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Mitra Farahani: una cineasta contra el régimen iraní

Interlocutora de Jean-Luc Godard en sus últimos años de vida, esta directora iraní cree en las películas como instrumento de la revolución

Mitra Farahani
La directora iraní Mitra Farahani retratada durante su paso por el festival de cine de Gijón, en noviembre de 2022.Diego Sánchez y Borja Larrondo (The Kids Are Right )

Lo habitual cuando un creador de cualquier tipo da una entrevista es que quiera hablar de “su libro”. Empujado por las lógicas del mercado periodístico y buscando un poco de rango amplio para su público, el entrevistador buscará que hable del cambio climático, de la autoexplotación, del consentimiento sexual o del Gran Tema que toque, y el autor, según su temperamento, o bien bandea todo eso con educación o bien recuerda al periodista: oye, que yo lo que he hecho es una película o un ensayo o un cómic, o lo que sea.

Con Mitra Farahani (Teherán, 47 años) sucede exactamente al revés. La realizadora iraní, que ahora vive en Roma, pero ha estado durante muchos años ligada a Francia y al cine francés, estuvo en noviembre en Gijón para presentar allí, en el Festival Internacional de Cine, su documental À vendredi, Robinson, un experimento fílmico en el que logró por fin que se encontrasen dos de los patriarcas del cine que venían siguiéndose y admirándose desde los sesenta, el iraní Ebrahim Golestan, representante de la nueva ola del cine de su país a finales de los sesenta, y Jean-Luc Godard, con quien Farahani trabajó estrechamente en los últimos años de su vida. La cineasta les convenció para que aceptaran un juego: enviarse un correo electrónico cada viernes. Ella estaría en los dos sitios a la vez, en la gigantesca casa de Sussex, Inglaterra, en la que Golestan, que ha cumplido los 100 años, todavía vive, y en Rolle, el pueblo suizo en el que se recluyó Godard y en el que falleció, por suicidio asistido, el pasado septiembre. Al igual que su primer largo, Fifi Howls from Happiness (2013), en el que se acercó a la figura enigmática del pintor Bahman Mohasses, considerado el Picasso persa en el Irán prerrevolucionario, la película aborda la experiencia, las contradicciones del creador y los exilios, reales y metafóricos. Son películas densas de las que brota mucho discurso. Pero la directora no tiene en este momento demasiadas ganas de hablar de ellas.

El director iraní centenario, Ibrahim Golestan, en un fotograma de la película “À vendredi, Robinson”.

Mientras ella está haciendo el circuito de festivales, presentando su película a los medios, en su país se suceden las protestas desde que, a mediados de septiembre, la llamada “policía de la moral” mató a Mahsa Amini, de 22 años, por llevar mal puesto el hiyab. Se cuentan en centenares los muertos y en miles los represaliados. El anuncio a principios de diciembre de que el régimen piensa acabar con ese cuerpo policial fue recibido con escepticismo. “Es muy duro para los iraníes que estamos fuera del país”, dice la directora. “Nuestro cerebro está allí al 85%, pero después tenemos que llevar otra vida fuera de campo”. Farahani ha vivido entre Irán y Europa desde 2001, cuando fue a París a estudiar cine, pero hace ya años que no puede visitar a su familia en su país de origen ni entrar en él con tranquilidad. En 2009, tras las elecciones fraudulentas en las que ­Mahmud Ahmadinejad buscó revalidar su poder, la realizadora fue arrestada apenas poner un pie en Teherán y estuvo encarcelada durante dos semanas. “Aun así, seguí yendo a ver a mi familia hasta 2019. Llevamos 43 años con un régimen que no hemos elegido. Ahora mismo, todo el país está en duelo y encolerizado, y la única manera de salir de ese duelo es a través de la revolución”.

El cine de Farahani nunca ha sido cómodo para el régimen. Debutó en 2002 con un corto documental, Just Une Femme, que seguía a una mujer trans que se prepara para salir a la calle en Teherán, cubierta por un chador, tras su operación de reasignación de género. Y en el segundo, Tabous (2004), varias mujeres iraníes hablan sobre su sexualidad con un poema erótico persa como telón de fondo. Aunque la suya es una familia religiosa de clase trabajadora, sus padres nunca han tenido ningún problema con sus películas o con el hecho de que lleve la cabeza al descubierto. “La gente como mis padres trata la religión desde un ángulo saludable. En realidad, la revolución islámica ha destruido a las familias como la mía. Mi madre me inculcó unos valores, pero el Gobierno se ha encargado de corromperlos. Ha habido muchas otras familias así, que se han sentido utilizadas para intentar dar valor al régimen. Ahora están siendo conscientes y se están apartando. La religión, tal y como se presenta a la sociedad, es un trampantojo. La utilizan para cubrir la corrupción y a quienes hacen el mal”.

Farahani sostiene un cartel con la foto de las periodistas iraníes represaliadas Niloofar Hamedi y Elaheh Mohammadi.
Farahani sostiene un cartel con la foto de las periodistas iraníes represaliadas Niloofar Hamedi y Elaheh Mohammadi.The Kids Are Right (Diego Sánchez y Borja Larrondo)

La directora, nacida en 1975, apenas ha conocido otra cosa en su país que la revolución islámica, que tuvo lugar cuando ella tenía tres años y marca las etapas de su vida al compás de la situación en el país. “Mi adolescencia tuvo lugar cuando la revolución llevaba ya unos 10 años en marcha, y la gente de mi generación hemos sufrido graves daños psicológicos por eso. Yo no podía enamorarme y que se notase, ir con alguien por la calle. Eso se consideraba terrible y pecaminoso. La siguiente generación de alguna manera obvió ese tipo de persecución, pero son los jóvenes de ahora quienes por fin están actuando. La juventud actual es la más despierta y consciente que ha existido desde Jomeini. Ellos ni siquiera creen en la oposición. Esa figura ya ha sido envenenada por los mismos discursos del régimen. Se trata más bien de una marea de huérfanos políticos que se sienten traicionados por todos”.

A la directora no se le escapa la ironía cuando contempla el auge de la extrema derecha en Europa y ha seguido con preocupación la elección del Gobierno ultraderechista en Italia, donde vive desde hace años. “Veo que hay gente muy joven que ha entregado el gobierno a Giorgia Meloni. En Irán se está derramando sangre para recuperar el país de las manos de los fascistas, mientras que en Italia se lo regalan. Meloni ha sido escogida con una facilidad que me asombra. Es desolador”. Ante este panorama, ¿tiene esperanza? “Godard siempre decía que la esperanza es lo único concreto”.

Imagen del documental que Farahani dedicó a la pintora Behjat Sadr, “Time Suspended”.
Imagen del documental que Farahani dedicó a la pintora Behjat Sadr, “Time Suspended”.

Después de ver cómo el director no le abría la puerta a su amiga Agnès Varda y la despachaba con una nota en la puerta en la película de esta Caras y lugares (2017), llama la atención que Farahani convenciese a Godard para dejarse filmar en su intimidad. La colaboración entre ambos continuó en los últimos años y ella fue también productora de El libro de imágenes (2018), su última película. “Yo no lo conocía de nada. Le escribí una carta en 2014 con esta idea de poner en imágenes un archivo de correspondencia que en realidad no existía. Creo que, por un lado, él tuvo un presentimiento hacia la figura de Golestan, intuyó que podía ser un buen amigo imaginario. Y otro factor que pudo influir para que aceptara es que lo entendió todo como un gran juego. Fue muy fiel y envió su carta cada viernes antes de las doce de la noche”. En la película, el francés contesta los e-mails largos y bien redactados de Golestan con un vídeo de un delfín con un perro o un trozo de cuadro de Matisse, sin más explicación, para desesperación del iraní, que se lamenta de que la comunicación entre ambos no es equilibrada, “no es un pimpón”.

En ambos anida, cree Farahani, la misma generosidad y ganas de decir su última palabra a quien quiera escucharlos. “Ambos han sido enormemente influyentes para mí. Golestan intenta introducir toda la fuerza literaria dentro del discurso fílmico. Es un gran conocedor e intérprete de la poesía persa. Mi gran esperanza ha sido intentar tocar todo ese saber y ponerlo en mi película. Era una manera de preservar su obra e intentar entenderla. Y Godard… es Godard. Él nos regaló la mayor de las libertades, la libertad de estar despiertos, de no quedarnos en nuestra zona de confort. En todas sus pe­lículas encontramos situaciones que se repiten. ¿No lo habéis visto? Os lo vuelvo a poner. A nivel personal, su carisma y su forma de vivir fueron admirables”.

Dicho esto, Farahani pide posar con las fotos de dos periodistas represaliadas en Irán, Niloofar Hamedi y Elahe Mohammadi. ¿No lo habéis visto? Os lo vuelvo a poner.

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