra– y aspirante al sorpasso, Anguita fue acusado por el PSOE de hacer una “pinza” con el PP, acusación que siempre negó. Con problemas de corazón, fue sustituido como candidato para las elecciones de 2000 por Paco Frutos, que antes de los comicios firmó con su homólogo socialista, Joaquín Almunia, un pacto programático, de investidura y para ir juntos en 27 provincias al Senado. No funcionó. Aznar logró mayoría absoluta, el PSOE bajó e IU también, quedándose en un 5,45% y ocho diputados.
Si Anguita –fallecido en 2020– lidió con la acusación de la “pinza”, su sucesor, Gaspar Llamazares (2000-2008), recibió duras críticas de dirigentes del PCE, que le reprocharon haber adoptado una posición “subalterna” (Frutos) o ser un “socio cómodo” del PSOE (Felipe Alcaraz). Llamazares, que en 2006 dio por rota la “relación preferente” con José Luis Rodríguez Zapatero, siempre ha negado haber servido como muleta del PSOE. IU bajó a cinco diputados en 2004 y a dos en 2008.
En 2014, con Cayo Lara al frente de IU, irrumpió Podemos. Con el malestar social disparado por la crisis y la corrupción, Pablo Iglesias y los suyos arrebataron a IU la primacía de ese espacio usando un discurso que equiparaba “bipartidismo” y “casta”. Se había coreado el 15-M: “PSOE, PP, la misma mierda es”. Todo acuerdo con el PSOE sonaba entonces a componenda. La posibilidad de un gobierno como socio menor era vista como un síntoma de debilidad, porque la aspiración era superar al PSOE.
Podemos cargaba con dureza contra el mayor espacio de colaboración entre el PSOE e IU que había en España, el Gobierno de Andalucía (2012-2015). Dicha coalición tampoco agradaba a Alberto Garzón, un joven salido del 15-M que despuntaba en IU. Cuando en 2015 Susana Díaz rompió el Ejecutivo, entre sus argumentos figuraba que IU ya no estaba interesada en los acuerdos con el PSOE, sino en la confluencia con Podemos. Otra justificación alegada para la ruptura era que IU había amagado con un referéndum para decidir si seguía en el Gobierno. Al frente de IU en Andalucía estaba Maíllo, que había sido alto cargo en el arranque del cogobierno, pero que como líder se mostró escéptico sobre el acuerdo con el PSOE, sobre todo por el papel de Susana Díaz.
La relación de Podemos con el PSOE ha atravesado –al menos– tres fases. En la primera, en las generales de 2015 y 2016, Iglesias –como contó él mismo más tarde– acarició la idea de una “sorpassokización”, mezcla del sorpasso y el Pasok, el partido socialista griego sobrepasado por Syriza. Lograron unos resultados inéditos para una fuerza a la izquierda del PSOE, con más de 5 millones de votos, pero no superaron a los socialistas. En la segunda fase, con el apoyo electoral ya mermado y Podemos desgastado por las guerras internas, su objetivo pasó a ser formar con el PSOE el primer gobierno de coalición desde la Segunda República, meta que alcanzó tras una repetición electoral en noviembre de 2019. Unidas Podemos entró en el Ejecutivo con un ramillete de ministros entre los que estuvieron el propio Iglesias y el líder de IU, Alberto Garzón. Dos dirigentes rupturistas con anclajes en el 15-M pasaban a gobernar con una de las patas del bipartidismo. Hubo consecuencias en Podemos. Anticapitalistas salió del partido.
La tercera fase es la actual. Con Podemos fuera del Gobierno, sus dirigentes sostienen que el Gobierno PSOE-Unidas Podemos sí era transformador, a diferencia de este, en el que Sumar no sabe ejercer de contrapeso (y Sumar se afana en demostrar lo contrario, la última vez este mismo miércoles pronunciándose en contra de la intención del Ejecutivo de aumentar los fondos públicos que recibe la educación concertada).
La dificultad del “equilibrio”
Como exmilitante de IU y dirigente de Podemos Andalucía dentro de la corriente anticapitalista hasta 2018, Jesús Rodríguez conoce las tensiones que en la izquierda alternativa suscita el dilema de sus relaciones con el PSOE. “Es un debate mal resuelto, con dos pulsiones en conflicto. La primera es un rechazo fijo al PSOE que ignora el contexto. No muta, es indiferente a la realidad del PSOE. Siguiendo esta línea, hubiéramos estado contra el Partido Laborista de [Jeremy] Corbyn sin valorar el cambio que podía suponer su liderazgo. Frente a esta pulsión sorpassista, hay otra de subordinación, entreguista”, afirma.
“Nadie ha logrado encontrar ese equilibrio flexible que te haga independiente sin estar en el conflicto permanente”, añade Rodríguez, profesor de Secundaria, apartado de la primera línea aunque militante de Sumar, que cree que Yolanda Díaz “acertó en la primera legislatura”. ¿Y en esta? “La aritmética es más complicada. Y Sumar ha sido inestable. Primero, muy cerca del PSOE, pecando de optimismo; de repente, ante la actitud del PSOE y la presión externa, desmarcándose pero de forma reactiva”, contesta Rodríguez, para quien una relación con el PSOE que sea capaz de marcarle el paso requiere de “unidad de acción”. “Mientras Sumar trate de diferenciarse pero Podemos esté fuera pidiendo más, los dos están condenados”, sostiene.
Esa unidad de acción será difícil, sostiene Daniela S. Valencia, consultora y analista política. El motivo es que en ese espacio existen “dos corrientes en cuanto a las formas, la estrategia y rasgos de identidad”: una, encarnada ahora en Podemos, que ha apostado por la “resistencia”, la “pureza ideológica a costa de sacrificar negociación para avances viables” y el “antagonismo” con el PSOE; y otra, la representada por Sumar, que había planificado su legislatura sobre la adopción de la etiqueta “verde y progresista”, en “un cambio de marcos para ensanchar su espacio”. Aunque ahora, ante la posición exigente de Podemos, Sumar “ha hecho guiños a un léxico de la resistencia”, se trata –a juicio de Valencia– de una maniobra “difícil” por su carácter “repentino” y por realizarse desde dentro del Gobierno.
La consultora pronostica que la de tensión con el PSOE se mantendrá. En primer lugar, por dos factores coyunturales. Uno, el “momento de debilidad” de Sánchez por los casos de Koldo García y Begoña Gómez, afirma. Otro, la negociación presupuestaria, que permite a las izquierdas reivindicar su utilidad ante un electorado menguante. A estos dos factores añade otro que imprime un sello más profundo en todo ese espacio político. ¿Cuál? La mayoría de sus dirigentes, afirma, emergieron “durante la última década” compartiendo la “esperanza” de medirse “cara a cara” con el PSOE. Aunque luego llegó el “desencanto”, ese anhelo sigue en el ánimo de “una parte de sus militancias, para las que el choque con el PSOE mantiene una fuerte capacidad de movilización y sentido”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.