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Gherardo Felloni, el diseñador que reinventa los clásicos incluso en su casa

El diseñador italiano Gherardo Felloni, director creativo de Roger Vivier desde 2018, hace alarde de su reinterpretación de los clásicos, tanto en su trabajo para la firma francesa de calzado y complementos como en los espacios que habita. Allí donde diseña sus zapatos está su hogar. Como esta casa, situada en un antiguo barrio obrero al este de París.

El diseñador italiano Gherardo Felloni, director creativo de Roger Vivier, fotografiado en su casa de París. Felloni lleva un collar de 1860 con camafeos en turquesa y otro de 1800 con un medallón en marfil.
El diseñador italiano Gherardo Felloni, director creativo de Roger Vivier, fotografiado en su casa de París. Felloni lleva un collar de 1860 con camafeos en turquesa y otro de 1800 con un medallón en marfil.Yago Castromil

Decía Victor Hugo que por la concha se conoce al molusco y por la casa a quien la habita. No debería tener pérdida entonces saber quién es Gherardo Felloni (Arezzo, Italia, 43 años) y cómo se las gasta el actual director creativo del icono zapatero parisiense Roger Vivier. Expansivo, talante que le procura esa italianità modernizada por la que se distinguen de inmediato los diseños de Gio Ponti, pero no invasivo, apabullante como un Ettore Sottsass. Soñador, según la fantasiosa doctrina de la follia prattica de Piero Fornasetti, pero racional, a la manera de Osvaldo Borsani. Transgresor, capaz de engañar al ojo con sus creaciones que ni Victor Vasarely, pero sutil, en plan escultura de Francesco Messina. Cabría aplicarle aquello de ecléctico, por resumir, si no fuera porque ni él ni su trabajo ni los espacios que habita responden a ese lugar común. “Yo también creo que una casa tiene que hablar de su propietario”, dice. “Quienes vienen a la mía me ven a mí. No engaño a nadie”.

Algunas de las antiguas joyas que atesora el diseñador mezcladas con piezas creadas por él.
Algunas de las antiguas joyas que atesora el diseñador mezcladas con piezas creadas por él. Yago Castromil
Felloni trabaja en un diseño.
Felloni trabaja en un diseño. Yago Castromil
Mesa Fornasetti de 1960 con un broche de coral de 185.
Mesa Fornasetti de 1960 con un broche de coral de 185. Yago Castromil
El comedor decorado con una mesa italiana de los años 40, sillas de Vico Magistretti de los 70 y una obra de arte de Nicolas Party.
El comedor decorado con una mesa italiana de los años 40, sillas de Vico Magistretti de los 70 y una obra de arte de Nicolas Party.Yago Castromil

En La Campagne à Paris, barriada residencial en el distrito 20 al este de la capital —calles empedradas, árboles por doquier, bucólica postal detenida en el tiempo—, está la casa que Felloni llama su hogar en Francia. Un edificio de tres plantas, construido como parte de un programa de 92 viviendas para familias obreras en los años veinte del pasado siglo, que adquirió en 2012 porque precisa del contacto con la naturaleza. “Podría vivir en el centro si dispusiera de una gran terraza o jardín, pero algo así resulta imposible de asumir económicamente en esta ciudad”, continúa, admitiendo de paso cierta manía por la posesión, cultura materialista eminentemente mediterránea: “Propietario, siempre. El alquiler no es para mí, siento como si tirara el dinero. Comprar una casa significa estabilidad, y yo necesito estabilidad”. Tampoco es la primera que adquiere, que se estrenó en la propiedad inmobiliaria siendo un veinteañero en Milán: “Pedí un préstamo al banco que me tuvo meses sin dormir, a ver cómo lo pagaba. Aún conservo algunas cosas de entonces. La verdad es que en esta casa hay 10 años de mi vida ­acumulados. Me veo sepultado vivo, no tiro nada”.

Hay otros lugares que considera igualmente su hogar: las fábricas de zapatos. Lo lleva en los genes. Sus recuerdos de la infancia son, sobre todo, las visitas que hacía de la mano de su padre al negocio familiar, una factoría de calzado en la Toscana. Lógico que el niño saliera diseñador de zapatos. También porque crecer prácticamente aislado en el campo, con la televisión como mejor amiga, disparó su fantasía. De aquel momento da cuenta Flooded, la colección primavera-verano 2022 de Roger Vivier inundada por sus memorias de los años ochenta y noventa. La osada interpretación de los creepers de los rockabillies y las botas Chelsea de los mods, a los que ha añadido la hebilla rectangular marca de la casa desde que apareciera en 1965, a los pies del vestido Mondrian de Yves Saint Laurent. La puesta al día de la plataforma de tacón cubista que popularizara Lady Miss Kier al frente de Deee-Lite cuando la sampladelia dominaba las pistas de baile, ahora destalonada. La sorprendente sofisticación de la sandalia de trekking, minihebilla de cristales mediante. Y no fallan las zapatillas deportivas, claro.

La habitación de Folloni, donde tiene una obra de arte de Nicolas Party.
La habitación de Folloni, donde tiene una obra de arte de Nicolas Party. Yago Castromil
El salón, con espejo del siglo XIX, figura de cerámica de los años sesenta, sofá de Osvaldo Borsani de los sesenta y mesa de Fornasetti de los cincuenta.
El salón, con espejo del siglo XIX, figura de cerámica de los años sesenta, sofá de Osvaldo Borsani de los sesenta y mesa de Fornasetti de los cincuenta. Yago Castromil
Unas sandalias Cube Strass de seda y cristales creadas por Felloni para la colección otoño-invierno 2022 de Roger Vivier.
Unas sandalias Cube Strass de seda y cristales creadas por Felloni para la colección otoño-invierno 2022 de Roger Vivier. Yago Castromil
Felloni posa frente a una obra de Victor Vasarel y de 1975.lleva zapatos de Roger Vivier de la colección primavera verano 2022. Detrás del diseñador, una consola y sillas originales de Gio Ponti de los años cincuenta y sesenta, y dos lámparas de 1960 originalmente creadas para la estación de Milán Central.
Felloni posa frente a una obra de Victor Vasarel y de 1975.lleva zapatos de Roger Vivier de la colección primavera verano 2022. Detrás del diseñador, una consola y sillas originales de Gio Ponti de los años cincuenta y sesenta, y dos lámparas de 1960 originalmente creadas para la estación de Milán Central.Yago Castromil

El creador, que de adolescente fue al conservatorio, ha echado el resto en el cortometraje promocional, un genuino videoclip para el que ha compuesto hasta la canción, Floodland, junto al músico Dario Tatoli, con el que ha formado la banda ocasional Wuthering Cats. Y encima la canta, voz de tenor, acompañado por Isabella Rossellini, estrella de un clip con atmósfera onírica que remite a la Julieta de los espíritus de Federico Fellini en el que intervienen además Valeria Bruni-Tedeschi, Anna Cleveland y la otrora musa felliniana Sandra Milo y el cómico Pippo Franco, ídolos catódicos de juventud. “¿Nostálgico? En cierto sentido. Creo que en un momento como este, en el que tendemos a olvidar el pasado con demasiada rapidez, necesitamos viejos referentes a los que aferrarnos para no repetir errores”, concede.

A Felloni le chiflan los clásicos, en efecto, pero para trabajar sobre ellos y llevarlos al terreno contemporáneo: “Está todo inventado, así que solo queda hacer evolucionar lo que ya existe. Roger Vivier es una marca muy institucional, muy francesa, con muchos elementos emblemáticos. Convertirlos en algo nuevo, diferente, puede sonar a sacrilegio, pero es lo que me gusta, aunque no sea fácil”. Los zapatos de salón con tacón de aguja rematado con un cubo de strass de esta temporada dan fe de tamaña vuelta de tuerca. También las revisiones del bolso Viv’ Choc. Y hasta las piezas de la línea de joyería, afición que ha incorporado a su práctica creativa.

Una gran mesa de cemento, resina y cera de Nicola Martini da la bienvenida a la casa de Felloni. Sobre ella, dos jarrones del artista inglés William Martin y una lámpara de Seguso Murano de los años sesenta.
Una gran mesa de cemento, resina y cera de Nicola Martini da la bienvenida a la casa de Felloni. Sobre ella, dos jarrones del artista inglés William Martin y una lámpara de Seguso Murano de los años sesenta.Yago Castromil
Algunas de las joyas del diseñador sobre una mesa de Gio Ponti creada originalmente para el hotel Parco dei Principi.
Algunas de las joyas del diseñador sobre una mesa de Gio Ponti creada originalmente para el hotel Parco dei Principi. Yago Castromil
Felloni en su jardín.
Felloni en su jardín.Yago Castromil

“Colecciono joyas antiguas desde los 22 años. Eso es otra demostración de nostalgia, ¿no?”, dice entre risas. La legendaria Manuela Pavesi, directora de moda y largo tiempo mano derecha de Miuccia Prada, lo introdujo en los misterios de la orfebrería cuando comenzó a trabajar como director de la división de calzado y marroquinería de Miu Miu, en 2003. Un cargo que repetiría entre 2008 y 2014 en Dior (mano a mano con John Galliano primero y Raf Simons después), para volver otra vez a los brazos del grupo Prada hasta 2018, cuando dio el salto a Roger Vivier. Sus piezas de época, en especial los camafeos que luce a diario como única concesión a la extravagancia indumentaria, las adquiere en Pennisi, venerable joyería milanesa especializada en parures (conjuntos de varias joyas) de los siglos XVIII y XIX. “Compro por instinto. Si hay algo que hace clic en mi cabeza, entonces me obsesiono con que tiene que ser mío”, confiesa. “Me pasa igual con los objetos decorativos, que encuentro en mercadillos y subastas. Son mis decisiones estéticas. Jamás he tirado de arquitectos o interioristas. Tengo un trabajo que me exige crear para los demás, así que mi casa es para mí y hago lo que me da la gana con ella. Mis parejas siempre se quejan de que sí, todo precioso, pero qué incómodo el sofá, ¡ja, ja, ja!”.

Todavía hay un tercer lugar que el diseñador llama también hogar: una propiedad en la isla de Giglio, en el mar Tirreno, frente a la costa toscana. “Es una antigua casa-faro que salió a subasta pública, hice una oferta y me la aceptaron. Eso fue en 2014. No terminé de restaurarla hasta ahora, porque además se trata de una construcción protegida como patrimonio histórico, aunque por dentro parecía una pizzería”, cuenta. El último año y medio lo ha pasado allí, entregado especialmente a las labores de jardinería, sus preferidas: “Hui el 15 de marzo de 2020 porque no soportaba la idea de pasar el confinamiento en París. ¡El clima, la gente, la comida son mejores en Italia! Además, mi novio [el realizador y guionista Andrea Danese] ya estaba en Giglio”. ¿Y si este fuese su hogar definitivo? “Cada vez pienso más en ello. No respondo a ese tipo de creador que necesita ir a la oficina y ponerse música para diseñar. Soy rápido dibujando, esté donde esté, aunque es verdad que me encanta trabajar directamente en fábrica. Para el caso, si algo bueno hemos aprendido de la pandemia es que hay cierto tipo de trabajos, como el mío, que pueden hacerse desde cualquier lugar”.

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