Simetrías siniestras
La Policía Nacional cuenta con una Unidad de Subsuelo porque debajo de nosotros ocurren cosas. Es algo en lo que por lo general no pensamos, aunque nos encantan las películas de presos que se escapan por un túnel y visitamos las catacumbas cuando viajamos a Roma o a Nápoles. Asimismo, en la televisión, de vez en cuando, se hacen reportajes sobre las cloacas que renuevan nuestro asombro ante la masa de oscuridad sobre la que se elevan las ciudades más luminosas del universo mundo. El asunto da incluso para metáforas como la que pronunció Felipe González en su día para explicar la existencia de la guerra sucia:
—La democracia también se defiende en las alcantarillas.
Significa que hay alcantarillas materiales e inmateriales, corpóreas e incorpóreas, físicas y mentales. Nosotros mismos, usted y yo, somos víctimas o beneficiarios, no lo sé, de un sótano intangible, el inconsciente, donde se almacena lo reprimido, que a veces sale por aquí o por allá, con la fuerza de un géiser, en forma de migraña o de dolor de espalda. Dejamos fuera, por falta de espacio, los conductos de gas o los cables del teléfono y de la electricidad que, a modo de vasos sanguíneos, recorren la dermis del asfalto.
Hay, entre el mundo de arriba y el de abajo, una simetría algo siniestra. Todo lo manifiesto produce algún tipo de reflejo en lo oculto. Lo que tienen a la vista es una instantánea de las cavidades subterráneas de Santiago de Compostela en el momento de ser revisadas por un inspector de la citada Unidad de Subsuelo. Así de terrosas y húmedas son también algunas zonas del alma.
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