Colgado del Coliseo
Es un enamorado del asfalto, de los peajes, de la rueda. Uno de los mayores placeres del rockero madrileño -que este verano está de gira con su disco Lo malo es... ni darse cuenta- es tomar el volante de su coche y perderse.
Vamos, que lo suyo no son los viajes organizados.
No soporto las aglomeraciones y las colas. Me gusta ir a mi aire en mi coche y con mi mapa. Siempre me salgo de la ruta habitual. Es la manera de conocer un país. En avión te pierdes kilómetros de historias.
¿Qué música escucha?
Depende del paisaje y del momento del día. A media mañana, con el trajín y las ganas de velocidad, rock. En los momentos en que estoy relajado, a media tarde, música clásica.
¿Un lugar recurrente en sus viajes?
Boletín
Italia. He estado en Roma, Venecia, Florencia, la Toscana...
Le habrá pasado de todo...
En las aduanas, con mis pintas y pelos, imagínate la de veces que me han parado y me han registrado en mis intimidades...
¿Una visita única?
En Roma me enganchó el Coliseo. Estuve una semana, y todos los días, cuando me levantaba, me iba a verlo. Tenía obsesión. Mi mujer estaba hasta las narices: "¿Otra vez al Coliseo?".
¿Y dónde duerme? ¿En el coche?
Qué va. En hoteles. Me he hecho mayor. Antes dormía en cualquier parte, pero ahora necesito por lo menos una habitación limpia y un cuarto de baño. Los años no pesan, lo que pesa es lo viejo que te haces.
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