Nada es como imaginamos
He aquí una ventana con vistas al volcán de La Palma cuyas emanaciones observa atentamente una mujer. Desde ella puede examinar la trayectoria del monstruo y saber en qué momento conviene recoger el álbum de las fotos y salir pitando. La gente regresa a sus hogares a por las fotos. También a por los colchones, desde luego, pero muchas de las personas entrevistadas por la tele se refieren a las fotografías como lo más valioso de sus vidas. A lo mejor llevábamos cinco años sin abrir el álbum, pero actuaba desde su estantería como actuaban los cinco tomos de la II Guerra Mundial adquiridos a plazos y de los que, aun sin haberlos abierto, hemos absorbido alguna de sus enseñanzas. El álbum fotográfico familiar cuenta la II Guerra Mundial de cada uno, o su particular Guerra Civil, quizá su íntima guerra de la Independencia. Puede uno dejar atrás otras cosas, pero no su historia.
Observada a vista de pájaro, la lava sólida, debido a su color negro y sus formas irregulares, parecía una verruga maligna, un melanoma con numerosas metástasis en forma de abanico. Nos asombraba ver, por entre las grietas de la oscura tumoración, materia roja que evocaba el color de las heridas en carne viva. Todo resultaba muy orgánico, también la capacidad de destrucción de la mancha negra. Y es que uno, en su ingenuidad, había pensado que la lava líquida cubriría las casas sin romperlas y que, debajo de ella, tras solidificarse, las cocinas y los cuartos de estar y los dormitorios permanecerían intactos para dar cobijo a los fantasmas de sus dueños. Pero nada es como uno se imagina.
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