Santos Cerdán, el negociador que logró el sí de Carles Puigdemont
El número tres del PSOE recibió el encargo por su discreción, temple y experiencia negociadora con los nacionalistas
Santos Cerdán recibió el 24 de julio, al día siguiente de los comicios del 23-J, el encargo más difícil de su carrera política. Pedro Sánchez encomendó ese día al secretario de Organización del PSOE (Milagro, Navarra; 54 años), mientras la euforia y la adrenalina seguían desatadas en el partido tras el resultado de las elecciones generales, una misión de la que dependía el futuro Gobierno. El presidente en funciones le confió recomponer los puentes rotos con Junts. O lo que es lo mismo, lograr el respaldo para su investidura de Carles Puigdemont, el expresidente catalán que huyó desde octubre de 2017 de la justicia española. Sánchez se había comprometido a traerlo de vuelta a España para que rindiera cuentas ante la justicia. Y el más difícil todavía llegó días después, cuando los socialistas perdieron un escaño en el recuento del voto exterior. La abstención de los siete diputados de Junts, una posibilidad que los neoconvergentes descartaron, conscientes que de ellos dependía que Sánchez fuera investido o hubiera repetición electoral, ya no era suficiente. Su respaldo era obligado. La investidura seguía siendo la única posible, pero se ponía más cuesta arriba.
Discreto por naturaleza, nada dado a los focos, Cerdán cumplió el pasado miércoles con un objetivo que parecía imposible: el PSOE y Junts firmaron la investidura y cerraron un acuerdo sobre la amnistía. “Ha sido un trabajo duro e intenso, pero el objetivo final se ha conseguido”, resumió el jueves, el número tres del PSOE tras unas últimas semanas de complejísimas conversaciones cruciales para la investidura. Tras reiterar que la línea roja con los independentistas era el cumplimiento de la Constitución, regresó a Madrid pasadas las tres de la tarde. No lo habría hecho sin el acuerdo político cerrado. Fue el sexto vuelo en las dos últimas semanas con origen o destino en Bruselas. Cerdán ha mantenido estas semanas a rajatabla un silencio sepulcral. Sánchez no tolera las filtraciones y las conversaciones con Junts eran las más delicadas de todas. Desde agosto, el negociador ha permanecido sin responder a mensajes y llamadas para conocer los pormenores de las negociaciones. Cargos socialistas que abarcan todo el escalafón del PSOE, desde líderes territoriales a secretarios provinciales, diputados y senadores, reprochan la falta de información estas semanas y les han chirriado concesiones como la inclusión del término lawfare o judicialización de la justicia en el pacto con Junts, que estos años ha denunciado lo que consideraba una persecución política por el procés.
“El presidente ha elegido a Cerdán porque es una persona leal, honesta y acostumbrada a negociar en situaciones complicadas. Siempre mantiene la calma y lo que negocia lo cumple”, valora un barón del PSOE que destaca un factor clave en el éxito de las negociaciones con Junts: Cerdán proviene de la federación de Navarra y eso le otorga “un profundo conocimiento” del mundo nacionalista. “Va de frente y viene de una federación que tiene mucha cultura de negociación, y eso le confiere una visión de la España territorial diferente de la que pueden tener otros en el partido”, comparte un expresidente autonómico. “Tiene autoridad y cuenta con la confianza absoluta de Sánchez, y eso era algo que había que dejar bien claro a Junts”, añade un tercer líder territorial del PSOE.
Lo que peor ha llevado mientras remataba los últimos flecos en Bruselas ha sido el acoso a las sedes socialistas. De padre y abuelo con carné del partido, Cerdán se afilió en 1999 y se metió en política. Durante década y media fue concejal y también teniente de alcalde en su pueblo de 3.300 habitantes, tras dejar su trabajo como técnico de mantenimiento e industrial en el sector agroalimentario. Le indignan las críticas de la derecha por los pactos con lo que denominan “filoetarras” de EH Bildu: durante 12 de esos años, tuvo que llevar escolta al ser un objetivo potencial de ETA. Ahora volverá a tenerla por el riesgo de las amenazas provenientes de sectores de la ultraderecha, según fuentes socialistas.
La decisión de Sánchez de que fuera él, en vez de otros dirigentes del PSOE más mediáticos, el responsable de conseguir el sí de Puigdemont la investidura, no se ha debido únicamente a su condición de no formar parte del Gobierno. Cerdán siempre ha estado con Sánchez, desde el primer momento, cuando casi nadie creía en el actual líder del PSOE tras el convulso comité federal del 1 de octubre de 2016 en el que dimitió, para regresar siete meses después a Ferraz, fuertemente apoyado por la militancia con más de la mitad de los votos en las primarias contra Susana Díaz. Los perfiles de María Jesús Montero, vicesecretaria general y ministra de Hacienda en funciones, o los de los ministros Félix Bolaños (Presidencia) y Pilar Alegría (Educación), también miembros de la dirección federal, aconsejaban su protección del desgaste diario por las conversaciones con el independentismo.
Cerdán reunía además los requisitos apropiados para ejecutar una labor ingrata que tuvo su cénit el 30 de octubre: la escenificación de la recta final del acuerdo para la investidura en un encuentro con Puigdemont donde el PSOE le otorgó la legitimidad política que exigía como contrapartida. Una puesta en escena que sí le generó críticas internas, incluso en federaciones muy afines a Ferraz, por la decisión de mantener la reunión en la sala que Puigdemont había escogido pese a la presencia de una fotografía de gran tamaño de un grupo de personas con una urna en el referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017. También recibió dardos por la tardanza en cerrar el acuerdo con Junts, un proceso que se alargó justo una semana respecto al de ERC. “Su discreción le ha valido su confianza. Y por eso se ha encargado de lo que nadie más podía encargarse. Era la persona perfecta para lo que ha hecho”, sostiene otro líder autonómico del PSOE.
Desde la reelección del líder del PSOE en mayo de 2017, Cerdán no solo ha sobrevivido a las distintas remodelaciones en Ferraz o en La Moncloa. También ha ampliado sus funciones. En aquella ejecutiva federal, tras las primarias fue el número dos de José Luis Ábalos, el entonces secretario de organización. Su papel resultó clave en la elaboración de las candidaturas para las elecciones generales de abril de 2019, las primeras tras la moción de censura que tumbó a Mariano Rajoy y encumbró a Sánchez en junio de 2018. El PSOE renovó el 86% de las listas del Senado y el 80% del Congreso y a Cerdán le tocó el marrón de comunicar a las federaciones de Andalucía y Aragón cómo quedaban las listas en las provincias donde no fueron consensuadas con Ferraz. El navarro limó asperezas y al final el comité federal ratificó las candidaturas por unanimidad. “Es el ejecutor, quien lleva el día a día” en Ferraz, resumía Ábalos mientras compaginaba sus funciones de partido con el Ministerio de Fomento. Por eso a nadie le sorprendió que Cerdán, hasta entonces secretario de Coordinación Territorial y presidente de la Fundación Pablo Iglesias, asumiese las tareas de secretario de Organización en la remodelación del Gobierno que afectó a la sede nacional del partido en julio de 2021.
Desde entonces, ha dirigido el área de organización. En el partido hay quienes piensan que en su etapa de segundo de Ábalos resolvía mejor que ahora. Anónimo para el gran público, dentro del PSOE no tiene enemigos poderosos declarados. Y los incendios internos los ha salvado sin que trascendieran, salvo por el alboroto que se generó en junio cuando la comisión federal de listas —es decir, la sede nacional en la calle madrileña de Ferraz— pretendió relevar al cabeza de lista al Congreso por Toledo, Sergio Gutiérrez, número dos de Emiliano García-Page. El episodio alimentó la tensión latente con uno de los tres presidentes autonómicos que les quedan a los socialistas. Ferraz rectificó su decisión y los tambores de guerra no pasaron de ahí. Los componentes de la lista por Ávila al Congreso renunciaron y también parte de las de Aragón, mientras la secretaria de Igualdad, Andrea Fernández, expresó su desacuerdo en la comisión de listas por el descarte de feministas relevantes y la ausencia de paridad en varias provincias. El comité federal terminó aprobando por unanimidad las listas electorales para el 23-J, a pesar del enfado que generó en algunas federaciones la intervención de la dirección federal a última hora.
“Las cosas como son, conmigo siempre ha ido de cara y ha sido muy noble”, apunta un dirigente que tuvo sus diferencias con las listas. El responsable de otro de los territorios que en su momento discrepó por la composición de la lista de su comunidad al Congreso y al Senado concluye: “Tuvimos una discusión, pero muy educada y aportó sus argumentos. Santos podría no habérmelos dado, pero tuvo tacto. Aunque no compartas la decisión, siempre es más sencillo así”.
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