La importancia del tótem
El cuerpo posee una capacidad curiosísima, la propiocepción, gracias a la cual sabemos dónde tenemos el brazo derecho incluso con los ojos cerrados. Pongamos que te encuentras en una habitación tan oscura que la supervivencia de un fotón resultaría inexplicable. Significa que no te ves, no ves tus pies, ni tus piernas al avanzar con cautela en medio de las sombras buscando una ventana, una puerta, una trampilla que se abra al exterior. Conoces, sin embargo, la posición de cada uno de tus miembros, de tus músculos, sabes si las manos se hallan abiertas o cerradas, si estás boca arriba o bocabajo, pues conservas también el equilibrio. Tienes conciencia, en fin, de la unidad de tu cuerpo. A nadie se le ocurriría preguntar dónde se han ido sus dedos por el mero hecho de no ser capaz de contemplarlos. Todo eso es la propiocepción, cuya influencia resulta asimismo decisiva en las decisiones de carácter emocional.
Pues bien, cuando la celebración de su último congreso, el PSOE llevaba dos o tres años con la propiocepción medio averiada. Salía adelante a trompicones, sin saber muy bien dónde se encontraban sus piernas, dónde su corazón, dónde sus terminaciones nerviosas. Parecía un cuerpo colectivo descoordinado, desorientado, desequilibrado. Pero he aquí que un sábado de octubre Pedro Sánchez se abrazó a Felipe González como el que se abraza al tótem que simboliza la unidad de la tribu, y el cuerpo del partido recuperó de súbito la conciencia de todos y cada uno de sus miembros. Supo dónde estaban sus órganos y rescató de este modo la percepción de sí. ¡Qué raro, el cuerpo!
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