Tras el estallido contra la masificación del turismo, ¿qué?
Nuevas legislaciones y nuevas reflexiones
Canarias, Baleares isla por isla, Málaga, Cádiz, Girona, Barcelona… En un año de nuevo récord de visitantes (casi 83 millones hasta octubre), las manifestaciones contra el turismo masivo y la saturación que provoca estallaron en primavera y se extendieron por el mapa hasta octubre. El gran combustible fue el drama del acceso a la vivienda. Porque más allá de la ocupación del espacio público, la subida de precios, las condiciones laborales del sector o la desaparición de tejidos de proximidad, si algo han acabado admitiendo algunos gobiernos locales o autonómicos de derechas es el impacto que el turismo tiene sobre la vivienda. Hay ciudades (Barcelona) donde incluso el sector ha admitido que el turismo tiene un límite, mientras en otras se advierte de riesgo de turismofobia y se alerta de lo que está en juego.
Pero se mueven cosas. La principal, y de nuevo con la capital catalana como punta de lanza (ya frenó los hoteles en el centro en 2017), regulaciones en ciudades medianas (Girona, San Sebastián) o Mallorca, Málaga e incluso Madrid para limitar los pisos turísticos. La cuestión es si en 2025 habrá más pasos sobre una industria vital para la economía del país, pero con mucho impacto, pocos límites y condiciones laborales que llegan a lo intolerable. Hay debate también sobre las flotas de vehículos en las islas, aforos de grupos, inspecciones… Y ojos pendientes de cómo ven las muestras de rechazo los países emisores de visitantes. Los episodios de temporales y sobre todo la dana que azotó Valencia han cuestionado la construcción a toda costa y hay que tomar nota. Y con mirada individual, pero también colectiva, quizás habrá que hacer una reflexión sobre el hecho de viajar.
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