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Cómo la ropa de Issey Miyake se convirtió en el uniforme de la clase creativa

De Steve Jobs a Zaha Hadid, el diseñador japonés supo vestir a un nutrido grupo de fieles alérgicos a los logos y atraídos por la coherencia conceptual (y la comodidad) de sus prendas plisadas

Steve Jobs, en un evento de Apple en San Francisco, en enero de 2010. El fundador de la empresa tecnológica solía vestir en público jerséis de cuello perkins diseñados por Issey Miyake.
Steve Jobs, en un evento de Apple en San Francisco, en enero de 2010. El fundador de la empresa tecnológica solía vestir en público jerséis de cuello perkins diseñados por Issey Miyake.Justin Sullivan (Getty Images)
Carlos Primo

Hay diseñadores que tienen clientes, y diseñadores que cuentan con fieles. El japonés Issey Miyake, fallecido el 9 de agosto a los 84 años, era de los segundos. Y, además, su parroquia es perfectamente localizable. “Por qué tantos profesionales destacados del mundo de la cultura adoran sus prendas?”, se preguntaba en 1998 el crítico de arte Herbert Muschamp al reseñar su exposición en la Fondation Cartier de París. No le faltaban motivos para ello.

Desde hace más de dos décadas, la banda sonora de inauguraciones, vernissages, mesas redondas y otros eventos del mundillo artístico consiste tanto en el tintineo de las copas de champán como en el frufrú vaporoso y técnico de las prendas plisadas de Miyake para mujer (desde 1993, fecha de lanzamiento de su línea Pleats Please) y para hombre (a partir de 2013, cuando adaptó su superventas al público masculino en la marca Homme Plissé). Galeristas, comisarios, arquitectos, fotógrafos, escritores, periodistas: pocos escapan a la fascinación por la obra del diseñador que mejor entendió que el futuro de la moda pasaba por el futuro de sus tejidos. Moda sin logos, pero reconocible al instante, igual que la de Martin Margiela, otro clásico del circuito artístico.

Para encontrar las prendas de Miyake no hay que acudir a las alfombras rojas, sino al día a día de la vida cultural cosmopolita. Arquitectos como Zaha Hadid, diseñadores como Jonathan Anderson y Samuel Ross, críticos de moda como Tim Blanks, Suzy Menkes y Angelo Flaccavento, galeristas como Barry Friedman, artistas como Joana Vasconcelos y Graciela Iturbide, políticos como Carmen Alborch e iconos de la música como Grace Jones y Joni Mitchell se han dejado ver en público, a lo largo de estas décadas, con prendas de Miyake. Steve Jobs también le era fiel desde que le encargó un jersey de cuello perkins y el japonés respondió a su petición con un centenar de suéters similares. En los años siguientes, el fundador de Apple no llevó otra cosa, según recogió su biógrafo, Walter Isaacson.

La idea del uniforme es una hipótesis tentadora a la hora de explicar la rapidez con que la marca de Miyake, que hasta hoy sigue siendo una empresa independiente, se expandió entre ciertos colectivos. Pero hay una explicación –perfectamente compatible con la anterior– que no apela a lo gregrario, sino a algo mucho más terrenal: lo práctico. Es el argumento que esgrimió el arquitecto e interiorista estadounidense Rafael de Cárdenas a Town & Country el pasado abril, tras contar que había descubierto a Miyake durante sus años como diseñador en Calvin Klein. La primera vez que se vistió con sus prendas, relataba, “mi pareja me preguntó si iba vestido con ropa de mi madre, porque ella cree mucho en la elegancia, pero lo cierto es que es un buen modo de tener un aspecto sofisticado llevando en realidad un pantalón de chándal”.

El periodista de moda Tim Blanks, vestido de Miyake durante el simposio organizado por Business of Fashion en noviembre de 2019.
El periodista de moda Tim Blanks, vestido de Miyake durante el simposio organizado por Business of Fashion en noviembre de 2019. Samir Hussein (Samir Hussein/Getty Images for T)
La arquitecta Zaha Hadid en 2011.
La arquitecta Zaha Hadid en 2011.Jacopo Raule (Getty Images)

En esa comodidad posiblemente resida uno de los motivos de su éxito. A finales de los años ochenta, Miyake empezó a experimentar plisando tejidos de un modo inédito. No era algo nuevo en él, que desde los inicios de su carrera había indagado en el diálogo entre la tecnología y las antiguas técnicas artesanales de punto o tejido. Pero sí era más ambicioso: en lugar de plisar el tejido antes de confeccionar la prenda, enrollaba y retorcía las prendas ya terminadas, introduciéndolas en una máquina que, al aplicar calor al poliéster, dejaba marcados los pliegues de forma indeleble. Era un plisado irregular, distinto en cada prenda, y también indestructible: tal y como afirman sus usuarios, son prendas que se pueden meter en la lavadora o la maleta de cualquier modo, sin temor a estropear el plisado. El resultado son pantalones, camisas, jerséis, chaquetas y vestidos que pesan muy poco y que, usando los hombros como percha –la misma lógica desarrollada por Cristóbal Balenciaga, cuyas prendas se separaban del cuerpo siguiendo las enseñanzas de la indumentaria japonesa–, proyectan su volumen al exterior.

Al mismo tiempo, la silueta que generan es ancha y ligera como las lámparas de papel de Isamu Noguchi, uno de los diseñadores favoritos de Miyake. En una época dominada por las siluetas estilizadas y alargadas, esta horizontalidad podría resultar poco favorecedora, tal y como subrayaba el comisario de arte Antwaun Sargent en el mismo texto de Town & Country, donde recuerda que asociaba Miyake a las mujeres coleccionistas de cierta edad. Decidió comprarse un par de pantalones tras vérselos a Solange Knowles y desde entonces es fiel a la marca, igual que el historiador Roger Cook, que a sus ochenta años participó en un reportaje sobre clientes de Miyake en The Financial Times. “La publicidad de Homme Plissé se dirige principalmente a los jóvenes o al sector deportivo, pero creo que las personas de edad avanzada podemos llevarlo perfectamente”, explicaba a propósito de sus pantalones anchos preferidos. “La ingente gratificación corporal que me proporcionan mis Miyakes compensa maravillosamente los estragos de la edad”.

La vinculación de Miyake a la clase creativa ha llegado incluso a los manuales de marketing. En un artículo sobre mercadotecnia asociada a la experiencia, el profesor francés –y diputado republicano– Patrick Hetzel imaginaba a la clienta tipo de Miyake: se llama Josyane y es una ejecutiva de comunicación que trabaja en el triángulo de oro parisino y vive en el Marais, que mira con escepticismo a los diseñadores de moda de lujo y privilegia firmas con gustos sofisticados, como Miyake. “Josyane está orgullosa de sus diez años de lealtad a esta firma, lo que la convierte en parte de una pequeña tribu de personas cuya originalidad ha servido para crear nuevos estilos”, sentencia Hetzel.

El crítico de moda Angelo Flaccavento, con abrigo y pantalones Issey Miyake Homme Plissé durante la semana de la moda de París, en septiembre de 2018.
El crítico de moda Angelo Flaccavento, con abrigo y pantalones Issey Miyake Homme Plissé durante la semana de la moda de París, en septiembre de 2018.Matthew Sperzel (Getty Images)
Joni Mitchell acude a los Premios Grammy en abril de 2022 vestida de Issey Miyake.
Joni Mitchell acude a los Premios Grammy en abril de 2022 vestida de Issey Miyake.Axelle/Bauer-Griffin (FilmMagic)

Aunque el ejemplo pueda resultar un cliché —al fin y al cabo, para eso están las categorizaciones de los manuales sociológicos—, la observación del francés subraya otro argumento a favor de Miyake: el pedigrí artístico y conceptual conquistado tras décadas de colaboraciones con el mundo de la cultura. Miyake es el diseñador de los plisados y el nombre detrás de dos de las fragancias más famosas del mundo (L’Eau d’Issey y L’Eau d’Issey Pour Homme, que en los noventa instauraron la moda de las fragancias acuáticas), pero también un creador que ha colaborado con William Forsythe, Yayoi Kusama y Cai Guo-Qiang, cuyas colecciones han protagonizado imágenes memorables disparadas por Lord Snowdon, Irving Penn y Nick Knight, y cuyos empeños desde 1997, fecha en que decidió dar un paso atrás en su trabajo como diseñador comercial para centrarse en proyectos experimentales, han protagonizado exposiciones en los centros de arte más prestigiosos del mundo. En algunos casos, ambos mundos han coexistido, como en el proyecto A-POC, la última marca comercial en que participó activamente, y que consistía en tejidos tubulares que, gracias a la tecnología informática, permitían que cada usuario recortara la prenda deseada sin temor a deshilacharla.

La obra de Miyake, a fin de cuentas, puede ser todo lo intelectual o todo lo inmediata que se quiera. Y algunos de sus mayores fans apuestan por lo último. O, tal y como comentó el crítico de moda Tim Blanks a The Financial Times: “No hay que pensar en Miyake, sino vestirlo. Póntelo y luego hablamos”.


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Sobre la firma

Carlos Primo
Redactor de ICON y ICON Design, donde coordina la redacción de moda, belleza y diseño. Escribe sobre cultura y estilo en EL PAÍS. Es Licenciado y Doctor en Periodismo por la UCM

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