Hein de Haas, sociólogo: “No hay voluntad política para frenar la inmigración clandestina porque significaría ir a la quiebra mañana”
El experto holandés señala la hipocresía de los políticos, tanto de derechas como de izquierdas, y recuerda que la economía liberal se apoya en la llegada de mano de obra barata
El populismo xenófobo se abre paso en Occidente con un discurso contra los inmigrantes y refugiados que se apoya en premisas que no son ciertas. No es un campo exclusivo de la derecha: tampoco la izquierda acierta en su planteamiento migratorio. Es lo que sostiene Hein de Haas en su libro Los mitos de la inmigración: 22 falsos mantras sobre el tema que más nos divide (Península), en el que desmonta muchos de esos planteamientos extendidos en el debate público. Ni hay más inmigrantes que nunca ni los extranjeros aumentan los índices de delincuencia o quitan trabajos a los locales; tampoco los traficantes son el motor del cruce clandestino de fronteras, ni las ayudas al desarrollo frenarán las aspiraciones de emigrar, sostiene este catedrático de Sociología de la Universidad de Ámsterdam, nacido en Bolsward (Países Bajos) en 1969, que señala la “hipocresía” del discurso político en una entrevista por videoconferencia desde la capital holandesa.
Pregunta. El primer problema de los españoles, según el último CIS, no es llegar a fin de mes ni la degradación de los servicios públicos ni el acceso a la vivienda, es la inmigración. ¿Por qué hay tanto miedo al de fuera?
Respuesta. Los políticos han estado impulsando esta narrativa de que la inmigración es una gran amenaza, amplificada por los medios de comunicación. Si los políticos siguen diciendo que la inmigración es una gran amenaza, la gente empieza a percibir que es una gran amenaza. Creo que España, donde la inmigración no era un tema tan candente en comparación con otros países europeos, es muy buen ejemplo de cómo se ha politizado este debate. Por una parte, hay cambios reales, porque España, como tantos países europeos, se ha convertido cada vez más en un país de destino de la inmigración, pero también es una construcción política. Para los políticos, la inmigración es un tema muy atractivo porque hay mucho descontento entre las clases medias bajas y las clases bajas, los salarios reales no han aumentado, mientras que los precios son cada vez más altos; cada vez es más difícil encontrar una vivienda, hay problemas con la sanidad, la educación... Es muy tentador culpar a los inmigrantes de sus propias políticas, son el chivo expiatorio.
P. El principal partido de la oposición relaciona a los extranjeros con la delincuencia. ¿Miente? ¿Manipula?
R. Sí, absolutamente, manipulan. España parece estar alineándose con las tendencias en la Europa noroccidental. Lo novedoso no es el auge de la ultraderecha, sino que los partidos mayoritarios, como el PP, estén asumiendo esas narrativas porque temen perder votantes. Y por eso también vemos a laboristas o socialdemócratas adoptando una versión light de ese relato de que los inmigrantes son una amenaza para los salarios, para el empleo, o que traerán delincuencia.
P. Y, mientras, ¿qué está haciendo la izquierda?
R. Creo que la izquierda está muy confundida sobre la inmigración y tiende a evitar ese tema. Hay un malentendido cuando se analiza qué hace la izquierda y la derecha en este asunto. En una investigación que realicé con mi equipo en la Universidad de Oxford analizamos 6.500 cambios en política migratoria en todo el mundo occidental y descubrimos que la derecha no es más restrictiva con la inmigración que la izquierda. La derecha es dura al hablar de inmigración, pero actúa de forma muy blanda. Hay una enorme hipocresía en la política. España vuelve a ser aquí un gran ejemplo: los políticos pueden ser muy duros en su discurso con la inmigración clandestina, pero al mismo tiempo quieren servir a los empresarios y no van a detener y expulsar masivamente a trabajadores. Por eso España tiene un historial muy largo de regularizaciones desde la década de 1990, porque la realidad es que los empleos menos cualificados han sido cada vez más ocupados por inmigrantes. La puerta de atrás está abierta. Todos los gobiernos están bajo la presión no solo de los grandes empresarios que emplean a inmigrantes, sino también de los intereses de las clases medias porque la inmigración es una fuente muy conveniente de mano de obra barata, como, por ejemplo, trabajadoras domésticas, niñeras o personas que trabajan en restaurantes.
P. Usted bromea con que para frenar la inmigración hay que destruir la economía...
R. La investigación científica ha demostrado que la inmigración viene impulsada principalmente por el mercado laboral, por la escasez de mano de obra. Y la realidad es que en Europa, y desde luego en España, lo toleramos masivamente a pesar de todo el discurso duro sobre “la lucha contra la inmigración ilegal”. Este es el mayor elefante en la habitación del debate. Durante la crisis financiera de 2008, cuando el desempleo era alto, nadie quería ir a España y, cuando la economía española se recuperó, la gente empezó a moverse de nuevo. Si los políticos realmente quisieran limitar la inmigración clandestina podrían imponer castigos masivos a los empresarios que contratan a inmigrantes sin papeles. Pero no hay voluntad política para eso porque significaría ir a la quiebra mañana, hay sectores enteros dependientes de esta mano de obra. La otra solución sería una reestructuración total de la economía liberal que ha generado tantos empleos precarios. Y aquí está la hipocresía política, porque nuestro sistema económico ha creado un montón de puestos de trabajo que los trabajadores españoles nativos ya no quieren hacer, así que tenemos una economía que depende crónicamente de la afluencia de trabajadores baratos. Para decirlo en otras palabras, no se puede tener este modelo económico abierto y de rápido crecimiento, este modelo económico liberal, como el que defienden partidos como el PP, y al mismo tiempo querer mucha menos inmigración.
P. ¿Qué piensa cuando ve a líderes europeos como Giorgia Meloni o Pedro Sánchez de gira en países africanos para cerrar acuerdos millonarios y prometer ayudas al desarrollo?
R. La idea de que la ayuda al desarrollo detiene la inmigración no es creíble en absoluto. En primer lugar, las cantidades de dinero son tan pequeñas que nunca van a significar una gran diferencia, pero, incluso si tuvieran algún efecto, sabemos por la investigación científica que cualquier forma de desarrollo en países pobres como los del África subsahariana va a aumentar la capacidad y las aspiraciones de la gente para emigrar. Sobre los acuerdos, como el de Meloni con Túnez, parecen funcionar a corto plazo, pero básicamente suponen sobornar a un dictador. Es más fácil encontrar colaboración en materia migratoria con regímenes autoritarios que no se preocupan mucho por los derechos humanos y les es más fácil frenar a los migrantes para devolverlos al desierto. Pero lo más importante que hay que tener en cuenta es que la mayoría de los inmigrantes ilegales vienen legalmente, así que ni siquiera un muro fronterizo perfecto puede detener esto. Mi estimación es que nueve de cada 10 africanos que emigran a Europa lo hacen legalmente, pero como vemos todas esas imágenes de barcos tendemos a sobrestimar la contribución del cruce ilegal de fronteras.
P. Uno de los mitos que aborda en su libro es el de las mafias, el gran enemigo en el que la UE basa su lucha contra la inmigración irregular. ¿Cuál es el papel real de los traficantes?
R. El tráfico de inmigrantes es una forma de prestación de servicios y existe porque los gobiernos intentan impedir que la gente cruce las fronteras. Si la gente tiene buenas razones para cruzar las fronteras, recurrirán a los contrabandistas. Y muchos de ellos prestan sus servicios de forma gratuita. Es una idea totalmente errónea la de que los traficantes son la causa de la inmigración ilegal. El tráfico es consecuencia de los controles fronterizos. Por supuesto que hay contrabandistas que abusan y engañan a los migrantes, pero la mayoría recurre a operadores a pequeña escala, prestadores de servicios, como pescadores y exmigrantes. Y, cuanto más controlemos la frontera, mayor será el mercado para los traficantes. Es un círculo vicioso perfecto desde que España introdujo visados para los norteafricanos en 1991.
P. ¿Salvarán los inmigrantes nuestro Estado de bienestar?
R. Soy crítico con las narrativas antiinmigración porque sencillamente no hay pruebas de que los inmigrantes quiten puestos de trabajo o hagan bajar los salarios o aumenten la delincuencia. Pero también soy muy crítico con la narrativa que ve la migración como la solución a problemas estructurales como el envejecimiento de la población. Ni debe ser el chivo expiatorio ni nuestra salvación. ¿Cómo se puede estar a favor o en contra de la inmigración? Es algo intrínseco a lo que somos… Un periodista nunca le preguntaría a un economista si está o en contra de la economía o a un experto en clima si está de acuerdo con el clima.
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