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EL PULSO

Así viví (y vivo) la masacre de Bataclan

Christophe Naudin, autor de 'Journal d’un rescapé du Bataclan' (diario de un superviviente de Bataclan), en París.
Christophe Naudin, autor de 'Journal d’un rescapé du Bataclan' (diario de un superviviente de Bataclan), en París.Yann Levy (Hans Lucas)
Marta Rebón

Christophe Naudin, profesor de historia en una escuela del sur de París, escapó milagrosamente al ataque yihadista de noviembre de 2015. Y lo cuenta en un libro estremecedor

“Hace unos dos años y medio casi me acribilla un Kaláshnikov”, se lee en una entrada de 2018 del diario de Christophe Naudin, profesor de historia en una escuela de secundaria al sur de París. Aún le llegaba el eco del tiroteo de aquella noche, 13 de noviembre de 2015, en que la banda ­Eagles of Death Metal actuaba en la sala Bataclan de la capital francesa. Mientras se sacaba una foto con dos amigos en la sala de conciertos del bulevar Voltaire, Naudin ignoraba que unos terroristas habían irrumpido ya en el local. Acababa de guardarse el teléfono en el bolsillo cuando oyó un ruido similar al de una ráfaga de petardos. Luego todo se precipitó.

En el peor atentado terrorista sufrido en Francia, él se encontraba en el área del foso que resultó más ametrallada cuando empezó el ataque y donde se produjeron más bajas en los primeros minutos. Logró escapar y refugiarse en un cuartucho a la derecha del escenario. Allí pasó dos horas a oscuras con otra veintena de personas. Su amigo Vincent, abatido por tres disparos, yacía en el suelo.

Justo antes del quinto aniversario de la masacre se publicó en Francia Journal d’un rescapé du Bataclan (diario de un superviviente de Bataclan), relato de su “periplo de reconstrucción”, y en el que Naudin muestra la jaula mental en la que estuvo encerrado durante los dos primeros años después del atentado. Su formación de historiador especializado en islam medieval y su experiencia con alumnos de secundaria, todos ellos familiarizados desde entonces con el estado de emergencia, le permiten ofrecer una mirada singular, analítica, pero a la vez distanciada dentro de lo posible.

Poco antes de que su diario llegara a las librerías, ocurrió el asesinato yihadista de su colega el profesor Samuel Paty. “Su muerte me horrorizó. ¿Sorprendido? No. Ya en diciembre de 2015, Daesh señaló como objetivo al profesorado francés”, me comenta. Con la decapitación de Paty en Conflans “se atacó el corazón de la promesa republicana de un edificio compartido”, declaró el historiador Denis Peschanski, que, junto con el neuropsicólogo Francis Eustache, dirige el programa transdisciplinario 13 de noviembre, que hasta 2028 estudiará el impacto emocional del atentado en un millar de afectados, entre ellos, Naudin.

Más allá de su dimensión privada —las pesadillas, los ataques de pánico, las terapias y los recuerdos recurrentes, como “la mirada de odio” del yihadista Samy Amimour, “iluminada por los destellos de las llamas que salen de su arma”, o la visión del cuerpo de un hombre con la cabeza abierta entre “docenas de cadáveres amontonados en un charco de sangre”—, en su diario toma el pulso de la opinión pública francesa. Incluye las posturas de los extremos, los análisis simplistas y sesgados que se vuelcan en medios de comunicación y redes sociales, los bulos, la “guerra de expertos”, los políticos que buscan rédito a derecha e izquierda. Y, cada pocas páginas, un reguero de ciudades citadas por el mismo motivo sangriento: Barcelona, Londres, Bruselas, Niza, Múnich, Berlín…

“Me apasiona la historia porque me permite soñar, reflexionar y comprender con espíritu crítico, me orienta dónde puedo buscar respuestas y cómo”, me dice Christophe Naudin en la vigilia del aniversario de los atentados de París. En su libro refleja dos discursos en conflicto: “Unos creen que el problema es la emigración, los refugiados, el islam; otros niegan o minimizan el yihadismo y consideran que los verdaderos problemas son la islamofobia y el racismo de Estado”, lamenta. La nota positiva se la aportan sus alumnos: “Su delicadeza, su sana curiosidad y empatía y su necesidad de entender me hacen ser optimista”.

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