Hilo conductor y trayectoria
Quizá ese ojo mío, colocado en tu cuenca vaciada, me permitiría ver con una perspectiva original los sucesos en los que fuiste herida
El mundo está lleno de ojos y sin embargo no hay ojos para todos: ni queriendo nos los podríamos repartir. Aunque lo deseara, yo no podría cederle a la chica de la imagen uno de los míos. Pero si ello fuera posible, dado que solo tiene 19 años, pobre, me lo pensaría. Muchacha, créeme: tal vez, tras consultarlo con la almohada y con mi mujer y con mis hijos, tomara la decisión de cedértelo si tú me lo admitieras, si tú aceptaras uno de estos dos viejos globos oculares que, pese a haber visto tanto, aún se asombran de lo que perciben cada día. Quizá ese ojo mío, colocado en tu cuenca vaciada, me permitiría ver con una perspectiva original los sucesos en los que fuiste herida.
Esto es lo que me ha quedado, tanto desde el punto de vista informativo como desde el existencial, de aquellos días de ruido y furia: la pérdida de tu ojo casi adolescente, con su pupila y con su iris y con su esclerótica y con su cristalino, todo hecho pedazos como una de esas hermosas pompas de jabón que estallan en el aire. De los sucesos que llamamos históricos, algunos sólo somos capaces de rescatar aquello que para los estudiosos apenas constituiría un conjunto de virutas del devenir de los pueblos. Tal vez el ojo derecho de esa chica se pierda con el tiempo en el cúmulo de desechos que quedan fuera del relato. Si por mí fuera, en cambio, el hilo conductor de ese relato estaría formado por la trayectoria de la bala de foam que salió tal día y a tal hora del fusil de un agente del orden para llegar instantes después al rostro de la manifestante con la triste secuela que ustedes pueden apreciar.
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