El ilustrador en jefe de la era Trump vuelve a la carga
El primer mandato del magnate encumbró a Edel Rodríguez, ilustrador cubanoamericano formado en Nueva York. Vienen cuatro años más de portadas.
A Edel Rodríguez, autor de la portada del último número de El País Semanal e ilustrador de referencia del primer mandato de Trump, no va a ser fácil amilanarlo. Fundamentalmente, por tres razones: la primera, la autonomía que le da ir por libre y no depender de un único medio de comunicación, ejercicio de máximo riesgo en Estados Unidos para quienes hoy toman posición; la segunda, porque Edel creció en Hialeah, como muchos otros cubanos que, en los años ochenta del siglo pasado, huyeron de la dictadura impuesta por Fidel Castro. Hialeah, una ciudad al sur de Florida con alrededor del 75% de su población cubana o cubanoamericana, es de esos lugares que forjan carácter, sobre todo si lo comparamos con su vanidosa vecina, Miami; y la tercera razón, porque Edel Rodríguez nunca se amilanó, y eso es algo que también se entrena.
En su autobiografía ilustrada, Worm (traducida al castellano, gusano, término despectivo utilizado para referirse a quienes abandonaron Cuba y se exiliaron), Edel Rodríguez hace un recorrido vital, desde su infancia en El Gabriel entre plantaciones de tabaco y caña de azúcar, pasando por el éxodo del Mariel rumbo a Estados Unidos con apenas nueve años, su vida en Hialeah, el despertar artístico, la universidad en Nueva York y el reconocimiento mundial a partir de 2016, con la llegada de Trump a la presidencia y su ascenso a ilustrador en jefe de una época, como lo bautizó la revista Fast Company.
Leer su autobiografía permite entender, por ejemplo, qué hay detrás de aquella portada de Der Spiegel con un Trump sin facciones, cara naranja y la boca abierta, chillona (referencias gráficas que son ya un clásico en su línea de trabajo), decapitando a la Estatua de la Libertad. El inesperado presidente, que construyó buena parte de su primera campaña sobre el odio al inmigrante, acababa de decretar medidas que prohibían la entrada a EE UU de ciudadanos de siete países de mayoría musulmana. Era la contraposición perfecta a cómo Edel y su familia fueron recibidos más de tres décadas antes.
Han pasado casi ocho años desde entonces y el mundo no presenta su mejor cara. Es el mundo de Trump, el de los hombres fuertes, cómodos en el caos, de discursos incendiarios, un día proteccionistas y al siguiente con ambiciones imperialistas. A ellos, a Trump y sus réplicas, no les gustan los Edel, los ilustradores capaces de, en una sola imagen, muchas veces sin palabras, lanzar el mensaje más poderoso, directo, sencillo y comprensible para ciudadanos de muy distintos niveles culturales. Lo acabamos de ver hace días con la dimisión de la ilustradora Ann Telnaes, premio Pulitzer, después de que su periódico, The Washington Post, le impidiera publicar (en sus páginas) una viñeta en la que aparecía, entre otros, Jeff Bezos postrado ante Trump. El mismo Bezos que en otra época, quizá en otro mundo, colocó en el frontispicio de su diario una frase tan poco dudosa como la democracia muere en la oscuridad. Aún no ha tomado posesión del cargo el nuevo presidente y llevamos ya dos meses viendo todo un espectáculo de obediencia preventiva, exponiendo la debilidad de algunos medios o los intereses diversos de sus dueños. No son los únicos que hacen cola para rendirse, pero sí son la cara más grave. Y, sin embargo, siempre habrá focos de talento y valentía que, en un mundo sin fronteras y escasas trabas para publicar, sean capaces de abrirse paso y desnudar con unos pocos trazos a estos aprendices de autócratas.
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