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Viaje a los archivos donde Carlo Vecce descubrió la vida terrenal de Leonardo da Vinci

Tras ese aspecto de profesor aplicado subyace en Carlo Vecce la impronta del sabueso. Sus incansables investigaciones y su fascinación por Leonardo da Vinci se plasman en una biografía definitiva, ‘Vida de Leonardo’. De su Vinci natal a los archivos que conservan su rastro, recorremos junto al escritor esta geografía secreta.

Leonardo guardó sus ahorros en el banco del Hospital de Santa Maria Nuova de Florencia. En la fotografía, el registro de sus últimas retiradas de dinero, en 1513.
Leonardo guardó sus ahorros en el banco del Hospital de Santa Maria Nuova de Florencia. En la fotografía, el registro de sus últimas retiradas de dinero, en 1513.Ximena y Sergio
Carlos Primo

Carlo Vecce (Nápoles, 65 años) está contento. Durante la sesión fotográfica para este reportaje, mientras muestra antiguos manuscritos ligados a Leonardo da Vinci y su tiempo, acaba de encontrar, por casualidad, una anotación que no conocía. Está en un volumen de registros de las denuncias anónimas depositadas en el buzón de los Ufficiali di Notte, el organismo encargado de perseguir la homosexualidad masculina en la Florencia del Renacimiento. La inscripción alude a Jacopo Saltarelli, un adolescente acusado en 1476 de mantener relaciones con varios hombres de la ciudad, entre ellos Leonardo. Lo que acaba de encontrar Vecce es una denuncia más temprana que demuestra que, antes de la acusación que complicó la vida a Leonardo —y que acabó desestimada, probablemente porque había nombres ilustres implicados—, la policía moral de la ciudad ya pisaba los talones a este joven orfebre. “No creo que nadie haya reparado en esta inscripción”, dice emocionado. Y, si él lo cree, es probable que así sea.

Cada detalle cuenta a la hora de completar el rompecabezas (nada que ver con el Código) de Da Vinci. Porque está el genio, el polímata, el maestro de la Mona Lisa y La última cena, el ingeniero, el estudioso de los animales, las plantas, el movimiento de los astros por el cielo y la sangre por el cuerpo. Pero también está, ligado a todo lo anterior, el hombre de carne y hueso. Precisamente lo aparentemente nimio es la principal baza del nuevo libro de Vecce, Vida de Leonardo. El chico de Vinci, el hombre universal, el errante (Alfaguara), un ensayo que no sería descabellado calificar como la biografía definitiva del genio renacentista. “Probablemente no lo sea”, corrige el profesor napolitano. “No existe una biografía definitiva, aunque mis editores la denominan así, pero como historiador debo admitir que cualquier reconstrucción es provisional porque siempre hay esperanza de descubrir documentos nuevos. Para investigar hay que tener la humildad necesaria para cambiar lo que crees saber. A mí me pasó con el hallazgo de Caterina. Pensaba una cosa y tuve que cambiar de idea por completo. Nada es definitivo”.

Vecce, ante 'La visión de san Bernardo', de Filippino Lippi, en la Badia Fiorentina.
Vecce, ante 'La visión de san Bernardo', de Filippino Lippi, en la Badia Fiorentina. Ximena y Sergio
Fachada principal de la iglesia de San Bartolomé en Monte Oliveto, donde Leonardo da Vinci pintó su primera obra maestra, 'La Anunciación'.
Fachada principal de la iglesia de San Bartolomé en Monte Oliveto, donde Leonardo da Vinci pintó su primera obra maestra, 'La Anunciación'.Ximena y Sergio

El hallazgo al que se refiere sucedió precisamente aquí, en la sede de los Archivos de Estado de Florencia. En este edificio inaugurado en 1989 no hay manuscritos de Leonardo, pero sí una infinidad de documentos notariales, legales y municipales ligados a su mundo y a su época. Muchas de estas páginas caligrafiadas en robustas hojas de papel muestran las huellas de la gran inundación que sufrió la ciudad toscana en 1966; hasta entonces se conservaban en los sótanos de los Uffizi, anegados tras el desbordamiento del Arno. En estas salas, Vecce se topó por primera vez con la inscripción que lo cambiaría todo. “Fue hace seis años, era un día normal”, relata el filólogo. “Yo estaba acabando de estudiar el primer volumen de registros notariales de ser Piero, el padre de Leonardo. Y en un momento determinado empecé a leer una anotación que decía que Piero había liberado a una esclava llamada Caterina, originaria de Circasia. Tuve que parar, me levanté. Necesitaba coger aire, beber agua. Estaba muy emocionado. Media hora después conseguí volver al libro y seguir leyendo”.

Lo que había encontrado Vecce era el rastro de la madre de Leonardo. Hasta entonces, se sabía que el artista era hijo ilegítimo de un joven notario florentino, ser Piero da Vinci, pero se ignoraba todo acerca de su madre. Vecce unió cabos, investigó y repasó cada uno de los nombres que aparecían en los documentos ligados a la familia, sus lazos sociales, económicos y políticos. La conclusión a la que llegó conforma un relato doloroso y fascinante: el joven notario ser Piero conoce a Caterina, la esclava de un matrimonio de comerciantes florentinos, y de ese encuentro resulta un embarazo ilícito. Seis meses después del nacimiento de Leonardo, ser Piero convence a los propietarios de Caterina para que le concedan la libertad, y él mismo se encarga de dejar constancia de ello por escrito. Misterio resuelto. Leonardo no solo fue el hijo de un notario que nunca lo reconoció; también lo fue de una esclava eslava.

Uno de los volúmenes de textos notariales que se conservan en los Archivos de Estado de Florencia.
Uno de los volúmenes de textos notariales que se conservan en los Archivos de Estado de Florencia. Ximena y Sergio
Registros de la cuenta corriente de Leonardo.
Registros de la cuenta corriente de Leonardo.Ximena y Sergio

Antes de este descubrimiento, Vecce ya llevaba décadas estudiando los manuscritos de Leonardo. Es filólogo y profesor de Literatura en la Universidad de Nápoles La Oriental, y fue discípulo y colaborador del experto Carlo Pedretti, con quien editó varios manuscritos de Leonardo. De hecho, Vecce ya había dedicado una biografía al genio en 1998, y su intención era actualizarla con nuevos documentos. Pero el encuentro de Caterina lo cambió todo. Primero llegó Caterina (Alfaguara, 2024), una novela de éxito traducida a varias lenguas. Y, ahora, esta Vida que incorpora numerosas referencias inéditas, exhumadas por el propio Vecce. Por ello este libro decepcionará a quienes esperen encontrar conexiones ocultistas o teorías de la conspiración. “Yo llegué a Leonardo a través de sus manuscritos, sin pasar por el mito. Y lo que dicen sus manuscritos, que son la verdadera voz de Leonardo, a veces difiere mucho de lo que dice la leyenda universal que todo el mundo conoce”, explica. “Leonardo era genial y tenía una inteligencia extraordinaria, pero era un hombre como nosotros. No hay que olvidarlo”.

Para buscar al hombre hay que trazar su origen. Y el del artista está en Anchiano, una aldea cerca de Vinci. La visitamos una brumosa mañana de enero. Entre campos de olivos y viñedos, la antigua casa de labranza que hoy acoge el museo de la Casa Natal de Leonardo parece un edificio aislado, pero en el siglo XV formaba parte de una pequeña aldea. “No se sabe dónde nació”, concede Vecce. “Pero hay una hipótesis de origen popular que indica que fue en esta casa”. Se sabe, por ejemplo, que cuando nació Leonardo la casa pertenecía a unos conocidos de Antonio, su abuelo. Vecce sugiere que pudo pedírsela prestada. “Esta casa era mucho más discreta que el pueblo”, explica Vecce. “No hay que olvidar que, según la ley de la época, tener relaciones con la esclava de otra persona podía considerarse como un crimen contra la propiedad privada”. Se sabe que, años después, ser Piero compró este pabellón e instaló en él el escudo de la familia. Vecce cree que Leonardo pudo haber nacido en el establo de la casa de labranza, hoy una estancia desnuda, pero no hay nada seguro. Tal vez el único remanente real sea la luz fría que entra por la ventana, la misma que iluminó al recién nacido en aquella mañana de abril de 1452. El nacimiento sí quedó registrado por su abuelo, Antonio, en un apunte descubierto hace décadas en los Archivos florentinos.

Abner Rossi, el guardián del monasterio de San Bartolomé en Monte Oliveto.
Abner Rossi, el guardián del monasterio de San Bartolomé en Monte Oliveto.Ximena y Sergio
El camino que Leonardo pudo recorrer de niño entre la casa de su abuelo y la de su madre, en Campo Zeppi.
El camino que Leonardo pudo recorrer de niño entre la casa de su abuelo y la de su madre, en Campo Zeppi.Ximena y Sergio

La hipótesis de Caterina trastoca el relato de la infancia de Leonardo, que vivió hasta los 10 años en la casa de su abuelo en Vinci. Ahora resulta verosímil pensar que madre e hijo mantuvieron el contacto: tras certificar la liberación de Caterina, ser Piero, su antiguo amante, le concertó un matrimonio con un campesino de Vinci. Paseando por el pueblo, entre restaurantes turísticos con imitaciones pop del Hombre de Vitruvio y tiendas de recuerdos con carteles que invitan a posar como La Gioconda, Vecce señala pistas, conexiones e itinerarios invisibles para el resto. La antigua mansión del abuelo Antonio es hoy un alojamiento turístico; a pocos metros de ella, un camino entre prados y colinas permite ver la casa donde vivió Caterina con su marido y su familia. Tal vez Leonardo recorrió con frecuencia aquella distancia, para visitar a su madre y a sus hermanastras en una robusta edificación de pietra serena, la arenisca gris de la zona. En cualquier caso, las imponentes vistas desde la colina de Anchiano —el valle del Arno a los pies, las montañas de Pisa a lo lejos, casi en sfumato— tuvieron que ensanchar la mirada del futuro artista, que en el fondo de sus pinturas más conocidas, de la Virgen de las rocas a la Mona Lisa, pintó extraños parajes rocosos, abruptos hasta lo metafísico. Vecce apunta una teoría complementaria: esos paisajes, que no corresponden a los escenarios de la vida de Leonardo, pudieron ser una alusión al paraíso perdido de Caterina, a las montañas del Cáucaso de las que fue arrebatada para convertirse en esclava.

La siguiente etapa nos lleva de regreso a Florencia. La Badia Fiorentina tampoco forma parte de los circuitos leonardescos. “Sin embargo, esta esquina es un resumen de la juventud de Leonardo”, explica Vecce en la puerta de este monasterio benedictino cercano a la residencia de los Da Vinci. Ser Piero jamás llegó a reconocer legalmente a su hijo ni vivieron juntos, pero lo trajo a Florencia y encomendó su educación —y su manutención— a Andrea del Verrocchio, uno de los artistas más reputados de la ciudad. “Para Leonardo, es posible que este lugar fuera el símbolo de su padre y de Florencia”, afirma Vecce. En una de las botteghe adosadas al monasterio tuvo su despacho el notario, cerca del palacio del Bargello, sede de los tribunales. Fue allí donde un jovencísimo Leonardo tomó apuntes del natural del cadáver de un traidor ajusticiado y colgado de una ventana para escarnio público. Muy cerca estaban las papelerías del Canto dei Cartolai. Padre e hijo fueron voraces consumidores de papel; Piero, para sus actas notariales; Leonardo, para sus dibujos, sus apuntes y sus anotaciones, en esa peculiar escritura especular que, como han demostrado los expertos, es idéntica a la caligrafía mercantil de su abuelo Antonio.

Exterior de la casa donde vivió Caterina.
Exterior de la casa donde vivió Caterina.Ximena y Sergio
El investigador y escritor Carlo Vecce, en las salas de este centro de documentación, con varios manuscritos clave para entender la vida de Leonardo da Vinci.
El investigador y escritor Carlo Vecce, en las salas de este centro de documentación, con varios manuscritos clave para entender la vida de Leonardo da Vinci.Ximena y Sergio

En la iglesia espera otra conexión: La visión de san Bernardo, pintura de Filippino Lippi. Vecce cree que pudo estar inspirada en el boceto de un retablo sobre el mismo tema que Leonardo dejó a medias cuando huyó de Florencia tras la sangrienta conjuración de los Pazzi. En la pintura, un ángel observa los libros apilados en el atril del santo. “Los libros apasionaban a Leonardo”, cuenta Vecce. “Ese niño lector podría ser él mismo”.

La lectura y la escritura son una pasión constante en la vida de Leonardo. Vecce, que ha coordinado una exposición sobre la biblioteca de Da Vinci, traza el afán de este por adquirir volúmenes raros y por aprender latín y griego para poder leer libros no traducidos. La mayor prueba, en todo caso, está en sus manuscritos. Hoy se conservan unas 4.000 hojas de distintos formatos, desde grandes folios hasta pequeños cuadernos de bolsillo, pero no son ni la mitad de todo lo que escribió; en el fondo, Leonardo siempre fue el hijo de un notario, consciente de que lo que no se deja por escrito no existe. Y Vecce sostiene que sus apuntes y sus prodigiosos dibujos no esconden mensajes cifrados, sino la vida cotidiana de un hombre orgullosamente terrenal, que apunta nombres de personas, préstamos a sus aprendices, inventarios de materiales, borradores de cartas, listas de la compra.

Las anotaciones de Leonardo y su entorno permiten seguir su recorrido vital y artístico, su búsqueda incansable del mecenas perfecto, que lo lleva de Florencia a Milán, Roma y Francia. Explican sus apuros económicos, a medida que se van agotando los fondos de su cuenta corriente en el banco florentino que guardaba sus ahorros, o los quebraderos de cabeza que le daba Salai, su discípulo predilecto y, probablemente, lo más parecido que tuvo a un amante estable. Pero también llaman la atención sobre lugares insospechados. La iglesia de San Bartolomé en Monte Oliveto, en el barrio florentino de San Frediano, lleva años cerrada al público. Nos abre la puerta Abner Rossi, un poeta que cuida de ella. En la sacristía, una reproducción recuerda que este fue el emplazamiento de la primera obra maestra de Leonardo: La Anunciación de los Uffizi, una pintura protagonizada por un ángel de belleza extraterrena y una Virgen que lee un libro en un alfabeto inventado. El murete de la pintura es el mismo que delimita el jardín del templo. Pero hay algo más. “Esta iglesia se reconstruyó gracias al legado de Donato, un especulador que había sido el propietario de su madre, Caterina. Cuando murió dejó todo su dinero para construir esta iglesia. Y no creo que sea una coincidencia que Leonardo pintase aquí su primer cuadro, porque además su padre, ser Piero, gestionaba los papeles del monasterio”. Vecce, en su investigación, ha descubierto que ser Piero da Vinci fue el notario de confianza de muchos clientes de su hijo. “Parece que, en algunos casos, llegó a trabajar para ellos de forma gratuita para compensarlos por obras que Leonardo no llegó a entregar”. Esa parte de la leyenda sí es real: los documentos muestran que Leonardo se granjeó problemas por dejar obras incompletas. Vecce relata anécdotas casi cómicas, como su obstinado silencio frente a la omnipotente Isabella d’Este, que nunca logró que Da Vinci pintara su retrato aunque se lo rogó por tierra, mar y aire. Fue un hombre indómito. Y, para el historiador, ese rasgo también apunta a sus orígenes. “El legado más bello que le dejó su madre, Caterina, fue el espíritu de libertad”, explica Vecce. “Antes que genio, visionario o artista, Leonardo fue un hombre totalmente libre. No le importaban los prejuicios ni la autoridad, los príncipes, la Iglesia, el rey o el Papa. Y esta libertad para buscar la belleza en todas partes sin detenerse ante las prohibiciones lo explica todo”.

Más de cinco siglos después de su muerte, Leonardo sigue obsesionando al público. “Es porque nos atrae lo misterioso, lo enigmático”, responde Vecce. “Y Leonardo está lleno de misterios, aunque no tienen nada que ver con los que les gustan a los americanos, con la búsqueda de simbologías alquímicas y esotéricas, de vínculos con los extraterrestres o el santo grial. Su vida está llena de misterios, pero son los misterios normales de la vida. Desde niño, Leonardo se enfrenta a esas preguntas sin respuesta. Eso está en el origen de todo”.

—¿Y es posible hallar respuesta a las preguntas pendientes sobre Leonardo?

—No. De vez en cuando se pueden encontrar respuestas parciales, fragmentos minúsculos de un nuevo documento, como el que hemos encontrado en los Archivos, y arrojar un poco más de luz, pero la parte en sombra siempre es mucho mayor.

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Sobre la firma

Carlos Primo
Redactor de ICON y ICON Design, donde coordina la redacción de moda, belleza y diseño. Escribe sobre cultura y estilo en EL PAÍS. Es Licenciado y Doctor en Periodismo por la UCM
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