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Guggenheim Urdaibai: las aves de la felicidad y el museo de la discordia

El proyecto de un centro de arte en medio de la única Reserva de la Biosfera vasca, promovido por el PNV, plantea el debate sobre el papel de la cultura en el desarrollo sostenible

Marismas de Urdaibai desde el Bird Center de Arteaga.
Marismas de Urdaibai desde el Bird Center de Arteaga.Fernando Domingo-Aldama
Pablo Guimón

El dinero, como es sabido, no da necesariamente la felicidad. Esta puede tener más que ver con otros factores. Por ejemplo, según un estudio publicado en 2020 en la revista Ecological Economics, con la cantidad de especies de aves diferentes con las que una persona se cruza en su vida diaria. Los investigadores estudiaron, en más de 26.000 adultos de 26 países europeos, la conexión entre la diversidad de especies en su entorno y la satisfacción con la vida. Lo cruzaron con los datos socioeconómicos de los encuestados y llegaron a la conclusión de que la diversidad de aves era tan importante para su felicidad como sus ingresos económicos. “Los europeos están particularmente satisfechos con sus vidas si su entorno inmediato alberga una gran diversidad de especies”, resume el alemán Joel Methorst, autor principal de un estudio que no pasó inadvertido para los trabajadores del Urdaibai Bird Center, en la comarca vizcaína de Busturialdea. Estos no tardaron en proclamar que Gautegiz Arteaga, el pequeño pueblo que alberga este centro para la observación de aves al borde de una marisma, podría perfectamente ser el pueblo más feliz de Euskadi.

Lo cierto es que pasear un soleado día de abril por estos senderos entre robles, acompañado por los cantos de algunas de las 150 especies de aves que visitan el paraje, puede parecerse mucho a la felicidad. Claro que no todo son gorjeos de pájaros en este bellísimo enclave de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, el único que merece esta protección de la Unesco en el País Vasco. La sequía obligó el año pasado a imponer restricciones a los 16 ayuntamientos de la zona y, en 2022, a llevar agua por barco desde Bilbao. Faltan infraestructuras de saneamiento, de conectividad, de atención sanitaria. La comarca pierde población. La otrora boyante actividad industrial se ha ido apagando. “En Bizkaia no tenemos comarcas infradesarrolladas”, señalan fuentes de la Diputación, “pero sí algunas, como esta, que necesitan un cariño especial”.

Para dotarlo de un futuro sostenible o para terminar de cargárselo, según quién cuente la historia, planea sobre el enclave un proyecto: el Museo Guggenheim Urdaibai. Promovido por la Diputación Foral de Bizkaia (en manos del PNV), que compone el patronato del museo bilbaíno junto con el Gobierno vasco y The Solomon R. Guggenheim Foundation, su historia es un culebrón político que, aunque aún está muy lejos la colocación del primer ladrillo, lleva tres lustros sobre la mesa y ha situado ahora a esta comarca en el mapa del debate electoral.

Lo interesante es que el proyecto no es aparentemente una barrabasada, como algunas que amenazan diferentes puntos del litoral español. No es un complejo de casinos, ni una industria pesada, ni un plan para el turismo masivo de sol y playa. El debate que plantea es más sofisticado: cómo deben las sociedades relacionarse con el espacio natural. Cómo debe el ser humano interactuar con esas aves de la felicidad de Gautegiz Arteaga.

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El Guggenheim Urdaibai es, según el programa electoral del PNV, “un innovador modelo de integración que combinará producción artística, ecología, tecnología, conectividad social e investigación”. O bien, según Eider Gotxi, de la plataforma Guggenheim Urdaibai Stop, “un proyecto que no se basa en las muchas necesidades de la comarca, sino en las del museo estadounidense”.

La idea nace en 2009, una vez se considera ya consolidado el modelo del Guggenheim Bilbao. El patronato plantea entonces la posibilidad de una ampliación del museo que cumpla “tres parámetros”, explican fuentes de la Diputación: que la nueva sede sea “diferente a la de Bilbao y a la vez complementaria”; que tenga a Bizkaia como “encuentro de experiencias culturales”, extendiendo el “efecto Bilbao” a otras comarcas, y que vaya más allá de lo cultural y genere relaciones con “otros ámbitos de excelencia de Euskadi, como son la innovación y el medio ambiente”. La crisis económica paralizó el proyecto, que no se retomó de verdad hasta 2018. Entonces se planteó primero otra localización y finalmente se fijó la ubicación en la que se trabaja ahora, el paisaje más protegido de la región.

Para los críticos, es un proyecto que el propio marco legal de una reserva de la biosfera convierte en inviable. Desde la Diputación, sin embargo, se remiten a la Unesco, que define estos entornos como “sitios donde se intentan aplicar enfoques interdisciplinarios que permitan entender y gestionar los cambios y las interacciones que se producen entre los sistemas sociales y ecológicos”. Los defensores se apoyan en el precedente del Guggenheim Bilbao, cuyo éxito como elemento transformador de la ciudad no niegan hoy ni los muchos críticos que en su día tuvo. Los detractores apuntan al caos que trajeron a esta misma tranquila comarca las hordas de turistas que llegaron atraídas por el reclamo de Juego de Tronos a San Juan de Gaztelugatxe (Rocadragón en la popular serie de HBO). Entre un extremo y otro se mueve el debate. Y eso que, al no haber aún un proyecto visible, el grado de conocimiento de los pormenores por parte de la ciudadanía es, cuando menos, escaso.

Lo que se sabe es que será un museo con dos sedes, unidas por una senda peatonal y ciclista que aprovecha un camino existente. Una sede estará en Gernika, en la fábrica cubertera Dalia, ya cerrada. Allí se levantará el edificio de acogida a los visitantes y se desarrollará la rama de investigación y experimentación. Albergará laboratorios y talleres, así como un programa de residencias de un año para artistas e investigadores. También habrá un restaurante. La otra sede ocupará los astilleros de Murueta, aún operativos, y estará destinada a la zona expositiva. “No será solo un edificio con obras de arte”, dicen fuentes de la Diputación, “sino una experiencia contemplativa integrada con la naturaleza, de arte que reflexione sobre el medio ambiente”. En la senda de seis kilómetros que une las dos sedes se plantea “una intervención artística no invasiva”. Se podrá recorrer caminando, en bici o en ferrocarril, gracias a una vía que ya existe.

El proyecto contempla un aforo limitado de visitantes para reducir el impacto en la naturaleza y garantizar, según la Diputación, “una experiencia inmersiva y relajante”. El museo calcula que el límite estará en torno a los 140.000 visitantes anuales, una décima parte de los que recibe el Guggenhein Bilbao, una quinta parte de los que llegó a recibir San Juan de Gaztelugatxe antes de que se restringiera el acceso, y el doble de los que visitan la Casa de Juntas de Gernika. Respecto a la inversión, aunque aún no hay proyecto arquitectónico, el presupuesto realizado por una consultoría de ingeniería calcula unos costes de construcción de 127 millones de euros. Hay 40 millones aportados ya por el Ministerio de Transición Ecológica para desarrollar actividades relacionadas con el medio ambiente, y la Diputación asegura que tiene reservados otros 40 millones.

A partir de ahí, las incógnitas son numerosas, tantas que no hay en el horizonte una fecha ni siquiera aproximada de apertura. Hay que recalificar suelos, modificar planes urbanísticos de tres ayuntamientos, adquirir los astilleros de Murueta, descontaminar suelos y acuíferos… Y algo muy importante: esperar a que la Audiencia Nacional resuelva un recurso interpuesto por dos plataformas contrarias al proyecto contra la orden ministerial que reduce de 100 a 20 metros la servidumbre de protección del tramo de costa de los astilleros. Sin esa reducción, el proyecto sería inviable.

El estuario de Urdaibai, calificado por la Unesco como reserva de la biosfera.
El estuario de Urdaibai, calificado por la Unesco como reserva de la biosfera.Fernando Domingo-Aldama

Todas esas incógnitas son las que hicieron, argumenta el PNV, que el lehendakari saliente, Iñigo Urkullu, hablara hace unas semanas de la necesidad de abrir “un tiempo de reflexión” de dos años. Un sorprendente gesto —contrario a lo que defiende el candidato de su partido, Imanol Pradales, que quiere poner ya en marcha el proyecto— tras el que muchos vieron señales de un desacuerdo interno en el partido. Todo ello confluye en una deficiente comunicación del plan, a la que aluden los demás partidos para justificar su falta de un apoyo explícito.

“Hemos pedido una clarificación del proyecto, que en estos momentos falta”, explica Begoña Gil, secretaria de Política Institucional del PSE y vicepresidenta de las Juntas Generales de Bizkaia. “A los socialistas lo que nos parece más necesario es lanzar un plan integral de regeneración para una zona que necesita mucho más que un Guggenheim. Si en ese plan encaja el museo, pues adelante. Pero es el museo el que debe encajar en la zona, y no la zona en el museo. Los vecinos se quejan, con razón, de que se está fiando todo a un proyecto que lleva 15 años parado. No se puede paralizar el futuro de la comarca por eso”.

Idurre Bideguren, senadora de EH Bildu y exalcaldesa de Bermeo, la localidad más poblada de Busturialdea, coincide en que aún hay “muchas preguntas por contestar”. “Se quiere abordar cambios demográficos y de modelo productivo, retos del futuro, con un proyecto de hace 15 años”, lamenta. “Se quiere hacer en el corazón de la reserva de la biosfera, que no es cualquier sitio y para nosotros no es el adecuado. EH Bildu tiene claro que el desarrollo en esta comarca no puede basarse solo en el turismo, porque conocemos las consecuencias. Y luego está el cómo se ha hecho, sin contar con la gente de la comarca. Así que, en principio, no”.

Los moradores de las marismas parecen vivir ajenos a las enconadas posturas de defensores y detractores. Hace unas semanas, incluso, los cisnes fueron vistos comportándose de forma algo inusual en la zona de agua dulce. “Parecían imitarse y nadaban muy juntos, se estaban cortejando”, explican desde el Urdaibai Bird Center. “Seguimos observándolos y de repente empezaron a aparearse, un espectáculo precioso”. Cortejo y apareamiento, o campaña electoral. Quizá tengan razón los científicos alemanes y las aves ofrezcan el secreto de la felicidad.

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Sobre la firma

Pablo Guimón
Es el redactor jefe de la sección de Sociedad. Ha sido corresponsal en Washington y en Londres, plazas en las que cubrió los últimos años de la presidencia de Trump, así como el referéndum y la sacudida del Brexit. Antes estuvo al frente de la sección de Madrid, de El País Semanal, y fue jefe de sección de Cultura y del suplemento Tentaciones.
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