Martin Urrutia, más allá de ‘OT’: “Yo soy otras cosas, muchas cosas”
Salió de la academia de ‘Operación Triunfo’ como uno de los concursantes más queridos del programa y aun hoy, cuando estrena ‘Mariliendre’, una producción de Los Javis, su trayectoria solo parece haber empezado

El 30 de marzo de 2024, Martin Urrutia cumplió 19 años. Su familia le organizó una celebración en Bakio, el municipio vizcaíno donde han veraneado toda la vida. Él lo recuerda especialmente porque fue el momento en que por fin le pudo la ansiedad. Lo que veía: una estampa familiar en todos los sentidos, para un hito personal, anual, cotidiano. Lo que pensaba: que en los últimos meses había pasado de ser un alumno más del instituto Ibarrekolanda de Bilbao a ser un personaje extremadamente público por haber entrado en la academia de Operación Triunfo (OT) y haber llegado hasta la final. Que tras tres meses de encierro en el programa, había salido hacía unas semanas, bajo todo el chaparrón de la fama, y su vida era algo irreconocible. Que en tres semanas debía estar cantando el primero de los 13 conciertos de la gira de OT por ciudades de toda España que en muchos casos él nunca había pisado. Que también tenía que promocionar el single que su discográfica publicaría en un par de días, la primera piedra de su carrera musical. Que debía preparar el papel como actor que le habían asignado en una producción de Atresmedia y Suma Content, la productora de Los Javis, en lo que sería su primer rodaje y su primera experiencia audiovisual. Que todo lo que hacía resonaba en redes como si él tuviera una cartera ministerial y que por tanto todo lo que hacía podría tener ramificaciones impredecibles en su futuro. Que por primera vez en su vida tenía novio estable, Juanjo Bona, otro concursante del programa, a quien su familia estaba, además, conociendo ahora también. Que tenía que irse de casa por primera vez y mudarse a Madrid. Que aún no tenía piso. Que tenía que madrugar, ensayar, probar vestuario, probar cámara, responder, aprovechar, asimilar. Y que tenía que cumplir 19 años.
—Y mi familia ahí, todos superfelices, celebrando el cumpleaños de alguien que es ajeno a mí, porque yo no sé qué estoy haciendo aquí, en este pueblo, en este día que hace malísimo.
La semana pasada, Martin Urrutia cumplió 20 años. El diagnóstico más tacaño que se le podría hacer es que, como mínimo, es alguien que ha sobrevivido a aquella racha. Muy seguramente se puedan decir otras cosas: que es uno de los mayores iconos españoles por debajo de los 25, que es una estrella en ciernes que empieza, con calma, una carrera que puede durar décadas. Su primer álbum está en marcha, aquel aterrador rodaje hoy es Mariliendre, una serie que estrena atresplayer este 27 de abril y que por ahora ha sido aclamada allá por donde se ha exhibido (el Festival de Málaga, el Séries Mania de Lille, el Crossover Series Festival de San Sebastián) y él finalmente vive por su cuenta en un piso en Madrid. Casi todo lo que tenía por delante sigue ahí, todavía, en el futuro: él todavía es una promesa, un veinteañero. Pero es un veinteañero que ha pasado por todo eso. No hubiera podido cualquiera.
A simple vista esta buena mañana de lluvia, en la Casa de Campo de Madrid, se diría que mantiene el carácter llano que mostraba en OT y que le convirtió en uno de sus concursantes más populares de los últimos años. Esa capacidad de hablar como si fuera, precisamente, cualquiera, de estar igualado con el interlocutor que se le ponga delante. Es un veinteañero que ha pasado por todo y que sigue aferrado a su normalidad.
Si se le pregunta cómo lo ha hecho, responde con cierta reverencia, como si el preguntador no fuera encabezado a una obviedad: “Me he apoyado en mi familia, en mis amigos y en Juanjo”. Pero una respuesta tan obvia que solo puede darla alguien que tenga esa rara combinación de tablas de estrella y una red familiar que le permita ser estrella sin perder la cabeza. Si Martin está en este camino es porque la tiene.
Para conocer a Martin, en fin, hay que conocer su hogar.
Nacido en 2005, se crio en un piso en Las Arenas, uno de los mayores barrios de Getxo, con sus padres y sus dos hermanos pequeños (hermano y hermana). Daba ya el perfil de alguien que acabaría en un escenario. “Era un terremoto. Siempre por ahí cantando, bailando, haciéndole espectáculos a mi familia con mis hermanos. Canciones de Abba de Mamma Mia!, temas de otras ediciones de OT”. Sentía vocación de actuar y de cantar (en ese orden), una inevitabilidad más bien: “Para mí, nunca ha sido ‘una cosa que me gustaría hacer’ y ya está. Era fundamental. Había muchos comentarios de: ‘Bueno, tienes que tener un plan B’. Yo era muy cabezón: ‘No hay plan B, no existe’. No veía verdaderamente otro camino”.
Se empapó de los clásicos de la época. “Viví mucho la época de Disney Channel: yo me veía ahí bailando, haciendo esos números, algo en mí me decía que iba a acabar en algo de eso”. (Otras obsesiones más recientes: “Timothée Chalamet”, “la filmografía de Luca Guadagnino”, “la fotografía”, “la serie Victorious, ¿la has visto?”). No estaba solo: “Tenía también a mi mejor amiga, Lea, que también ha bailado y cantado siempre. Éramos como Pin y Pon, siempre por ahí, por los pasillos del colegio. Creo que éramos un poco pesados”.
Socialmente, era del bando de los populares. “Pero tampoco el más popular. Mi colegio era: amigas, descubrimiento personal, estar en las nubes, ser un poco soñador”, resume. El salto a la ESO. “No quiero ir de especial, pero verdaderamente a mí salir de fiesta no me motivaba nada. Yo era de quedar en un banco a hablar, hacer esos planes. También soy muy casero, de estar en casa jugando a videojuegos o lo que sea”. Ese rasgo resultaría fundamental dentro de unos años. Alerta que ahora, en Madrid, es más fiestero (si no lo es ahora…).
Dos hitos vitales de entonces. Primero, el despertar sexual: “Hubo un descubrimiento a los 13 años, primero de la ESO. Pues que había tíos en mi colegio que me gustaban, en los que me fijaba”, asiente con la cabeza. “Yo me metía en la cama por las noches y, lo típico, te pones a pensar la gente que te gusta, pues mi mente se iba a los tíos. Me forzaba un poco a mí mismo a decir, a ver, esta chica, tal. Pero al final me decía: Martin, no”. ¿Por miedo? “Claro, en los primeros momentos… Cómo voy a decir esto, cómo se lo va a tomar la gente, va a cambiar la percepción que tienen de mí”. Por si alguien espera el drama tradicional de una salida del armario: “En mi familia jamás fue algo negativo. En el colegio, ese año mucha gente de repente empezó a abrirse con su sexualidad. O sea, que fue increíble”. Lo impensable hace 15 años.
El segundo hito, dos años después, cuando Martin ya tenía 15: “La covid”, baja el mentón. “Pues en casa, en un momento muy de adolescencia. Estaba superrebelde. Antimascarilla, antiencierro, antitodo. Quería salir, no me creía nada. No hacía los deberes virtuales que nos mandaban, nada. Tuve muchas movidas con mi madre”. Y encontró un refugio: OT, edición 2020 (TVE). Según miraba, sentía como cuando veía Disney Channel y sabía que él eso lo podía hacer, como cuando cantaba por casa y sabía que no había plan B. Lo mismo, pero multiplicado. “Me enganché al formato y dije: vale, aquí tengo que estar yo. Lo vi claro. Hasta los 18, estuve pensando, visualizando, diciendo a la gente: cuando yo esté en OT...”. Al poco, Prime Video anunció que había comprado el formato y que habría edición en 2023. “Cuando fue al casting en Bilbao [el 12 de julio], me presenté a tiro fijo, como que solo era un primer paso hasta entrar”. Y OT sería el primer paso hasta todo lo demás.
Operación Triunfo 2023 se estrenó el 20 de noviembre. Martin era uno de los protagonistas de la edición en cuestión de semanas. Era ese concursante con tendencia natural a la tierra, a estar en el presente, sin historias ni máscaras. Una estrella aferrada a su normalidad. Su presencia resultaba fácil de descifrar y eso le hacía magnético.
“Enamora cuando lo ves”, resume Noemí Galera, directora de la academia del programa. “En OT los fans votan por afecto. Puedes cantar peor o mejor, pero si logras traspasar pantallas, te apoyan. Y Martin tiene una voz muy propia, pero sobre todo es muy buen tío. Una mezcla de verdad, dulzura. Una mirada limpia”.
Martin es más parco al intentar explicar su éxito: “La versatilidad que mostré, mi personalidad... Digo yo”, se traba.
—No todo el mundo podría entrar en la academia.
—Eso lo oigo mucho, ‘Yo no podría, yo no podría’. Puede ser. O no. Estar en OT es algo muy específico. Una vez entras, el cuerpo se acostumbra al entorno: una casa donde tienes un horario, una rutina. No va más allá de eso. Tú vives tu vida con tus compañeros y estáis todos igual de perdidos. Eso es lo especial de OT y de la gente que entra. Ves las cámaras moverse, te mides un poco, hay cosas que no dices, pero no estás constantemente pensando en eso.
Se empezó a hablar de él como una versión 2023 de Amaia Romero: esa mezcla de talento, ambición y una falta de pretensiones. “Es un honorazo, la verdad”, sonríe. “Será por la manera de fluir, por la calma. Aunque yo de puertas afuera soy tranquilo, pero soy puro nervio. Como todo el mundo, supongo”. Actuaciones memorables: Murder on the Dancefloor (la undécima semana), Ya no te hago falta (la décima), Golden Hour (la final). Se enamoró de Juanjo: “Un programa que nos tiene encerrados; las condiciones vitales de Juanjo; las mías. Conectar, apoyarnos mucho en un entorno muy concreto. Salir apoyándonos aún más. Eso crea una unión que no es una relación normal”.
Cuando le tocó salir, el 11 de febrero, un empleado de la productora Gestmusic le leyó todas las ofertas que le esperaban. “Te comentan lo que pasa contigo, qué ofertas tienes, cuál va a ser tu ruta ese mes, esas semanas”, explica Martin. “Fue muy especial salir de un programa como OT y ver que tenía gente del mundo actoral interesada”.
La noticia inesperada del día: Los Javis querían hacerle un casting para su nueva producción.
“Cuando conocimos a Martin en una visita a la academia de Operación Triunfo, sentimos algo parecido a lo que sentimos con Amaia, una mezcla de inocencia, determinación y talento bastante difíciles de ver en alguien tan joven”, explica Javier Calvo, productor de Mariliendre. “Martin solo tenía 18 años. Él quería ser actor y así lo había manifestado y le gustaba mucho nuestro trabajo. Supimos que teníamos que hacer algo con él, porque veíamos ahí el talento y veíamos el potencial”.
Aquel 11 de febrero era lunes. “Pues ese mismo jueves, cuatro días después, estaba haciendo su primera prueba”, cuenta Javier Ferreiro, creador y director de Mariliendre. La oferta fue todo un giro de guion, un serio reto en la vorágine de un exconcursante recién salido de OT. Estaba la gira, la presión por el primer álbum. Estaba Juanjo. Estaba la mudanza a Madrid. “[Los participantes de OT] Teníamos una agenda que no sabíamos por dónde cogerla. Eventos, estrenos... Íbamos a todo, los 16, rondando por Madrid, una ciudad en la que yo había estado dos veces en mi vida. No tenía mucho tiempo para pensar en lo que te está pasando, para asimilar. Estás en modo automático”.
Pero también estaba esa sensación de ser pequeño de Las Arenas: no había otra opción. Martin sintió que podía. Aceptó. “Venga va, a rodar, lo que sea”, recuerda haber pensado.
“La primera parte del rodaje recuerdo ir muy disociado, muy perdido, automático”, abunda. “Muy dudoso de mí mismo. No me dejaba fluir”.
“Tenía mil cosas en la cabeza”, rememora Ferreiro. “Recuerdo un día, rodando un exterior de noche, a las cuatro o cinco de la madrugada, en Tribunal. Martin en su posición, esperando a oír el grito de ‘acción’. Veías que se dormía, se dormía de pie. De repente veías que esa era su versión más niño”.
Si Martin aceptó es porque tenía esa fórmula no tan secreta pero sí inusual: talento pero también la familia, las amigas, el novio y la cabeza para acompañarle. “La familia es muy importante con esta gente tan joven que le pasan estas cosas tan heavies”, alerta Galera. “Te ponen los pies en la tierra. Los amigos pueden hacerlo, sí, pero también pueden decirte solo lo que quieres oír. Si alguien no te pone en tu lugar te vas a la mierda”.
“He tenido muchos factores a favor”, desentraña él. “Había algo en mí yo creo que innato de seguir el camino y perseguirlo. Pero mis padres nunca me han parado los pies, ni me han hecho sentir mal por tener estas ambiciones. Mi entorno de amigas también ha sido siempre muy soñador y artístico”.
A mitad de Mariliendre, algo cambió. “En una serie humorística con el sello Suma, hay que fluir mucho, darte permiso para improvisar, a veces. Reír. Eso lo fui cogiendo a medida que fue avanzando el rodaje”, cuenta Martin.
Empezó a estar más ubicado. “Le veías relajarse, disfrutar”, cuenta Ferreiro. “Un día, grabando en una discoteca una versión de Cuando tú vas, de Chenoa [presentadora en su edición de OT], le estaba mirando y decía: ‘Está disfrutando como un niño chico’. Al acabar, me abrazó: ‘Está siendo uno de esos días más felices de mi vida”.
En la serie, Martin interpreta a Jeremías, el mejor amigo de la protagonista un tiempo. “Guaperas, encantador, un poco pijo”, enumera Ferreiero. Además de cantar, el papel le permite mostrar un lado más sexual que en el chaval dulce de OT solo se intuía: “No me da pudor porque es un personaje en una serie con un tono específico”, alerta. “Me gusta verme ahí porque yo también tengo un punto así. Pasional”.
Incluso para las docenas de miles de fans que le han seguido hasta ahora, esta nueva etapa va a resultar reveladora. Martin Urrutia es Martin de OT, pero Martin de OT no es todo lo que es él. “La gente entiende que te ha visto de un contexto en el que sales de un programa de televisión, que tampoco te conocen en la realidad. Tú sabes que no te conocen tanto como la gente cree y eso te da un poco de seguridad. De decir: no estoy tan descubierto. Me han visto en un contexto pero yo soy otras cosas, muchas cosas”.
—¿Aun ve vídeos de aquella época?
—Soy muy de que me entra la nostalgia a saco y puedo estar una hora viendo vídeos. No es muy beneficioso porque me anclo ahí bastante. Luego me acuerdo de que ya no estoy ahí, que estoy en Madrid, haciendo una vida muy diferente y muy posterior, y me amargo un poco. Pero es tan bonito ver los momentos, los recuerdos, las actuaciones.
Y, en el futuro, ¿lo mejor que podría pasar? Calvo cree que ya ha sucedido: “Superó todas nuestras expectativas. Es una persona que se transforma radicalmente cuando canta, baila y actúa. Eso es lo que para nosotros es una estrella”.
¿Y lo peor que podría pasar? Martin, sin pestañear: “Que Mariliendre no guste”.
Galera: “Que se lo crea. Que se duerma en los laureles. Dejar de estar en formación constante. En un año ha pasado de salir del instituto a compartir mesa con Pedro Almodóvar [en casa de Los Javis]. Con 18 me pones a mí en una mesa así y yo pierdo el oremos”.
Ese problema quizá ande lejos aún. La mayor tentación del chaval de Las Arenas al que se le acaban de cumplir todos los sueños de golpe es haber descubierto que no hacer nada, lo impensable hace un año, tampoco está mal. “Me estoy permitiendo más descanso”, admite. “A veces lo paso mal: joder, Martin, haz algo. Pero no, no, no, no. Tírate y disfruta. Parece que es un tabú. Pero acabar de comer y estar tres horas tirado…, qué placer”. Todas las historias de éxito, en algún momento, suenan así.
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