¿Conseguirá la hambruna que el mundo mire hacia África?
El Programa Mundial de Alimentos calcula que 66 millones de personas en solo 14 "puntos calientes" del continente se enfrentan a niveles de inseguridad alimentaria de crisis, emergencia o catástrofe
Hay un dicho en el ámbito del desarrollo internacional: las guerras son difíciles de parar, las hambrunas no. El año 2021 puede ser el momento en el que este dicho se ponga a prueba. Con varios países africanos al borde de la hambruna, la pregunta es: ¿cuándo volveremos a mirar hacia el continente africano?
Los datos y las cifras son desalentadores. A pesar de los grandes avances en la lucha contra el hambre y la pobreza en la última década, la inseguridad alimentaria aguda se dispara actualmente en toda África. El Programa Mundial de Alimentos y la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación calculan que 66 millones de personas en solo 14 "puntos calientes" africanos se enfrentan a niveles de inseguridad alimentaria de crisis, emergencia o catástrofe. En África Occidental (en países como Burkina Faso, Chad, Malí, Níger y Nigeria), 23,6 millones de personas se enfrentarán a niveles de crisis de hambre en la próxima temporada de escasez (junio-agosto), lo que representa un aumento del 250% respecto a las cifras de hace solo dos años. La situación es igualmente alarmante en África Oriental y Central (incluyendo la República Democrática del Congo, Etiopía, Somalia, Sudán del Sur y Sudán), donde 54,8 millones de personas en 10 países sufren inseguridad alimentaria grave y necesitan ayuda urgente.
La cruda realidad es que esta crisis de hambre podría empeorar aún más. La ONU ha advertido que Sudán del Sur, Burkina Faso y el noreste de Nigeria corren grave riesgo de entrar en condiciones de hambruna. En Sudán del Sur, alrededor de 100.000 personas ya están sufriendo una catástrofe alimentaria en parte de los estados de Jonglei, Bahr El Ghazal del Norte y Warrap. La covid-19 podría llevar a la hambruna a más de 19 millones de personas, la mitad de ellas niños, en 12 países, nueve de los cuales están en África.
La hambruna es poco frecuente: suele ser el resultado de una tormenta perfecta de conflictos, condiciones meteorológicas extremas, choques económicos, fragilidad institucional y negligencia de los donantes. Cuando se declara de forma oficial una hambruna, significa que las tasas de mortalidad y desnutrición aguda ya han alcanzado niveles importantes, con daños irreversibles para personas y países enteros. Las intervenciones humanitarias a gran escala en materia de alimentación, nutrición y redes de seguridad social son necesarias tan pronto como sea declarada la situación.
Las razones por las que el hambre extrema está aumentando en tantos países africanos son diferentes, por supuesto, pero hay algunos puntos en común: la triple amenaza de los conflictos, el cambio climático y la covid-19.
El principal factor es el conflicto prolongado, que interrumpe las cadenas de suministro, los mercados, la agricultura y otros medios de subsistencia, especialmente para las poblaciones desplazadas por la fuerza. El año pasado, la violencia armada (incluido el extremismo violento) se intensificó en Burkina Faso, Camerún, República Centroafricana, RDC, Etiopía, Mozambique, Níger, norte de Nigeria, Somalia y Sudán del Sur. En la región de Tigray, en Etiopía, por ejemplo, incluso antes del conflicto que estalló en noviembre de 2020, se calcula que 600.000 personas sufrían una gran inseguridad alimentaria. Es probable que la situación haya empeorado como consecuencia de los desplazamientos masivos, las interrupciones del sistema alimentario y las dificultades de acceso a la ayuda humanitaria por parte de Naciones Unidas y los organismos de ayuda.
En segundo lugar, el cambio climático desempeña un papel importante en el agravamiento del hambre. Sudán sufrió las peores inundaciones en más de 100 años, lo que llevó a otros 3,5 millones de personas a la inseguridad alimentaria aguda en 2020. Grandes franjas de África Oriental también sufrieron las peores plagas de langostas en décadas. Estas devastadoras invasiones de insectos –vinculadas al cambio climático– agotan rápidamente los cultivos y la vegetación, matando de hambre al ganado y suponiendo una grave amenaza para la seguridad alimentaria y los medios de vida de millones de personas.
Por último, está la covid-19. El Fondo Monetario Internacional estima que las economías del África subsahariana se contrajeron un -3% en 2020, la primera recesión en la región en 25 años. Se trata de un enorme retroceso, ya que en 2019 había más africanos que salían de la pobreza extrema que los que nacían por debajo del umbral de la pobreza Los bloqueos en las fronteras, en las cadenas de suministro de alimentos y en los mercados provocaron un rápido declive de la actividad económica, desencadenando una pérdida de puestos de trabajo, de remesas y de ingresos de los hogares en un momento en el que las presiones inflacionistas iban en aumento. Incluso en países con economías relativamente fuertes, como Nigeria y Senegal, la reducción del poder adquisitivo de los hogares está haciendo que los alimentos saludables sean menos accesibles para millones de familias. En entornos de conflicto, donde es más probable que se produzca una hambruna, el suministro de ayuda se ha vuelto aún más difícil debido a las interrupciones de la cadena de suministro y a las restricciones burocráticas adicionales.
La triple amenaza de los conflictos, el cambio climático y la covid-19 convergen en África en un momento en el que la comunidad internacional está más ausente que nunca en la región. Es el momento de redoblar los esfuerzos por parte de los actores implicados en la comunidad internacional, para ayudar a aliviar el hambre aguda y crear resiliencia contra la creciente inseguridad alimentaria. El hambre aguda es un escándalo moral, así como una responsabilidad política y geo estratégica.
La comunidad internacional no actuó con la suficiente rapidez en la crisis del Cuerno de África en 2011: se podrían haber salvado muchas vidas si la acción humanitaria se hubiera producido antes. Diez años después, las alarmas vuelven a encenderse cuando aparecen múltiples hambrunas en el horizonte. ¿Actuará a tiempo la comunidad internacional?
Carsten Bockemuehl es asesor sénior de Políticas para Conflictos y Fragilidad en World Vision Australia.
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