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¡Quite ese rascacielos de mi vista!

La construcción de un nuevo coloso delante del mítico Empire State, tapando su visión, abre el debate sobre una regulación del ‘skyline’ de Manhattan

Use Lahoz
Rascacielos en el 262 de la Quinta Avenida
El nuevo rascacielos en el 262 de la Quinta Avenida resta visibilidad al Empire State.George Etheredge (New York Times

De todas las definiciones de la palabra rascacielos, una bastante brillante se encuentra en el libro y podcast La ciudad invisible, de Roman Mars y Kurt Kohlstedt: “Máquina diseñada para convertir la tierra en dinero”. Las ciudades empezaron a crecer hacia arriba por una cuestión económica. Hizo falta mucha tecnología para llegar tan alto y tuvimos suerte de que el señor ­Elisha Otis diera con la solución en 1854 e inventara el ascensor seguro. La carrera que se inició entonces en Chicago aún no ha terminado.

El crítico de arquitectura de The New York Times Michael Kimmelman publicó en octubre un exhaustivo artículo titulado ‘Cuando el rascacielos que odias bloquea el rascacielos que amas’. Hablaba del Empire State Building, prodigiosa y colosal torre que fue acogida por los neoyorquinos con enorme cariño por ser en 1931 el edificio más alto del mundo y símbolo de la superación de la Gran Depresión, que además mezclaba oficinistas y trabajadores de la confección con banqueros y comerciantes de diamantes. Hasta hace poco, cuando se dejaba atrás el edificio Flatiron y se entraba en Madison Square Park, cerca de la Quinta Avenida se vislumbraba el perfil hipnótico del Empire State y toda la memoria visual se ponía en marcha. Sin embargo, cuando hoy enfilas la salida noroeste de la plaza se ve un rascacielos insulso que impide apreciar el Empire State. Dice Kimmelman: “Los que en 1931 gastaban un dólar podían visitar el mirador y contemplar Nueva York como un dios. Como el puente de Brooklyn en el siglo XIX, el Empire State convirtió la estratosfera de la ciudad en una plaza pública, y el horizonte en un recurso que los neoyorquinos sentían que compartían”. Y lamenta que hoy el precio sea de 72 dólares para tener delante una nueva torre de lujo de 262 metros. ¿Es este nuevo rascacielos símbolo de progreso? ¿Debe Nueva York regular su horizonte?

Miriam Berman, conservacionista y autora del libro Madison Square: The Park and Its Celebrated Landmarks además de guía profesional, solía invitar a los visitantes a prestar atención al diálogo visual que durante años han mantenido la proa del Flatiron con la musculatura del Empire State a través de la Quinta Avenida. A su juicio, “la conservación de una línea de visión meritoria es tan importante como la de un monumento histórico emblemático”.

Considerado el primer rascacielos de Nueva York, el Flatiron –20 pisos y planta triangular– fue el edificio más alto del mundo hasta 1909.
Considerado el primer rascacielos de Nueva York, el Flatiron –20 pisos y planta triangular– fue el edificio más alto del mundo hasta 1909. Marco Rubino (getty)

El Empire State se desdibuja. “Otra anoréxica supertalla para millonarios, que se eleva en la calle 29, lo oculta”, dice Kimmelman, y ante esa ausencia uno rememora la época en que salía del metro y miraba al cielo y se orientaba gracias a los rascacielos icónicos, e incluso recuerda las Torres Gemelas de Minoru Yamasaki, que sufría de acrofobia, la fobia a las alturas.

El irreconocible horizonte de Nueva York está siendo, continúa Kimmelman, “ocupado por apartamentos de multimillonarios, y ha pasado a simbolizar cada vez más la creciente diferencia de ingresos de la ciudad y el disparado coste de la vivienda”. En el transcurso de su investigación, ha sabido que el edificio delgado como un lápiz (en el 262 de la Quinta Avenida) que estropea las vistas del Empire State está diseñado por la empresa rusa Meganom, va a tener 56 pisos y, según la agencia Crain’s, contendrá solo ¡26 apartamentos!

Cuando desde la calle 28 afortunadamente vuelve a verse el Empire en todo su esplendor, uno recuerda a Fran Lebowitz hablando de los rascacielos de su ciudad en Pretend it’s a City; “Lo increíble del Chrysler son los detalles y su belleza. Creo que ahora está en venta, y no es que vaya a comprarlo, pero para mí tiene el tamaño perfecto para ser la casa de una sola persona”.

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Sobre la firma

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Es autor de las novelas 'Los Baldrich', 'La estación perdida', 'Los buenos amigos' o 'Jauja' y del libro de viajes 'París'. Su obra narrativa ha obtenido varios premios. Es profesor en la Universidad Sciences Po de París. Como periodista fue Premio Pica d´Estat 2011. Colabora en El Ojo Crítico de RNE y en EL PAÍS. 'Verso suelto' es su última novela

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