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Davos no quiere que sepas dónde vivió Kirchner

Ante la moda de poner placas que anuncian qué famoso nació o murió en un sitio, Davos se ha negado a señalar la casa de su habitante más célebre, el pintor expresionista Ernst Ludwig Kirchner.

Regreso de los animales, Stafelalp (1919), óleo de Ernst Ludwig Kirchner.
Regreso de los animales, Stafelalp (1919), óleo de Ernst Ludwig Kirchner.Sepia Times / Universal Images G
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Hoy en día es casi imposible recorrer una calle de cualquier ciudad y no dar con una fachada en la que se anuncie que aquí vivió un poeta, que aquí nació un portero de fútbol o que aquí se inventó el chocolate. En este bar NO estuvo Hemingway. En este balneario se relajó Grace Kelly. En este banco se sentaron una tarde James Joyce y Nora Barnacle. En esta mesa leyó Stefan Zweig el periódico durante un invierno. Es una tendencia al alza, aunque no todos los lugares son partidarios de ella.

En la pequeña localidad suiza de Davos, un prestigioso enclave alpino donde cada año se reúnen los gurús de la economía, el pintor expresionista alemán Kirchner realizó gran parte de su obra. He llegado atraído por su figura y lo primero que le pido a Petra Ruinatsha, mi cicerone aquí, es que me lleve a los lugares que habitó. Después de atravesar a pie unos valles (nueve kilómetros) aparecemos en Stafelalp, y junto a un abrevadero señala una casa de madera y dice: “Esta fue la primera”. Alrededor solo hay otras de idéntica construcción y un panel que anuncia direcciones a los senderistas. Entonces pregunto: ¿por qué no hay ningún cartel que anuncie que aquí vivió Kirchner? “Creo que el dueño no quiere atraer turistas, esto era y es un reducto de campesinos”. Descendemos para ir a la otra casa, en In den Lärchen, una edificación de dos plantas con fachada blanca en cuyos balcones se ve ropa tendida. Y otra vez pregunto: ¿tampoco aquí se informa de que vivió Kirchner? Pues no.

Sorprende este olvido porque Kirchner pasó en Davos 21 años. Pintó sus paisajes urbano y alpino por activa y por pasiva y, por si fuera poco, aquí se suicidó. Ernst Ludwig Kirchner nació en 1880 en Aschaffenburg y, tras empezar Arquitectura, con unos amigos fundó en Dresde el grupo pictórico Die Brücke, un puente entre la tradición y la ruptura. En 1917, huyendo de la guerra y tras varias estancias hospitalarias en el Taunus y en el lago de Constanza, recaló en Davos buscando alivio para su enfermedad mental. Se instaló primero en la casa de Stafelalp con su esposa, Erna. Hizo amigos enseguida y no se cansó de pintar a sus vecinos campesinos, que sobreviven en unos cuadros claramente agradecidos con el entorno. En sus primeros años seguía vendiendo bien y, además del dinero que llegaba de Alemania, le compraba la gente adinerada que se recluía en los sanatorios del valle. Como era el único que tenía gramófono y le apasionaba el baile, organizaba fiestas a las que los vecinos no podían evitar asomarse. Davos era su hogar y las montañas fuente de inspiración. Kirchner adoraba la vida de la gente sencilla y la naturaleza. Aunque para Erna el valle no era el mejor lugar del mundo, nunca se fueron. Sus problemas se agudizaron conforme avanzaban las ideas nacionalsocialistas y se presentía la Segunda Guerra Mundial. En Alemania, su arte fue catalogado de degenerado y él se fue haciendo invisible.

Desde 1993 Davos tiene un museo dedicado a él, un edificio del estudio de Zúrich Gigon Guyer. Allí me encuentro con la guía Monique Schneuwly. Me enseña el tríptico Alp Leben y me explica: “Esa pequeña mancha blanca que apenas se distingue era su segunda casa”. Colores intensos, tratados con libertad, y figuras desproporcionadas para realzar lo que le importaba: el granjero, la fuente, las cascadas, los animales. Repasamos fotografías antiguas de Stafelalp y Monique señala una casa y dice: “Era esta”, pero Petra, mi primera cicerone, la corrige: “No, no, es esta, la que hemos visto antes, la de los balcones”, Monique rei­tera: “Ni hablar, es esta, la de al lado”. Fankhauser, la señora de la taquilla, coge la postal y asegura: “Es esta”, señalando otra distinta. Estoy a punto de intervenir y apuntar que no, que es esta otra, pero me contengo. Planteo a Monique la misma cuestión: “Me da igual cuál era, pero ¿por qué no hay un cartel para anunciar las que fueron sus casas?”. “Qué pregunta es esa”, responde. “Los agricultores no quieren. Aquí los campesinos tienen sus reglas”. Bien, por fin una norma con la que estoy de acuerdo. Como me empeño en ver un signo de que Kirchner estuvo aquí, voy al cementerio. Entre la hierba fresca descubro dos bloques de piedra con las palabras justas: “Erna Kirchner, 1884-1945″, y, al lado, “Ernst Ludwig Kirchner, 1880-1938″.

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Sobre la firma

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Es autor de las novelas 'Los Baldrich', 'La estación perdida', 'Los buenos amigos' o 'Jauja' y del libro de viajes 'París'. Su obra narrativa ha obtenido varios premios. Es profesor en la Universidad Sciences Po de París. Como periodista fue Premio Pica d´Estat 2011. Colabora en El Ojo Crítico de RNE y en EL PAÍS. 'Verso suelto' es su última novela

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