Una salina, un túnel natural y otros lugares del País Vasco que son de película
Del Valle Salado de Añana a la comarca de Goierri o una visita al paso de Lizarrate, cinco pistas para una próxima visita al norte
Si algo caracteriza al País Vasco es la diversidad de sus paisajes. Aunque la comunidad arrastre la marca de campos verdes, grandes caseríos y ovejas latxas, hay mucho más que ver. Grandes rías, cuevas prehistóricas, barcos pesqueros hundidos... Estos son cinco lugares de película que no hay que perderse, y ninguno de ellos es San Juan de Gaztelugatxe, ese enclave que la serie Juego de tronos puso en el mapa del turismo masivo.
Una de marcianos: salinas de Añana (Álava)
La sal no fue siempre patrimonio de la costa. También hay salinas de interior, como las de Añana, a unos 30 kilómetros de Vitoria-Gasteiz, que aprovechan el agua cargada de sales del río Muera. Durante su vida subterránea, las aguas atraviesan capas de sedimentos salinos y cuando emergen lo hacen ya cargadas de cloruros sódicos y potásicos. La explotación de estos manantiales data, al menos, del año 822. Y en la Edad Media llegó a ser unas de las explotaciones salineras más importantes de España. Lo que hace ser a las Salinas de Añana un lugar único, como de película de un planeta exterior, es que dada la escasa superficie llana del valle poco a poco se fueron creando plataformas de madera, llamadas eras, de entre 12 y 20 metros de superficie cada una, para colocar allí el agua cargada de sales y dejar que el sol la evaporara y concentrase el blanco y preciado elemento.
Las eras fueron adaptándose a los relieves del terreno hasta formar un manto blanco que se extiende por todo el valle como el velo de un vestido de novia. En su época de mayor esplendor, hacia mediados del siglo XX, llegaron a existir 5.648 plataformas. Hoy, restauradas y puestas en valor, siguen en uso y gestionadas por las mismas familias de la localidad de Añana que tienen los derechos inmemoriales de explotación. En el moderno Centro de Interpretación Valle Salado explican su historia, cómo se obtiene la sal y el complejo proceso de restauración que se llevó a cabo, rehaciendo las plataformas con pino silvestre, como se hacía antaño, para dar una nueva vida a este complejo industrial único y con casi 12 siglos de historia.
Para grabar un documental: ría de Urdaibai (Bizkaia)
Es el escenario perfecto para un documental de aves o para una serie como Intimidad (Netflix, 2021), que trata sobre la violación de la intimidad y el acoso social a dos mujeres en dos entornos laborales muy distintos y algunas de cuyas secuencias se rodaron en la playa de Laga. La ría de Urdaibai, en la costa vizcaína, es uno de los mejores y menos alterados ecosistemas marítimo-terrestres de la cornisa cantábrica. Un universo de mareas y bajíos, de carrizales y marismas que cambia cada hora, conforme sube y baja la marea, y en el que anidan o invernan más de 100 especies de aves marinas y migradoras. Por todo ello fue declarada Reserva de la Biosfera en 1984. Un espacio protegido que no solo abarca la ría, que se extiende desde Gernika hasta su desembocadura en Mundaka, sino que incluye otras zonas de interior y de costa. En total, un 10% de la superficie total de Bizkaia, desde el cabo de Machichaco hasta el de Ogoño, repartido entre 12 municipios diferentes.
Mundaka, uno de los pequeños pueblos pesqueros de Urdaibai, vigila el acceso a la ría desde lo alto de los acantilados. Enfrente, al otro lado de la desembocadura, está la citada playa de Laga y su vecina, la de Laida, una de las zonas naturales más impactantes de la cornisa cantábrica. No hay que perderse en Gautegiz Arteaga el Urdaibai Bird Center, un museo vivo de la naturaleza abierto al público donde disfrutar del mundo de las aves y sus migraciones.
Una de bandoleros: túnel de San Adrián (Gipuzkoa)
Un capricho de la naturaleza quiso que el agua excavara una gruta natural en lo alto de la sierra de Aizkorri, al sur de Gipuzkoa y muy cerca de la muga con Álava. La caverna tiene unos 55 metros de longitud, con una boca muy grande en la vertiente norte y otra un poco más pequeña en la sur, de tal manera que parece un túnel hecho por el ser humano para salvar esta crestería de los Montes Vascos.
El túnel de San Adrián ―conocido como paso de Lizarrate― fue usado como paso natural desde tiempos prehistóricos por pastores trashumantes. Se ha especulado con que si por él pasaba también una calzada romana o era utilizado por peregrinos a Santiago que enlazaban por él con el Camino Francés en La Rioja. Pero, de momento, no son más que conjeturas.
Lo que sí está demostrado es que a partir de la Edad Media estuvo bien transitado y que los reyes de Navarra establecieron en su interior un castillo para controlar la zona y cobrar un portazgo por su paso. Con la incorporación de Álava y Gipuzkoa a la corona de Castilla se usó para el Real Camino de Postas que iba desde el centro de la Península hasta la frontera francesa, convirtiéndose en un lugar estratégico para las comunicaciones entre Castilla y Flandes. Por él pasaron pastores, obispos, militares, bandoleros, comerciantes y hasta reyes, pues se cuenta que la mismísima Isabel la Católica tuvo que desmontar su carruaje para atravesarlo. Impresionan los sillares del Real Camino que aún se conservan en el acceso sur, y que permiten hacerse una idea de cómo eran las vías de comunicación hace siglos. Más recientemente, se construyó en su interior una ermita, precursora de la que se ve en la actualidad y a la que hay una romería popular el domingo después de Pentecostés.
Una de piratas: proyecto Albaola (Pasaia, Gipuzkoa)
Unos arqueólogos submarinos canadienses descubrieron el pecio de un ballenero vasco que se hundió en 1565 frente a las costas de Terranova, en la actual Canadá. Era el San Juan, construido en los astilleros de la ría de Pasaia. De su rescate y estudio salieron los primeros datos de cómo eran estos barcos dedicados a la pesca de la ballena en alta mar, que se construían en astilleros vascos y que los carpinteros de ribera hacían a ojo y con mucha sabiduría, pero sin planos impresos. Auténtica tecnología punta del siglo XVI. Con esa información del pecio rescatado, un visionario llamado Xabier Agote, donostiarra, remero, artesano, antropólogo, experto en construcción naval en madera y alguien entregado a la recuperación de las técnicas de fabricación de barcos antiguos y a las relaciones de cooperación entre los balleneros vascos y pueblos americanos, se le ocurrió construir una réplica del San Juan a tamaño real usando las mismas técnicas y materiales que entonces.
Es lo que el visitante puede ver ahora en los astilleros-museo del proyecto Albaola, en la ría de Pasaia. Una auténtica película de época en la que puedes entrar en la bodega del nuevo San Juan, tocar las recias cuadernas de roble y vivir una sensación única que no puedes experimentar en ningún otro lugar del mundo. Sobre todo porque no existe ninguna otra nao del siglo XVI, si exceptuamos el Wasa en Estocolmo, pero ese no puede ni tocar, ni mucho menos acceder a su interior. La construcción del San Juan es el proyecto estrella de la fundación Albaola; pero no el único, ya que en sus talleres se están restaurando o construyendo otras embarcaciones tradicionales vascas gracias a su escuela de carpintería.
Una pastoril: Goierri, las Highlands vascas (Gipuzkoa)
Existe en el suroeste de Gipuzkoa una comarca que resume todas las excelencias del paisaje vasco: campos, prados, montañas singulares, bosques caducifolios y ovejas, muchas ovejas latxas pastando por doquier. Es la de Goierri, conocida como las Highlands vascas porque alberga las mayores cimas del País Vasco, incluidas todas las crestas del macizo de Aizkorri, que llegan a 1.550 metros, y el Txindoki, que, aunque un poco más bajo (tiene 1.346 metros), es una de las montañas más populares de la comunidad por su curiosa forma triangular: le llaman “el Cervino vasco”.
Lo curioso de la zona es su contraste entre las zonas bajas y las cotas más altas, algo que se aprecia muy bien desde Olaberría, el balcón del Goierri. Abajo, en el valle, encajado en un exiguo espacio, se apiñan la autovía A-1, la vía de ferrocarril que une Madrid con Francia y una de las mayores concentraciones industriales vascas, donde se fabrica de todo, desde carrocerías de autobuses hasta vagones de tren o componente eléctricos. Sin embargo, en cuanto asciendes un poco, hacia pueblos como Beasain o Zerain, aparecen los caseríos, los parajes, las tradiciones y la vida rural vasca inalterada desde siglos.
Aquí está también Idiazábal, el pueblo que da nombre a uno de los quesos vascos con denominación de origen más famosos. Se pueden encontrar todavía muchas queserías tradicionales donde lo elaboran tal y como mandan las ordenanzas, solo con leche de oveja latxa y cuajo tradicional. Otro sitio a visitar es Segura, el pueblo con la estructura medieval mejor conservada de Goierri. Y en Ordizia se celebra cada miércoles uno de los mercados más antiguos del País Vasco, data de mitades del siglo XVI. En las antigua minas de Aizpea, conocidas como la Montaña del Hierro, hay un centro de visitantes desde donde se pueden visitar las antiguas instalaciones, los hornos y una antigua galería.
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