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Ibeyi, las gemelas que curan con su música

En su nuevo álbum, giran hacia ritmos urbanos sin dejar su raíz cubana: “Seguimos cantando al lado de nuestros ancestros”

Naomi (izquierda) y Lisa- Kaindé Díaz, en París. Ibeyi, su nombre artístico, significa gemelas en yoruba.
Naomi (izquierda) y Lisa- Kaindé Díaz, en París. Ibeyi, su nombre artístico, significa gemelas en yoruba.Ed Alcock / M.Y.O.P. (Ed Alcock / M.Y.O.P.)
Álex Vicente

Son gemelas, pero el parecido entre Lisa-Kaindé y Naomi es relativo. La primera tiene aspecto etéreo y una voz suave, de esas que obligan a aguzar el oído, aunque luego hable por los codos. A su lado, apoyada contra el respaldo de su butaca, su hermana Naomi escucha en silencio (y puede que con una pizca de desconfianza) e interviene solo cuando la ocasión lo requiere. Lisa-Kaindé vive en Londres, seducida por “la electricidad que uno siente en sus calles”. La segunda prefirió quedarse en la ciudad donde crecieron, París, hijas del percusionista cubano Angá Díaz, integrante de Buena Vista Social Club, y la cantante y fotógrafa Maya Dagnino, de origen tunecino y venezolano. El encuentro con las dos mitades de Ibeyi tiene lugar en la sede de su discográfica en la capital francesa. Presentan su tercer álbum, Spell 31, con el que estas hermanas de 27 años se distancian de algunos de los rasgos que las dieron a conocer hace una década, cuando Beyoncé o Adele las alabaron y el difunto Karl Lagerfeld las escogió para poner banda sonora en directo a un desfile de Chanel en La Habana.

Tras dos discos muy marcados por la tradición cubana, cambian ligeramente de sonido, en dirección a esos ritmos urbanos que han invadido el planeta, en un giro que apuntalan sus colaboraciones con cantantes como Jorja Smith, diosa del soul de la última hornada, o Pa Salieu, rey del drill londinense. En la producción se encuentra Richard Russell, jefe de su sello, XL Recordings, y su primer valedor en la música, al que debemos descubrimientos como M.I.A. o ­Dizzee Rascal. La espiritualidad de raíz yoruba sigue presente, pero con menos protagonismo. ¿La querían dejar de lado? “De ninguna manera”, responden al unísono. “Aunque aspirásemos a eso, nunca lo lograríamos del todo. Seguimos cantando por nuestro padre, que murió cuando teníamos 11 años. Por nuestra hermana Yanira, que también falleció. Seguimos cantando al lado de nuestros ancestros”. Hablan de un cambio de método. Antes era Lisa-Kaindé la que empezaba escribiendo sus letras, a las que Naomi ponía música. Esta vez fue al revés: todo empezó con los ritmos de la segunda, a los que su hermana se amoldó hasta el punto de cederle su plaza de vocalista titular. “No me hirió el ego, tenía sentido”, dice Lisa-Kaindé. “Solo me costó 24 horas hacerme a la idea”. Para ellas, acercarse al hip hop era una cuestión de coherencia. “Es una música que nos gusta, que se nos parece y que escuchamos en nuestras vidas. Un día me gustaría hacer un disco de reguetón”, sostiene Naomi, más en serio que en broma (a su hermana, la perspectiva parece hacerle una gracia tirando a moderada).

En el disco se detecta también un interés por tratar nuevos temas. Un tema incluye el fragmento de un discurso de Michelle Obama sobre la relación enfermiza de Donald Trump con las mujeres, mientras que otro recuerda un incidente de Lisa-Kaindé con la policía francesa, que la detuvo por error cuando era adolescente. Se adivina un giro que las hace salir del apolitismo del pasado. “No hablamos de eso”, se cierran en banda. Su compromiso existe, aunque no sea partidista.

El disco fue compuesto y grabado entre Londres y París en sucesivos confinamientos. “Después de un periodo tan complicado, nuestra voluntad ha sido hacer música capaz de curar”, dicen. Su medicina son las lágrimas, como reza el título de otro de los cortes del álbum. “Tenemos amigos que dicen que no han llorado desde hace años. A nosotras, llorar nos parece tan imprescindible como respirar”.

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Sobre la firma

Álex Vicente
Es periodista cultural. Forma parte del equipo de Babelia desde 2020.

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