Dos ojos no bastan
Miles de personas mueren cada año en sus casas, víctimas de cortes, caídas, quemaduras o envenenamientos. El cuarto de baño y la cocina son lugares acogedores, pero también muy peligrosos. Un secador del pelo te puede dejar fuera de combate si tiene alguna derivación y tú permaneces con los pies descalzos sobre el suelo húmedo. Las urgencias de los hospitales están llenas de diestros con la mano izquierda mutilada por el cuchillo jamonero. Y, sin llegar a tanto, hay quien por la noche se levanta para beber un poco de agua y cree que la puerta que de día estaba a la izquierda se encuentra ahora a la derecha. Durante unos segundos de horror, hasta que consigue orientarse, piensa que se ha despertado en una casa distinta de aquella en la que se durmió.
Lo que ven en la foto es un buitre electrocutado en un tendido eléctrico. En la medida en la que la naturaleza era su medio y en la que el poste es, en definitiva, un mueble, podríamos decir que ha sido víctima de un accidente doméstico. Mueren como chinches las aves por culpa de este mobiliario, cuando no achicharradas por los voltios o decapitadas por los cables que atraviesan el aire y que no ven. En las ciudades en las que abundan los rascacielos de cristal, los reflejos del sol las desorientan y se estrellan contra las ventanas de los grandes edificios creyendo que había mero vacío allí donde había un muro trasparente. Hay que andar con cien ojos por la vida, pero la mayoría de los seres vivos solo disponemos de dos, insuficientes a todas luces para detectar el número de trampas que hemos sembrado por la realidad
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