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Kiko Kostadinov, diseñador: “Nunca quise que la marca girase sobre mi experiencia como inmigrante”

Su padre trabajaba en la construcción y su madre limpiando. A los 16 años dejó su Bulgaria natal. Hoy, con 36, firma colecciones que son cartas de amor al diseño de ropa para hombre

Kiko Kostadinov
Carlos Primo

Hubo un momento en que Kiko Kostadinov (Plovdiv, Bulgaria, 36 años) tuvo miedo de convertirse en alguien que no era. Fue en 2019, cuando se dio cuenta de que sus colaboraciones de zapatillas con la marca japonesa Asics se habían vuelto tan populares que, de haber querido, podría haberse reconvertido en diseñador de sneakers. Pero aquella no era su intención. “A la gente le gusta encasillarte y yo no quería estar en una casilla, sino en el centro de la sala, para ir a donde me diera la gana”, explica el diseñador por videoconferencia desde su taller en Londres. “La solución fue dejar de hacer esa colaboración. Durante cuatro o cinco años dejamos de sacar zapatillas en nuestros desfiles, porque todas las marcas deportivas estaban colaborando con diseñadores y se había vuelto aburrido”.

En 2025 es fácil constatar que el giro de timón dio resultado. En 2020 Kostadinov empezó a desfilar en la Semana de la Moda de París. Solo ropa, solo colecciones propias. El año pasado su firma homónima abrió oficina en la capital francesa e inauguró sus dos primeras tiendas propias, en Tokio y en Los Ángeles. “Las cosas vienen como vienen, y cuando toca crecer, toca crecer”, reflexiona. “Ahora es el momento de seguir avanzando sin dejar de pasarlo bien y de emocionarnos con nuestro trabajo. El año que viene cumplimos 10 años y esto empieza a parecerse a un trabajo, aunque yo me empeño en que siga siendo una herramienta para documentar mi día a día. Esta marca es como mi diario personal”.

Kostadinov nació en Bulgaria y vivió allí hasta los 16 años. Su padre trabajaba en la construcción y su madre cuidando niños y limpiando. “Tardé mucho tiempo en saber lo que era la moda. Me interesaba más vestirme, comprar ropa, encontrar un estilo propio. Un tío mío que vivía en el Reino Unido empezó a mandarme ropa cuando yo tenía 13 años. Eran prendas deportivas de marcas como Diesel o Energy, y yo era el único de la clase que vestía así. En aquella época no pensé que uno pudiera dedicarse a diseñar ropa. Pero sí me interesaba el estilo. Me gustaba mezclar cosas. Por eso al principio pensé dedicarme al estilismo. Pero alguien me dijo que, si quería hacer moda, tenía que ir a Central Saint Martins. Y me empeñé en ello”.

Su llegada a la escuela de diseño londinense fue ardua; tardó en ser admitido y, cuando finalmente se matriculó, no perdió ni un minuto. En las aulas escuchó hablar por primera vez de Martin Margiela, Yohji Yamamoto o Rick Owens. Y se sumergió en la escena artística de la capital. “Yo venía de una ciudad pequeña en Bulgaria, y en Londres había arte y cultura por todas partes. Durante mis estudios intenté absorber toda la cultura posible. Además, la mía fue una de las últimas promociones en estudiar en la sede del Soho, en la época de Louise Wilson”, afirma aludiendo a la legendaria directora del centro educativo que apadrinó a Alexander McQueen y Christopher Kane.

En el máster de moda masculina empezó a reencontrarse con sus raíces. “Mis tutores me animaron a encontrar mi punto de vista, a interrogarme acerca de mi historia”, recuerda. “Pero tardé varios años en empezar a aludir a Bulgaria en mis colecciones, y lo hice a través de pequeñas notas. Nunca quise que la marca girase sobre mi experiencia como inmigrante, porque no es para tanto, hay miles de inmigrantes haciendo cosas increíbles”.

Pero siempre queda algo. En su colección de moda masculina para este otoño hay detalles inspirados en los ornamentos timbrados de cheques bancarios búlgaros de los pasados años veinte. Lo que de lejos parece una rodillera o una codera, de cerca se revela como una aplicación de encaje con formas barrocas. “Es mucho más interesante que estampar algo que has encontrado en una librería de Londres”. De nuevo, el foco vuelve a las prendas. “A fin de cuentas, si a alguien le gusta nuestra ropa, le gusta y punto. No necesitan un ensayo ni una biografía”.

Su llegada a la moda fue un éxito raudo. “Nada fue resultado de una decisión. Simplemente sucedió. Cuando mis compañeros de clase estaban acabando sus porfolios, yo ya estaba celebrando mi primer desfile. No busqué trabajo ni hice prácticas en marcas grandes. No tenía más opción que crear mi marca”, cuenta. Llegó en el momento exacto. En una época en que la atención de los medios se centraba en los grandes fichajes de las marcas de lujo, las firmas para hombre se llenaban de prendas a veces anónimas, utilitarias y sofisticadas. Mientras los críticos debatían sobre la epistemología de la blusa de seda, la ropa de trabajo se convertía en el uniforme diario de la clase creativa. Kostadinov, a diferencia de otros competidores, no facturaba réplicas nostálgicas. Lo suyo era deconstruir, rediseñar, dar la vuelta. Al principio compraba catálogos de fabricantes de Europa y de Japón. Después comenzaron las visitas a tiendas de segunda mano y mercadillos en busca de prendas que no estuvieran en internet. “Cuando compites con diseñadores que llevan 20 años en la industria, no puedes presentarte con una colección inspirada en Matisse o en Ellsworth Kelly, tienes que aportar algo real. Una energía nueva”, explica. Esa pasión por el archivo sigue presente. “Ahora mismo estoy rodeado de percheros con prendas que no son mías. Las miro y estudio”.

Cuando Kostadinov irrumpió en las pasarelas, empezó a colaborar con la marca mallorquina Camper y también con la firma de gabardinas Mackintosh. Luego llegó Asics, para la que hoy sigue diseñando la línea Novalis. “Aquellas colaboraciones me dieron una buena base para tener mi propio estudio y contratar a dos o tres personas, y seguir creciendo a partir de ahí”, apunta Kostadinov. “No hay un plan maestro. Lo único importante es el diseño. Sin diseño no existiría nada de lo demás. La prioridad número uno es esa, pasar tiempo trabajando en las pruebas, diseñando”.

Puede que ahí resida la clave de su solidez. Kostadinov nunca se ha limitado a poner un logo en una camiseta. Sus prendas son una carta de amor al diseño. Analizadas de cerca, desvelan mil pliegues, cortes insólitos, detalles inesperados. Como si un pantalón cargo se hubiese caído por la madriguera de Alicia. Son moda de altura con vocación de calle. Y también revelan una autoexigencia nada complaciente. Salió desencantado de su primera incursión en la moda femenina y, en 2018, incorporó a las hermanas australianas Laura y Deanna Fanning para diseñar sus colecciones para mujer.

Cada temporada, sus colecciones incorporan tejidos, colores o acabados con los que experimenta por primera vez. “Intentamos hacer cosas nuevas en lugar de encontrar una fórmula que funciona y replicarla. Me gusta diseñar como si nadie nos conociera, como si cada colección fuese la primera y tuviéramos todo por demostrar”. Hoy su marca vive un momento decisivo e imprevisible al mismo tiempo, como la moda misma. “La gente se queja mucho de los plazos de la moda, pero eso es exactamente lo que me interesa”, replica. “Me encanta que nuestras ideas tengan una validez de seis meses. Cada idea se concibe y se materializa en un momento determinado. A veces el público no la entiende de inmediato y llegan clientes que quieren comprar prendas nuestras de cuatro años atrás. Yo intento que las tiendas y los clientes entiendan que, probablemente, las prendas de cada temporada no volverán a producirse”. Un fondo de inversión arquearía las cejas, pero esa es una de las ventajas de ser su propio jefe. “No quiero que otras personas decidan lo que es o no es mi marca, porque ni siquiera yo lo sé. Nuestra única norma consiste en diseñar cosas que nos emocionen y nos entretengan y no nos den pereza. Esto es un negocio, pero me gusta pensar que, ante todo, es un trabajo. Y mi trabajo es diseñar”.

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Sobre la firma

Carlos Primo
Redactor de ICON y ICON Design, donde coordina la redacción de moda, belleza y diseño. Escribe sobre cultura y estilo en EL PAÍS. Es Licenciado y Doctor en Periodismo por la UCM
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