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Los amenazados carriles bici replantean la movilidad ciclista de Valladolid

PP y Vox defienden retirar vías céntricas en favor del coche porque “la ciudad está atascada”

Carril bici Valladolid
Elena López aparca su bici ante la mirada de su padre Javier López.Emilio Fraile
Juan Navarro

Hubo un tiempo en que a Javier López y a su hija Elena los miraban raro por ir al colegio en bicicleta en Valladolid. Hasta que los demás niños de 10 años se plantaron ante sus padres: “Elena va en bici y yo también quiero”. Los adultos se animaron y descubrieron que también podían ir sobre dos ruedas al cole, a hacer recados o al centro. Ahora, mayores y pequeños comparten afición y medio de transporte, como agradece López, de 48 años y quien está preocupado por el afán del nuevo Ayuntamiento (PP-Vox) por retirar céntricos carriles bici: “Es triste, me da igual el partido”. La niña remacha: “La bici mola”. Pero, a la corporación entrante no le gusta tanto y esgrime que “la ciudad está atascada” y que estas vías obstaculizan el tráfico rodado. La saliente (PSOE-Valladolid Toma La Palabra) agita las estadísticas de movilidad para reivindicar la expansión del velocípedo. Mientras, los usuarios se lamentan.

Desplazarse frecuentemente en bicicleta por Valladolid ofrece múltiples conclusiones: la montan personas de cualquier perfil, los anclajes céntricos suelen llenarse, por las sendas específicas van cientos de ciclistas diarios y el reciente sistema de alquiler público Biki, con mecánicas y eléctricas, triunfa. Un contador en el paseo de Isabel la Católica, cruce con el puente de Poniente, registra la bici 1.000 del pasado miércoles, nublado, pero no lluvioso, hasta última hora, a las 19.21.

Este año van más de 165.000. Por allí pedalean familias con niños, señores de ritmo tranquilo, jóvenes que arrean de lo lindo o mujeres hartas del tráfico. También ha habido bocinazos, coches haciendo pirulas por el carril bus-taxi y muchos vehículos rumbo al casco urbano con solo un ocupante, hasta 18 de 30 contados en dos minutos.

El reparto es de un carril para ellos, otro para bus-taxi y un carril bici junto a la acera. Ese punto, donde suele haber atascos desde la arteria de la avenida de Salamanca rumbo al centro, representa la gran crítica de los antibici y el Ayuntamiento de Jesús Julio Carnero (PP) insiste en suprimirlo. “Se revertirá a la situación de partida”, reza el acuerdo PP-Vox. Adiós al carril de Isabel la Católica y al del puente de Poniente junto al de la avenida de Gijón y el carril-bus de la calle de López Gómez.

Jose María Nova, usuario habitual del carril bici de la avenida de Gijón, en Vallaolid.
Jose María Nova, usuario habitual del carril bici de la avenida de Gijón, en Vallaolid.Emilio Fraile

La ruta ciclista para calibrar si Valladolid “está atascada” comienza en la avenida de Gijón. Por allí rueda José María Nova, de 28 años. “Vengo a diario y aquí solo hay atascos a la salida y entrada del colegio”, esgrime. “No tiene sentido quitarlo, la bici ahorra combustible y mejora la salud”, argumenta, crítico con los vehículos reacios a asumir la velocidad máxima de 30 kilómetros por hora que exige la Dirección General de Tráfico en buena parte de las urbes.

Son las 18.30 y el tráfico fluye sin apenas cola ante los semáforos. Uno de los conductores que aguardan el verde pide “eliminar” ese carril y que las bicis compartan asfalto con ellos. Cerca de ese cruce fue arrollado hace unas semanas Álvaro Barrios, de 15 años, campeón autonómico de ciclismo en pista de 2022, porque un coche no miró la intersección. Fue hospitalizado con la clavícula rota, collarín y contusiones faciales.

Más tráfico confluye en el puente de Poniente. Allí se encuentra Yolanda López, de 63 años, volviendo del trabajo a casa sobre dos ruedas. “¡Fatal quitar una obra ya hecha, hay que disfrutarla, al centro puedes ir sin coche!”, señala. Entre el aparcamiento disuasorio de la cercana Feria de Muestras y la plaza Mayor hay un kilómetro, 14 minutos a paso tranquilo. Un vehículo tarda, al cronometrarlo, 40 segundos en salir de la avenida de Salamanca y plantarse en el puente, pasa 23 parados hasta arrancar de nuevo y añade 27 al detenerse en el último semáforo. Son unos 500 metros que exigen dos minutos de circulación densa.

Andando no se tarda mucho más. Valladolid, muy plana salvo el barrio de Parquesol, acumula unos 130 kilómetros de carriles bici tanto céntricos como periféricos. Un estudio de la empresa TomTom, tras analizar movimientos de GPS en cientos de ciudades globales, expuso a Valladolid en 2021, ya con la nueva estrategia consistorial de movilidad, como la 21 de las 26 menos congestionadas de España. En López Gómez, a las 19.38, hay momentos donde apenas hay vehículos y menos aún embotellamientos. Allí los usuarios del transporte público ascienden al 70% del tráfico, según el Ayuntamiento anterior, aunque ahora quieran revertirlo.

La hora crítica, como siempre, la salida de los colegios y de las oficinas.

El exconcejal de Movilidad, Luis Vélez, refrenda los cambios en el transporte vallisoletano. Los avances sostenibles redujeron un 8% el tráfico respecto a 2019, aumentó un 2% el uso del autobús público y Biki, inaugurado en febrero, ronda los 1.500 usos diarios, aparte de las bicis particulares. “El 30% de los desplazamientos es en vehículo privado, pero ocupa el 70% del espacio público”, destaca Vélez, recordando cómo las vías para buses agilizan este transporte. Los medidores, agrega, revelan aumentos del 60% interanuales en el uso del velocípedo y que la circulación por el cuestionado carril bici de Isabel la Católica creció un 55%.

El exalcalde Óscar Puente, ahora en la oposición, insiste en el riesgo de retroceder en movilidad verde: retirar la ordenanza vigente comprometería 483 millones de euros de fondos europeos supeditados a políticas sostenibles. El nuevo alcalde le ha pedido “no alarmar” a la ciudadanía. Además, ha asegurado trabajar hacia una “ciudad climáticamente neutra” pese a haber prometido en campaña reducir la zona de bajas emisiones, de orden comunitaria, “a la mínima expresión”, y matiza que esa millonada supone el resultado total de “beneficios para la ciudadanía” y no “ayudas” como tal.

Carril bici
Un ciclista junto al cartel luminoso de la avenida de Isabel la Católica que indica el número de usuarios diario y anual del carril bici.Emilio Fraile

El semáforo junto a la controvertida intersección permite cruzar puntos de vista. Los ciclistas censuran unánimemente el plan de suprimirlos. Celia Herranz, paseante de 22 años, vive en Madrid y reprocha, junto al panel que computa más de 155.000 ciclistas en 2023, que “los atascos en hora punta” han provocado que sus padres en vez de conducir a llevar a su hermano al colegio deban recurrir al autobús. La sustitución del automóvil privado por el transporte público es un eje de la movilidad sostenible. Alba Fernández, de 23, apenas va en bici, pero cree “fatal que quiten los carriles porque ya hay una inversión y es una locura, la gente tiene que dejar de coger el coche”. “¿Por qué no preguntáis por qué la gente va al centro en coche?”, sugiere.

Por la calle de Teresa Gil, rumbo al céntrico aparcamiento subterráneo de la plaza de España, varias personas admiten hacer uso del vehículo. La gran mayoría vive en el alfoz, se mueve por motivos laborales y critica que “en transporte público se tarda mucho más”. Una vez en la boca del aparcamiento aparece Alejandro García, de 55 años, presumiendo de esos hábitos: “Lo hago porque me gustan los coches, disfruto conduciendo”. Reside en Parquesol, con frecuentes conexiones de bus hacia el núcleo urbano. Según va hablando, se crece: “Me gusta conducir y contaminar, cuanto más grande y más contamine, mejor”. “De gasolina y que haga mucho ruido”, exclama, orgulloso, mientras se pierde entre la oscuridad de las escaleras del aparcamiento con un sonoro “que les den por culo a las bicis” presto a arrancar su coche de gran cilindrada para cubrir los cuatro kilómetros que lo separan de su garaje.

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Sobre la firma

Juan Navarro
Colaborador de EL PAÍS en Castilla y León, Asturias y Cantabria desde 2019. Aprendió en esRadio, La Moncloa, buscándose la vida y pisando calle. Grado en Periodismo en la Universidad de Valladolid, máster en Periodismo Multimedia de la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo EL PAÍS. Autor de 'Los rescoldos de la Culebra'.

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