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Política
Columna
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No son extraterrestres

Si lo normal no fuera que los deportistas se callaran, sino que hablaran, no habría dedos suficientes para señalarlos a todos

Columna de Javier Cercas
SARAH MEYSSONNIER (Pool / AFP /
Javier Cercas

¿Deben los deportistas opinar sobre política? ¿Es conveniente que lo hagan? El debate se abrió este verano a raíz de unas declaraciones de Kylian Mbappé en las que, tras la victoria de la ultraderecha en la primera vuelta de las elecciones legislativas francesas, el futbolista francés llamó a no votar a los extremos en la segunda vuelta; dos exdeportistas españoles, Juanma Iturriaga y María José Rienda, discutieron en estas mismas páginas sobre ese asunto especialmente controvertido en España, donde los deportistas jamás opinan sobre política. ¿Deben hacerlo? ¿Conviene que lo hagan?

Partamos de lo obvio: en una democracia, nadie está obligado a opinar sobre política; un país donde todo el mundo debe pronunciarse sobre política no es una democracia: es una autocracia. Dicho esto, ¿sería saludable que los deportistas opinaran con normalidad sobre política? Se dice a menudo que no porque los deportistas son jóvenes, no están bien informados y suelen equivocarse. Cierto, pero ¿no nos equivocamos los escritores que opinamos sobre política? ¿No se equivocan los periodistas y los politólogos? Por Dios santo, ¿no se equivocan los políticos? Se dice también que los errores de los deportistas son especialmente perjudiciales, porque su popularidad los dota de una influencia enorme; cierto también, pero ¿no tiene influencia un politólogo? ¿No la tiene un político? ¿No son perjudiciales los errores que cometen políticos y politólogos? Y a la inversa: ¿no pueden ser beneficiosos los aciertos de los deportistas? ¿Qué porcentaje de la derrota inesperada de la extrema derecha en la segunda vuelta de las elecciones francesas debemos a la toma de partido de Mbappé? María José Rienda lleva razón cuando afirma que, como deportista, “vas a tener más gente que te siga, te anime y te ayude si no te pronuncias políticamente” y que una causa fundamental de la mudez política de los deportistas es el miedo (“miedo de que, si se sitúan de un lado en un determinado debate, se pongan en contra a la otra parte”, miedo “a perder subvenciones, apoyos de cualquier tipo”); ahora bien, ese mismo miedo es el que tiene o podría tener cualquier profesional que decide opinar sobre política, pese a ganar muchísimo menos dinero que cualquier futbolista de élite… En fin: yo creo que este debate está viciado de raíz, y que el mero hecho de que se plantee revela que, en general, vivimos inmersos en una idea empobrecedora y falaz de la política. Ésta no es un saber especializado, como la física o las matemáticas, ni siquiera como la economía; si lo fuera, no tendría ningún sentido que votásemos todos los ciudadanos: sólo deberían hacerlo los políticos, o los políticos y los politólogos. Ese es el ideal de tantos políticos que sueñan con una ciudadanía integrada por súbditos, palmeros bien retribuidos o, en el peor de los casos, sujetos obedientes y silenciosos (“Haga como yo y no se meta en política”, decía Franco); también, el sueño de los politólogos con ínfulas de científicos (“La ciencia política es a la ciencia lo que la música militar a la música”, decía Javier Pradera). Contra ese sueño, que es nuestra pesadilla, se inventó la democracia. Los deportistas de élite no viven al margen de ella. No son extraterrestres: son ciudadanos comunes y corrientes, con sus deberes y sus derechos, tan responsables como usted y como yo de cuanto ocurre a su alrededor; o quizá un poco más, precisamente porque son unos privilegiados y sus opiniones políticas pueden tener una influencia que no tienen ni la de usted ni la mía. Mbappé pudo no tomar partido, no meterse en problemas, escurrir el bulto o hacerse el sueco, y no lo hubiesen señalado con el dedo; pero si lo normal no fuera que los deportistas se callaran, sino que hablaran, no habría dedos suficientes para señalarlos a todos. Se dirá que eso no garantiza que vivamos en sociedades mejores; falso: eso garantiza que vivimos en sociedades más democráticas, que es la única garantía de vivir en sociedades mejores.

En suma, la política es demasiado importante para dejarla en manos de los políticos. La política es cosa de todos, incluidos los deportistas.

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