Todobarro, el taller que recupera las técnicas tradicionales de la arcilla y que ha enamorado a Zara Home
Visitamos el tejar malagueño que elabora sus piezas recuperando el proceso de cocción tradicional de los suelos de barro de la zona


Pedro Rosa (Málaga, 52 años) comenzó con el proyecto de Todobarro después de lo que él llama “la travesía del fracasado”. La crisis de 2007 arrasó con los negocios que tenía de materiales rústicos para proyectos de interiorismo. “Nadie te prepara para un fracaso empresarial. Eso hay que vivirlo, por mucho MBA que se haya hecho… Me llevó unos ocho años levantarme”, relata. “Ahora se habla del fracaso con mucha más naturalidad, pero hace 20 años no. Quien se ha podido dar una segunda oportunidad de este tipo a sí mismo, para mí es como de otro pedigrí. Se lo noto hasta en la mirada”.
Tras unos años amargos, con la ayuda de su familia, pero también gracias a Antonio Ruiz, dueño de un tejar, consiguió salir adelante. Fue por él que se instaló en uno de esos tejares tradicionales de Vélez-Málaga que antes se dedicaban a hacer tejas de manera artesanal aprovechando el barro rojo de la zona pero que ahora hacen pavimentos. En su trayectoria previa, Pedro Rosa se había dedicado, entre otras cosas, a la recuperación y venta de suelos antiguos de barro procedentes de casas tradicionales o de cortijos, que iban a ser sustituidos por materiales más contemporáneos. Levantarlos sin dañarlos es relativamente sencillo y conservan una pátina especial que no tienen los nuevos, muy apreciada en otros países como Francia o Estados Unidos.

Antonio Ruiz le dio la oportunidad en 2017 de empezar a experimentar con el diseño de nuevas geometrías y formatos, jugando también con los colores. Tras su accidental fallecimiento, Pedro Rosa continuó esta actividad en el tejar cercano de los Hermanos Lobillo, con el que hoy se encuentra asociado y es donde produce una parte importante de las colecciones de Todobarro. Recientemente, han incorporado un tejar vecino tras la jubilación del dueño.

Antes de la crisis de 2007, en Vélez-Málaga había unos 40 tejares. Hoy quedan 14, aunque se estima que solo alrededor de 10 están en funcionamiento. Su estructura es muy sencilla. Cuentan con una zona de acopio de las arcillas, un molino y una amasadora, donde se hacen las diferentes mezclas de barro con las que trabajan, cada uno con sus fórmulas; unas estructuras a modo de grandes invernaderos donde se cortan las piezas, es decir, donde se acomoda el barro manualmente en los moldes de baldosas o azulejos y después se dejan secar en grandes estanterías; los hornos, que en el caso de los Hermanos Lobillo son de estilo árabe. En su tejar hay dos figuras que todavía trabajan al estilo tradicional: el cortador y el ahornador. El primero es quien dispone el barro en los moldes, dejando su huella y las imperfecciones propias de su proceso manual en las piezas. Puede llegar a hacer hasta 2.000 unidades al día, que va dejando secar en las grandes estanterías de los invernaderos.

Es mediados de septiembre y aún hace un calor de canícula. Fernando Ortiz, en pantalón corto y con la radio a todo volumen, es el cortador del tejar. Hasta hace poco, este trabajo lo hacía en el suelo. “Aún tenemos cortadores muy buenos que tienen 40 años, pero la gente joven ya no quiere hacer esto. Probablemente, la de Fernando sea de las últimas generaciones que lo hagan”, apunta Pedro Rosa.

Aparte del cortador y el ahornador, no hay más aportación manual en el proceso. “El resto de las fases sí que se ha ido industrializando. Por ejemplo, el amasado, que antes se hacía en una especie de fosa y se pisaba. Pero amasar no aporta valor al proceso”.

Después de pasar entre diez días y tres semanas de secado en las estanterías, las piezas van al horno. El ahornador, el maestro que controla el fuego, comienza el encendido usando leña de aguacate y, más tarde, añade hueso de aceituna. Organiza turnos para vigilarlo durante los cuatro o cinco días que está cociendo y va dando instrucciones. Mientras, varios perros van de un lado a otro a su aire. De repente se oye un relincho… La vida en el tejar es, en cierto modo, un poco primitiva y salvaje. “Un día apareció por sorpresa una auditora de calidad de Zara Home. No se podía creer que aún trabajáramos así, de modo que vino a comprobarlo”, recuerda Pedro Rosa. “Nos dio la enhorabuena, no se podía creer que algo así pudiera existir todavía en España”. La supervivencia de este tipo de manufactura está tan valorada, pero, a la vez, es tan dura y frágil, que quienes aún la preservan son como héroes con pies de barro.

Después de haber sacado colecciones innovadoras en cuanto a formatos, colores y posibilidades de composición —de la mano de diseñadores como el estudio Leblume, Carlos Jiménez o Jorge Herrera—, Zara Home se interesó por desarrollar conjuntamente un producto con Todobarro: una serie de azulejos de color marrón y crudo. Partiendo de esta manufactura artesanal, las piezas para Zara Home pasan después por un proceso de envejecido, que es una fórmula propia de Todobarro, por el que se desgastan de manera aleatoria. Ese desgaste tan atractivo que tienen los suelos de barro antiguo es lo que en su día fascinaba a Pedro Rosa, el efecto que ha tratado de conseguir desde que se pusiera a hacer sus propias colecciones, con una nostalgia futurista en la que la manufactura artesana convive con desarrollos innovadores.

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