Alberto Casero, el diputado del PP que erró su voto: “Estoy destrozado, estoy fatal, la que he liado”
El popular, que se equivocó cuatro veces en su voto telemático clave para aprobar la reforma laboral, es la mano derecha de Teodoro García Egea
”Lo estoy pasando fatal, estoy destrozado, la que he liado”. El diputado del PP Alberto Casero se confiesa así de hundido a varios compañeros del partido en el vomitorio lateral de la salida derecha del hemiciclo del Congreso que da acceso directo a uno de los baños habilitados en esa M-30 que circunda el pasillo de la Cámara baja. Está enfermo. Ha comunicado a la dirección de su partido que padece gastroenteritis aguda hace varios días y se encuentra en muy mal estado. Son alrededor de las 18.45 horas del jueves. Ha pasado una mala tarde, pero sus últimos 60 minutos han sido de infarto. El Gobierno de coalición acaba de salvar sobre la bocina y por un solo voto (175 síes frente a 174 noes) la reforma laboral, promesa estrella de la legislatura. Casero, consciente de sus limitadas condiciones físicas en esos momentos, había optado por no salir de su domicilio en Madrid y votar telemáticamente. Lo hizo a las 17.45 horas. El pleno, largo y con varios puntos relevantes en el orden del día junto a la reforma, debía terminar con 17 votaciones diferentes. Casero se equivocó en cuatro. No fue la primera vez ni la décima.
La Presidencia de la Cámara mantiene habilitada la posibilidad de votar tanto presencial como telemáticamente ante la reciente virulencia de la sexta ola de la pandemia. Hasta el 19 de marzo de 2020, cinco días después de decretarse el primer estado de alarma, el voto telemático era casi una entelequia en las Cortes. Estaba previsto por una resolución de la Mesa desde 2012 pero para casos muy excepcionales, enfermedades graves o mujeres que acababan de dar a luz. Para evitar errores y confusiones, los pocos parlamentarios que usaban así ese servicio recibían además una llamada de letrados de la Cámara para confirmar que no habían cometido ninguna equivocación en su voto. El asunto no suscitaba ninguna controversia.
La extensión del virus obligó a actualizarse, la Mesa acordó por unanimidad en marzo de 2020 que ante el confinamiento masivo que suponía la pandemia debía habilitarse algún sistema de voto telemático más moderno, práctico y ágil. La aplicación se puso en marcha, las votaciones se fueron sucediendo y todos los grupos registraron numerosos errores de algunos de sus diputados. Unos pocos trascendieron mediáticamente. Alguno de esos diputados, el exministro José Luis Ábalos o la secretaria general de Vox Macarena Olona, al constatar sus fallos personales al votar en su portátil intentaron solventar el caso con los servicios técnicos de la Cámara o acudiendo al hemiciclo para repetir allí de nuevo el voto. El sistema no lo permitió. Rechazó siempre esa segunda votación, según confirman fuentes oficiales del Congreso. Las mismas fuentes ratifican que en todo este periodo jamás se ha producido un fallo del sistema, como intentó argumentar en un primer momento el PP cuando observó tras el apretado resultado final que podrían haber ganado ese envite al Gobierno y haber propinado algo más que una derrota al Ejecutivo de Pedro Sánchez y a la proyección política de la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz.
El diputado Casero votó telemáticamente desde su domicilio de Madrid (es extremeño) según él ha indicado al PP a las 17.45 horas, dentro del plazo permitido por la Cámara. No es muy complicado. Entró en la intranet facilitada por el Congreso, accedió a los enlaces de las 17 votaciones del día, y en cada una pulsó según su criterio sí (marcada en verde), no (rojo) o abstención (amarillo). Erró cuatro veces. A la reforma laboral votó sí, y el PP votó no. A su tramitación como proyecto de ley votó no, en contra de lo que pedía el PP. Votó incluso no contra una moción de su partido. Y votó a favor de un dictamen de una reforma del Código Penal del Gobierno para castigar a los que acosen frente a las clínicas abortistas, en su caso además sin la excusa que tuvieron otros nueve compañeros de su partido que pudieron achacar el error a una mala indicación de la secretaria general del grupo, Isabel Borrego, que levantó el dedo equivocado para marcar la pauta. Cuando Casero terminó de votar en su casa, el sistema le pidió una ratificación y luego certificó que había votado apropiadamente. El diputado vio entonces, según su versión dada por el PP, que las votaciones que había realizado no coincidían con su pensamiento y se alarmó. Entró en pánico. En los siguientes 10 minutos, entre las 17.45 y las 17.50, llamó a la secretaría general de su grupo y alertó de lo sucedido. El grupo llamó a la vicepresidenta segunda, Ana Pastor, que intentó contactar con la Presidencia. No era fácil en esos minutos frenéticos localizar a casi nadie por el Congreso. La presidenta, Meritxell Batet, había concedido un receso para ordenar precisamente las votaciones telemáticas antes de comenzar, a las 18.15, las presenciales. Los parlamentarios salieron a los pasillos, el patio y los locales de la zona a relajarse un poco, fumar y comentar la jugada de la jornada, que se había iniciado nueve horas antes.
Ante el callejón sin salida al que se abocaba, Casero optó por dirigirse a la carrera al Congreso. A las 18.15 señaladas, antes de comenzar la votación anunciada, Pastor y Guillermo Mariscal, de la dirección del grupo popular, accedieron a la zona de la Presidencia para advertir a Batet de la situación y pedir in extremis que se anulase el voto telemático de Casero y se le dejase votar en la sala. El diputado aún no había logrado llegar. No estuvo durante todo el pleno ni en ninguna votación, como refleja su escaño todo el tiempo vacío en el vídeo oficial. La presidenta, ya sin margen temporal, dio comienzo a las votaciones a las 18.19 horas. La de la reforma laboral se produjo a las 18.32: 175 síes, 174 noes. Batet mira al secretario general del Congreso y dice: “Por lo tanto, no queda, queda derogado el decreto...” Vuelve a mirar al letrado mayor. Sánchez, Díaz y Nadia Calviño están desconcertados en la bancada azul del Gobierno. No son los únicos. El presidente apunta a sus vicepresidentas: “Ha sumado mal”. Batet vuelve a buscar el apoyo del funcionario de mayor rango del Congreso y le aclaran el fallo. La reforma prospera.
Son las 18.40 y es entonces cuando la portavoz del PP, Cuca Gamarra, pide la palabra y alude al avisado error informático de Casero sin citarle. El diputado comunica por teléfono a Mariscal que ya está fuera de la sala, pero que los ujieres no le dejan entrar por orden del vicepresidente primero del Congreso, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis. En condiciones normales las puertas del hemiciclo se cierran cuando se llama a votar. Con la pandemia esa norma de la casa se ha relajado. Algunos parlamentarios la vulneran, pero no pueden repetir votos. El sistema no deja.
Batet interrumpe a Gamarra, pregunta al letrado mayor y este le indica que los errores del sistema no son posibles. La presidenta del Congreso responde a Gamarra en genérico que “la Mesa” conoce la situación, pero que no ha lugar a la queja y que la votación ha terminado y es válida. Esa alusión a la Mesa como si se hubiera reunido ese órgano de decisión es a lo que se agarrará ahora el PP (asumido el fallo humano de Casero) para recurrir todo este proceso, la votación y llevarla hasta el Tribunal Constitucional. La presidenta entendió que su criterio, constituida como estaba la Mesa por el pleno y asesorada en persona por el letrado mayor, ya valía.
Casero, terminada la sesión, logró al fin entrar en la sala y sentarse nervioso y sudoroso en su escaño. Estuvo un rato solo. No dio explicaciones a sus compañeros. Fue ahí, cuando acabadas todas las votaciones, se montó un escándalo que no captan las cámaras ni pudieron ver los periodistas. Ocurrió entre la salida de Batet del hemiciclo y su refugio en su despacho. El secretario general del PP, Teodoro García Egea, protector del diputado Casero, secretario de organización del partido y su mano derecha para ejecutar sus instrucciones, empezó a gritar a Batet por su nombre de pila: “¡Meritxell, estas no son formas de irse, así no te vayas!” Diputados del PP que vieron la escena admiten que Egea se dirigió a Batet con poca educación y nada institucionalmente.
Terminado el pleno, Casero bajó de su escaño y por el vomitorio se encaminó al aseo. En cuanto pudo, se retiró a su casa. El PP, dos horas mas tarde, convocó una rueda de prensa sin preguntas y lanzó el argumento del fallo informático y el intento de “pucherazo democrático” que ayer denunció su líder, Pablo Casado. A Casero y su pandilla de compañeros que pernoctan entre semana en Madrid, en el PP los denominan Los Geypers, en alusión a aquellos juguetes de hace varias generaciones que representaban hombres de acción.
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