Arte y democracia en Suiza, una relación con historia
Un paseo por el remodelado Stadtcasino de Basilea, del estudio Herzog & de Meuron, inspira una reflexión sobre cómo los ciudadanos suizos cuidan la creación artística
La arquitectura es una de las expresiones artísticas que más impacto tiene en los ciudadanos. Pienso en ello mientras visito, para asistir a un concierto, la remodelación que ha realizado el estudio Herzog & de Meuron del Stadtcasino de Basilea, uno de los auditorios más antiguos de Europa y uno de los edificios más queridos por los habitantes de esta ciudad suiza, pues desde su fundación en 1876 se convirtió en un punto de encuentro cultural. La restauración, iniciada en 2012 y culminada en 2020, se ha llevado a cabo en su exterior (recubriendo el hormigón con madera y recuperando cornisas) y en su interior (poniendo en valor los fundamentos estilísticos del siglo XIX) y ha unido, por fin, la sala de conciertos y el casino, combinando elementos neobarrocos y contemporáneos.
Antes del concierto de Nigel Kennedy, desciendo a la sala de descanso de los músicos y descubro el busto del director de orquesta Paul Sacher y otro de su amigo el compositor Béla Bartók, que gracias al primero estrenó aquí en 1937 su Música para cuerdas, percusión y celesta y, tres años después, su Divertimento para orquesta de cuerdas. Paul Sacher fue un hombre muy querido en Basilea. Al casarse con Maja Stehlin, coleccionista y filántropa, y viuda de Emanuel Hoffmann, heredero de la empresa farmacéutica Hoffmann-La Roche, pudo dedicar parte de su fortuna al mecenazgo de la música del siglo XX.
Entretanto, un amigo me recuerda que en 2006 Zaha Hadid ganó el concurso para rediseñar el edificio con un proyecto en opinión de muchos delirante. Pero dado que la tradición suiza establece que la ciudadanía tiene la última palabra en cualquier gran proyecto que implique gasto público, tuvo lugar un referéndum en el que el 62,6% de los votantes rechazó la propuesta.
Esa votación no fue la primera que pretendía salvaguardar el patrimonio artístico. En 1967 se produjo el llamado “milagro de Basilea”, cuando miles de jóvenes se manifestaron en defensa de dos picassos expuestos en el Kunstmuseum y que pertenecían a la familia Staechelin, que, necesitada de dinero, los quiso vender. Fue el año del All You Need Is Love de los Beatles, de ahí que en las pancartas se leyera “All you need is Pablo”. En juego estaban Los dos hermanos, de su época rosa, y Arlequín sentado, retrato de su amigo Jacint Salvadó, con traje de Cocteau.
No faltaban compradores dispuestos a pagar lo que fuera, pero al final se pactó un precio de 8,4 millones de francos suizos. El Gobierno aprobó destinar una partida de 6. La oposición, que consideraba aquello un dispendio, logró forzar un referéndum. Entonces la juventud se levantó en la calle pidiendo el voto en favor del pago para conservar los picassos. Se ganó por mayoría. Los 2,4 millones que faltaban se consiguieron mediante recaudación popular y donaciones.
Cuando en Mougins Pablo supo lo que acontecía en Basilea se conmovió de tal modo que ofreció al Kunstmuseum cuatro cuadros que todavía se ven hoy: Hombre, mujer y niño; Venus y amor; La pareja, y un boceto de Las señoritas de Aviñón.
Para celebrar la victoria, Maja Stehlin descolgó de su salón Le poète, colocó el picasso en su coche, condujo hasta el Kunstmuseum, llamó al director y le dijo: “Quiero completar la donación, todo tuyo”.
Sí. El arte no tiene límites (en Basilea).
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