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Siete Romas insólitas y cercanas

La capital italiana es interminable y caótica, pero si se ordena en pequeñas parcelas comprensibles es posible descubrir joyas alejadas de los tópicos turísticos y que contienen toda la riqueza de la antigua capital del imperio Romano y de la Italia actual

Turismo Roma

En cualquier viaje es un error pensar que uno ha visto todo de una ciudad si se visita solamente lo que recomiendan las guías turísticas. Esto es más clamoroso, si cabe, en Roma. La capital italiana es interminable y caótica. Pero esto se resuelve ordenándola en pequeñas parcelas comprensibles —y válidas— para mostrar cómo en poco espacio hay muchas joyas por descubrir si renunciamos a los tópicos habituales y hacemos el esfuerzo de escarbar en la superficie de la urbe.

La eterna Roma puede sintetizarse en siete rincones, poco conocidos, pero que de igual modo maravillan al contener, cada uno de ellos, toda la riqueza de la antigua capital del imperio Romano y de la Italia actual.

1. Tesoros célebres escondidos

Empezaremos en la estación de Termini, donde todos los caminos convergen. Desde aquí caminaremos hacia la Piazza della Repubblica, donde admiraremos la fuente de las Náyades, coronación de la calle Nazionale. En vez de seguir por esta emblemática avenida proseguiremos por la Via Vittorio Emanuele Orlando y alcanzaremos la Piazza San Bernardo, un camino natural para ir a la iglesia de Santa María de la Victoria, donde los visitantes se agolpan para admirar el Éxtasis de Santa Teresa, de Gian Lorenzo Bernini. Un conjunto escultórico barroco de mármol tan célebre que eclipsa todos los tesoros aledaños.

La fuente del Acqua Felice en Roma (Italia).

Entre esos tesoros hay uno bien visible y otro oculto por el desconocimiento. El primero es la fuente del Acqua Felice, también conocida como la fuente de Moisés, que no tiene nada que ver con la escultura de este personaje bíblico que realizó Miguel Ángel y que está situada en la basílica romana de San Pietro in Vincoli. De hecho, los romanos rebautizaron a esta estatua, diseñada por Domenico Fontana, como “el feo”, para distinguirla de la del artista multidisciplinar conocido como “El Divino”. El conjunto, erigido entre 1585 y 1580, se ubica donde concluye el acueducto Acqua Felice. A la derecha, tras andar menos de 50 metros, recibe la iglesia de San Bernardo alle Terme, uno de los templos más bellos de la ciudad y perfecto para relajarnos y admirarlo. El lugar, por lo abrumador de su silencio, es idóneo para fijarnos en los detalles. Entre ellos destaca su cúpula con un óculo de 22 metros de diámetro, que es similar a la del Panteón de Roma porque la iglesia aprovechó uno de los cuerpos de las Termas de Diocleciano.

2. Iglesias, parques y colinas

El segundo itinerario parte del Coliseo. Al lado del monumento por excelencia de Roma se halla un rectángulo, el Ludus Magnus, un sitio arqueológico que era una escuela de gladiadores. Lo dejamos atrás y subimos por la Via dei Santi Quattro. En esa calle tenemos a nuestro alcance la basílica de los Cuatro Santos Coronados y la parroquia de San Clemente. Esta última es preciosa y cuenta con una impecable sucesión de estratos al conservar un Mitreo, donde los paganos adoraban al dios Mitra, una deidad persa, india y romana relacionada con la luz, la justicia y los pactos.

Un resto arqueológico subterráneo en la parroquia de San Clemente de Roma (Italia).

Luego subimos por Via Celimontana, preludio a la colina de Celio. Allí nos recibirá el arco de Dolabella y su posterior línea recta conducirá a la villa Celimontana —hoy es un parque municipal— y la basílica de los santos Giovanni y Paolo. El templo suele acoger muchas bodas y crea en su plaza un ambiente muy vivo los fines de semana. A su derecha, en la base del campanario, se localiza el templo del Divo Claudio, mientras a su izquierda es muy sencillo hipnotizarse con el camino Clivo di Scauro, una de las calles más inolvidables de Roma por los arcos que la flanquean hacia la iglesia de San Gregorio Magno al Celio. Esta tiene un claustro muy particular e interesante, precedido por un busto de Santa Teresa de Calcuta.

3. Un mausoleo y su catacumba

En la larga Via Nomentana, que nace en la puerta Pía, hay un sinfín de atractivos. Nosotros nos desplazaremos casi a su conclusión para ir al mausoleo de Santa Constanza, hija de Constantino I el Grande, que reposa dentro en un sepulcro. Este lugar, erigido entre el año 340 y el 345, constituye uno de los últimos ejemplos de fusión entre el arte clásico y el dominio del cristianismo. Ello se percibe tanto en su planta central como en su luminosidad reforzada por los mosaicos de la bóveda, los cuales, por su parte, están dedicados a la vendimia y a temas cristológicos, entre los que destaca la Entrega de la ley. En el mausoleo también destacan nichos vacíos donde muchos viajeros desde el siglo XVI se atrevieron a grabar su firma.

La fachada de la puerta Pía en Roma (Italia).

Desde Santa Constanza se debe parar en la parroquia de Santa Prisca. Allí, la profundidad de sus catacumbas es capaz de dejarnos sin aire y no precisamente por ver el fresco que representa a la Virgen, así como una escena de la adoración de los Reyes Magos o la pintura de la misteriosa mujer velada.

4. Un barrio escondido

No muy lejos de Via Nomentana se esconde, salvo para los más curiosos, el barrio Coppedè, llamado así por el arquitecto Gino Coppedè, responsable de su edificación a partir de 1915. Cada una de las casas de esta zona está plagada de detalles que se pueden disfrutar con calma porque no hay ángulo sin decoraciones vistosas y sin su inédito inventario escultórico. El centro de este conglomerado, diáfano y a rebosar de horror vacui, es la plaza Mincio y su fuente de las ranas, que es, quizás, un homenaje indirecto a la de las tortugas de la plaza Mattei.

Detalle de la plaza Mincio en el barrio Coppedè en Roma (Italia).

5. Esculturas a lo largo de la ciudad

La Roma popular es una de las grandes ignoradas por el turismo. Uno de sus mayores exponentes es el Pasquino, la más conocida de las denominadas estatuas parlantes de Roma. En sus orígenes, la estatua perteneció a un grupo que representaba un fragmento de la Ilíada de Homero, pero desde el siglo XVI devino en la voz de los oprimidos contra la censura papal. Hasta poco, su base se llena de protestas ciudadanas, asimismo esparcidas en otras cinco estatuas conocidas como la congregación de los ingeniosos. El sexteto se compone, además del Pasquino, de la escultura Abate Luigi, de il Facchino, Mamada Lucrezia, il Babuino y Marforio.

La escultura Pasquino, una de las denominadas estatuas parlantes, en Roma (Italia).

Estos revolucionarios de piedra han sido cantados por muchos poetas romanos en su dialecto, el romanesco. Los más célebres fueron Giuseppe Gioachino Belli (1791-1863) y Carlo Alberto Camillo Salustri (1871-1950), conocido por su seudónimo Trilussa. El primero tiene su escultura justo después del puente Garibaldi, en una plaza. Después, la estatua del segundo nos guía en su plaza homónima, que está pegada al puente Sisto. Tras los poetas, tenemos el Trastévere por descubrir.

6. La periferia romana

La central eléctrica de Montemartini que hoy es sede de uno de los museos Capitolinos de Roma (Italia).

Roma puede recorrerse a pie o en transporte público, sin tacha para ir a Via Ostiense. En la periferia, su icono es la basílica de San Pablo Extramuros, pero si quieres darle una vuelta a la urbe una buena opción es visitar la central eléctrica Montemartini que, desde 2001, se adaptó para ser una sede más de los museos Capitolinos. El resultado es una mezcla que fusiona la película Metrópolis (1927) con todo el esplendor del arte antiguo. A menos de 10 minutos, está el Gasómetro, una estructura circular, hueca e imperativa como catedral de estos márgenes.

7. Templos y parroquias para admirar la belleza de Roma

El mausoleo de Augusto en la plaza Augusto de Roma (Italia).

Para este 2025, Año Jubilar, la ciudad luce renovada. El mausoleo de Augusto es el lugar que experimenta el mayor cambio, puesto que complementa al Ara Pacis, un altar dedicado a la diosa romana Pax. Justo enfrente está la iglesia de San Girolamo dei Croati, un templo medio anónimo, poco vistoso en su exterior y deslumbrante en su interior, donde destacan su repertorio de frescos, una cátedra de Manierismo a cargo de pintores como Andrea Lilio (1570-1642), autor de la falsa cúpula de este templo nacional. San Girolamo dei Croati es otra prueba más de cómo en la capital de Italia no atreverse a franquear los portales de todas sus parroquias es un pecado laico por renunciar a tanta belleza.

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