Lux Pascal, actriz: “Yo no soy la única persona trans en la vida de Pedro Pascal”
La intérprete se presenta con su primer papel protagonista en ‘Miss Carbón’. Ha cuidado al extremo lo que cuenta sobre su vida y su hermano mayor: hoy nos explica por qué


“Mira, tengo un cubo de Rubik para calmar mi ansiedad”. Cada vez que a Lux Pascal (California, 33 años) se le pone un desconocido delante, lo más probable es que ella acabe metida en una de dos etiquetas. O bien es la hermana pequeña de Pedro Pascal, el actor de las mayores series de los últimos años (Juego de tronos, The Mandalorian, The Last of Us) que ha pasado a ser la estrella de algunas de las mayores películas de los últimos 12 meses (Materialistas, Los cuatro fantásticos, Gladiator II y Eddington), y todo lo demás pasa a un segundo plano; o bien es una celebridad trans en un país, Estados Unidos, obsesionado con satanizarlas o canonizarlas en masa, y todo lo demás pasa a un segundo plano. A veces se juntan las dos vertientes en un único sintagma, “la hermana trans de Pedro Pascal”, y ya ni hay segundo plano que valga. A juzgar por cómo ha sacado el cubo de Rubik de su mochila, según el periodista ha encendido su grabadora en el restaurante de un hotel en el centro de Madrid, y por cómo clava la mirada en él e intenta resolverlo durante las primeras preguntas, parece estar esperando ver cuál de esos caminos va a tomar la entrevistas para saber cómo mirar a su interlocutor.
—Crecí en un colegio católico, de uniforme. No le tengo miedo al lado religioso de la vida porque me crie alrededor de gente cristiana o católica: los jesuitas fueron los que impulsaron la educación en América, siempre ha habido esa conexión entre conocimiento y teología. La Iglesia, con justa razón, es vista hoy con ojo crítico, pero tiene un montón de material interesante, el cual es innegable porque es parte indisociable de nuestra cultura.
—¿El mundo le parece un lugar más interesante que lo que vemos con los ojos?
—Las personas son mucho más complejas de lo que la gente se piensa, eso es lo que me llama la atención.
Levanta la mirada. Devuelve el cubo a la mochila.
Si Lux Pascal no tiene que hablar por gente que no está en la habitación ni dejar que las cosas que ella no ha puesto sobre la mesa eclipsen lo que sí pone, Lux Pascal es otra cosa. Una actriz en alza, por ejemplo, formada en la mejor escuela de interpretación de Chile (la Pontificia Universidad Católica) y en la mejor escuela de artes escénicas de Estados Unidos (Juilliard, en Nueva York, alma mater de Adam Driver, Jessica Chastain, Viola Davis, Robin Williams o Patti LuPone y por cuyo departamento musical han salido John Williams, Miles Davis, Nina Simone y Philip Glass). Entró por méritos propios en ambas y, desde que salió, se le acumulan los trabajos. El papel protagonista de Miss Carbón, por ejemplo, película argentino-española de Agustina Macri sobre Carla Antonella Rodríguez, la primera mujer trans minera en la Patagonia, estrenada en España el pasado junio (disponible a partir del domingo en Movistar+). También trabaja puntualmente de modelo. El lunes desfiló en la Semana de la Moda de París para Chanel. En 2022 había participado en el desfile de Carolina Herrera de la Semana de la Moda de Nueva York, y ha protagonizado producciones de moda ya en varias revistas.

Pascal es la menor de los cuatro hijos que tuvo un matrimonio chileno, el cual, en los setenta, había huido de la junta militar que gobernaba su país. Él, José Balmaceda, médico especializado en fertilidad; ella, Verónica Pascal, psicóloga infantil reconvertida en artista plástica. “Eran defensores de la democracia, pero, también, aliados de gente que estaba siendo perseguida por la dictadura”, explica hoy su hija. Vivieron en Dinamarca una temporada y en Texas otra, antes de instalarse definitivamente en el condado de Orange, California. Allí nació Lux y allí pasó los primeros años de su vida. “Hay fotos de esa época”, es todo lo que consigue recordar. “Es divertido porque parece que hay una familia tradicional, nosotros en la playa, mi madre, mi padre”.

En los noventa, Pinochet había perdido la presidencia y su sustituto en el poder, Patricio Aylwin, había iniciado la transición a la democracia y abierto la puerta para el retorno de los refugiados políticos en el extranjero. La clínica de Balmaceda empezó a no ir bien. Su familia tampoco. Lux tenía tres años cuando su madre se separó y regresó con ella y su hermano Nicolás a Santiago de Chile. A partir de aquí empiezan los recuerdos. El colegio Saint George’s College, la religión, el uniforme. Las crónicas de Narnia, sus libros favoritos. Destacar entre la gente de su edad. “Siempre me crie con gente adulta a mi alrededor. Estoy cómoda rodeada de adultos, conversando con ellos. Como mi hermano mayor ya tenía otro nivel cultural, poseía muchas represas que yo no tenía. Me nutrí muy rápido del estilo de cultura que no era para gente de mi edad. Esto generó una descoordinación con los niños de mi clase, les ocurre a muchos hermanos menores de la familia”.

Ya de niña, se movía por un credo: “El mundo no es tan interesante como lo que nosotros hacemos con nuestra imaginación”. Empezó a escribir. “Mi madre escribía poesía y yo tenía diarios, escribía todos los días en ellos, era todo muy pictórico, muy cinematográfico”, rememora. Tenía siete años cuando Verónica Pascal murió. No abunda en esto salvo para subrayar cuánto unió a los hijos. “Hizo que no diéramos la vida por sentada. Todos mis hermanos son mis personas favoritas en el mundo”.

Con el tiempo, sus inquietudes fueron calcificándose en algo más sólido: “Había gente que notaba en mí algo que era distinto y yo trataba de ofrecérselo”. Una de esas personas era el mayor de los hermanos, Pedro, actor que malvivía en Nueva York haciendo papeles en teatro: cuando visitaba Chile, le traía de Estados Unidos DVD, dulces y CD que no podía encontrar en Chile o que era demasiado joven para ver: Mulholland Drive, de David Lynch, que Lux vio a los 12 años; Scream; Hasta el final. “Hubo un momento en que quería ser directora de cine, o al menos dedicarme netamente al cine. Después, cuando vi más teatro, sentí que fui llamada para eso, ¿sabes? No lo elegí, pero por eso se siente tan correcto, porque era parte de mí”. Actuar le devolvía a los mecanismos que ya había explorado escribiendo: “Mi imaginación funciona creando situaciones dramáticas”. Ya en el instituto, verbalizó la gran idea que iba a definir todo su futuro: quería, mejor dicho, debía, ser actriz.

Ingresó en la Pontificia Universidad Católica. “Muchos de mis maestros habían salido de esa universidad”. Y el comienzo fue bien. “Tenía una carrera propiamente hecha”. Pasó por series y telenovelas chilenas entre 2014 y 2016; debutó en cine con una comedia y en 2017 se la vio en Narcos, la serie de Netflix que protagonizaba Pedro. “Tenía una vida muy cómoda, estaba con mi padre y llevaba una relación de pareja muy larga”. Pero también tenía la sensación de que era eso, un comienzo. “Empecé a ir a terapia. Era la primera cosa que me quise financiar yo sola, a pesar de ser joven [no había cumplido los 25], porque me lo iba a tomar más en serio si me financiaba mis propias sesiones”. Y la palabra del terapeuta fue igualmente seria: “No me veía satisfecha. Me veía en otro país, explorando”.
Si su credo era cierto, si el mundo es más que lo que le rodea a uno, entonces Lux Pascal era otra cosa. Y si era así, entonces debía distanciarse de la vida resuelta que se había construido. “Pero solo si encontraba una muy buena razón”, explica. “Y la mejor razón posible que imaginé era ser aceptada en la mejor escuela de interpretación del mundo”.
Preparar la candidatura a Juilliard le llevó año y medio. El proceso de selección de alumnos se extendió otros tres meses. “Llegué en enero, tuve que volver en febrero y rematamos en marzo. Primero ven tu ensayo grabado para ver si te quieren en la universidad, luego audicionan como a 3.000 personas, se quedan con 300, después 50. De esas quedan 18 en una audición final”.
—¿Qué aprendió en Juilliard?
—Que el trabajo duro se hace en el presente. El control es solamente una ilusión. Por mucho que te prepares, el trabajo importante se hace en el presente.

Las piezas que actualmente componen su imagen, quizá su vida, empezaron a moverse ahí. Empezar a actuar con mayúsculas: en las aulas hizo Hamlet, Pericles, La gaviota de Chéjov. Transicionar a su actual expresión de género. Su imponente físico. Ser modelo: “Eso sí que lo eligieron para mí. Tengo amigos fotógrafos y he ido conociendo a otros que querían sacarme fotos. Empecé a llamar la atención, conseguí representante. Pero el modelaje llegó como complemento a mi carrera en el cine, no como la principal. Evito decir que soy modelo porque se pueden asumir muchas ideas al respecto”.
Otra de las piezas: las etiquetas. Cuando se graduó, en mayo de 2023, su nombre ya era Lux, y su apellido, Pascal, el de una de las mayores estrellas del mundo. Pedro acababa de estrenar en Cannes Extraña forma de vida, de Almodóvar, lo que le había disparado su imagen de actor cuya filmografía podía ser tan envidiable como su popularidad. Acudió a la graduación y los alumnos se agolparon sobre él para pedirle selfis. “¿Quién no querría hacerlo?”, razona hoy Lux.
Para usted es su hermano, pero para nosotros es una celebridad internacional.
Siempre he sabido que es una persona muy especial. Ha sido un apoyo tremendo para mí y el apoyo ha sido siempre correspondido.
¿Ha heredado de su familia la combatividad política?
Soy más cautelosa. No soy activista, soy artista. Mi punto de vista político siempre se va a expresar desde el arte.
¿Incluso cuando ve que en Estados Unidos, del que usted es ciudadana, es hoy un lugar abiertamente hostil para personas como usted?
Seguir trabajando, buscando maneras de abrir puertas para nosotros y para la gente que viene después, es la mejor manera de generar resistencia. Y no creo que las redes sociales sean un lugar muy propicio para las opiniones políticas. Esas las cuento yo personalmente, con la gente con la que trabajo, con la que decido salir a tomarme una birra, tener una cena. Trato de mantenerme informada por mi núcleo y de informar yo. Las redes se prestan para que la gente te pueda decir las cosas más aberrantes. También trato de protegerme.
¿Hay miedo a lo que uno provoque si se pronuncia?
La opresión genera una crisis de salud mental. Hace que cuestionemos si nuestra vida es válida, y eso provoca que uno deje de creer en su propia humanidad, de si es merecedor de amor. De formar parte de la sociedad. Es un problema al cual me resisto. Me cuesta esta conversación, no me parece justo que deba tenerla.
Siento haber presionado: si tuviera delante a una actriz ucrania, le preguntaría por Ucrania.
No, está bien que lo conversemos. Es una cuestión en la que pienso mucho…, pero también que trato de ignorar lo más posible.
Como su hermano apoya los derechos trans de forma pública y repetida (sus peleas con J. K. Rowling; llevar la camiseta “Protect the Dolls” en público) mucha gente dice: “Ah, es por Lux”.
Yo no soy la única persona trans en la vida de Pedro. Su corazón es muy grande. Vivió en Nueva York en los noventa, conoce a mucha gente que está siendo afectada por la transfobia y no son solo mujeres trans. La transfobia es parte de la misoginia. Scratch a transphobe, a misogynist bleeds [si rascas a un tránsfobo, sale sangre de misógino].
Aquí baja la mirada, como buscando el cubo de Rubik.

Antes de graduarse, ya estaba implicada en Miss Carbón y la promoción la ha llevado casi todo un año, la mayor exposición a los grandes medios de comunicación de su vida. Ha sido un éxito porque ha sido un fracaso de la definición. El acierto de Lux Pascal fue saber que ella era otra cosa; su gran logro es no responder todavía el qué. Hacerlo ahora sería una traición a todo lo que pueda venir en el futuro. A las puertas que se ha abierto. Tras décadas de celebridades con discurso, de sincericidios en TikTok y moralejas en late nights, reels y stories, ella se mueve entre el beneficio de la duda y el agnosticismo profesional. “Mis aspiraciones son las cosas que tengo en la mano. Soy ambiciosa pero hay límites”, cuenta. “El éxito está más a la mano de lo que uno piensa: no creo en ello de manera convencional. Tengo proyectos proyectos personales que quiero cumplir. Estar sentada acá, hablando del estreno en España de una película de la que soy protagonista: el éxito lo estoy sintiendo ahora”. Lo único que habla por ella son sus acciones y todavía no ha empezado a expresarse del todo con ellas.
—¿Cuál es el mayor obstáculo que ha tenido que superar?
—Estar conforme conmigo misma.
—¿Hace mucho que lo está?
—Bueno. Hoy me has pillado en un buen día.
Lux Pascal es actriz, eso lo podemos decir. Tiene por delante el estreno de Guerra de verano, de Alicia Scherson, adaptación de Roberto Bolaño. Y el de Love & Chaos, su primera película en Hollywood, un lugar que por ahora solo le atrae si no le cierra otras puertas. “No estoy buscando validación por hacer cosas que sean consideradas enormes”, explica. “Una persona dijo que Hollywood no es un lugar, sino que es una idea: o eres parte o no. Todavía me siento lo suficientemente ajena como para hacer cosas en otros lugares. Y me siento invitada a ser parte de vez en cuando. Es una gran libertad: eso es cómo mido el éxito, cómo de libre puedo ser. Si tengo la oportunidad de trabajar en una película internacional y volver al país donde estoy viviendo, EE UU, y tener trabajo allí: esa es lo que más anhelo. Y lo que quiero seguir conquistando”. Lux Pascal es actriz, está increíblemente preparada para lo que venga, y ha aprendido que el trabajo real se hace en el momento.
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