¿A quién se le ocurre poner un autocine en un polígono de Madrid?
Tamara Istambul y Cristina Porta son las fundadoras de Autocine Madrid y Autocine Málaga Metrovacesa, dos de los ocho autocines que existen actualmente en España.
Esta historia comienza con una servilleta de bar. En ella, dos amigas granadinas escribieron en 2016 tres palabras: parcela, proyector, lona. Seis años después, en una noche de mayo en un polígono industrial del barrio madrileño de Chamartín, una pantalla gigante proyecta el encuentro de Danny Zuko y Sandy Olsson en una playa y 350 coches sintonizan la radio para escuchar sus voces. De un diner americano rojo y brillante, situado detrás de los coches, manan palomitas y perritos calientes.
En una de esas veladas en las que uno se deja soñar despierto y en voz alta, Tamara Istambul (de 41 años) y Cristina Porta (de 42) jugaron a soltar ideas de negocio. Porta trabajaba entonces en comercio exterior e Istambul en banca. “Las dos estábamos en ese punto de querer romper con los tornos, cansadas de ir a trabajar con el piloto automático y los pies arrastrando. Queríamos montar algo que no existiera en Madrid”, explican.
En medio de aquella lluvia de ideas, una amiga brasileña pronunció la palabra que las hizo ponerse a escribir en una servilleta: motocine. Así que, si bien ninguna de ellas había sido nunca demasiado cinéfila, su empresa Autocine Madrid nació en 2017, y el pasado octubre inauguraron el Autocine Málaga Metrovacesa. Dos de los ocho autocines que existen actualmente en España. Istambul y Porta planean expandirse ahora a Valencia y Barcelona. También contemplan Lisboa, Miami y Dubái. “Nuestra palabra favorita es imposible”, dice Istambul.
De camino a montar el primero, encontraron todo tipo de trabas. Les dijeron que no había licencia para un modelo de negocio que no existía en Madrid desde que en 1959 cerró el Motocine de Barajas. Que esa parcela de la que se habían enamorado era inalcanzable. Que era una locura traer de Nueva Jersey el diner americano que habían visto en YouTube y sin el cual, decían, “¡no podíamos montar un autocine!”. Lo trajeron en barco. Hoy es el corazón de su negocio. “Nos vamos a lo difícil porque en lo fácil hay cola”, ríe Porta.
El concepto era extraño para el público: ¿qué se hacía en aquel lugar: ibas a ver otros coches o ibas a ver cine? “Nuestro socio de entonces decía que cómo iba alguien a traer a sus hijos a este polígono”, recuerda Porta, “pero ha sido un éxito, en gran parte por el boca a boca”. La pandemia revirtió la temporada baja de invierno y terminó por consolidar el negocio: “La gente, al ver la película desde sus coches, podía evitar entrar en contacto con otros clientes. Aquello fue un bum”.
El término autocine se queda corto para este parque temático. Las tardes-noches de cine se encadenan con conciertos, festivales diurnos ya consagrados como Rita’s Lunch y After Brunch, y eventos privados. “El sector cinematográfico tiene unos márgenes de beneficio muy estrechos”, explica Istambul, “nos hemos tenido que reinventar”. Además de un parque para niños, zona chill-out y una carpa para el invierno, la parcela de aire americano está salpicada de coches antiguos, una noria en verano y un carrusel. Es uno de esos lugares instagrameables que han sido escenario de videoclips, series y programas como MasterChef.
Que una amistad sobreviva a un negocio es un milagro. No lo es tanto cuando uno es testigo del modus operandi de Istambul y Porta. No dejan de bromear entre ellas y con el fotógrafo a pesar de llevar hoy más de 12 horas trabajando. “Ambas tenemos la misma forma de ver la vida: queremos disfrutar con lo que hacemos y que la gente se ría”.
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