Cuando los zapatos no tengan género
El diseñador finlandés Achilles Ion Gabriel toma las riendas de Camper. Humor, sostenibilidad y una apuesta por la estética unisex definen su visión para la firma que cumple 45 años.
El boom de las sneakers me pone un poco triste. Desearía que hombres y mujeres llevasen zapatos de tacón… porque es más divertido”. Achilles Ion Gabriel se ríe con un gesto travieso. Aunque se trate de “un sueño aún lejano”, al formularlo esboza la visión que tiene para Camper, la firma mallorquina cuya dirección creativa asumirá al completo a partir del próximo año, tras estar al mando de Camperlab, su línea más experimental. Este finlandés de 32 años, bregado en firmas que van desde la icónica Marni de Consuelo Castiglioni hasta Cos (propiedad del grupo H&M), ha tomado el relevo del francés Romain Kremer para devolver a la marca de los pelotas “un humor más natural y sincero” y posicionarla al frente de la mayor revolución que afronta el sector del calzado: la sostenibilidad. Ahí es nada. Sobre todo, cuando hablamos de una enseña presente en más de 40 países y con un catálogo que supera los 500 modelos.
“No es suficiente con utilizar tejidos responsables. El calzado resulta muy difícil de reciclar al estar compuesto por distintos materiales que no se separan bien porque están pegados y cosidos. Investigamos distintas técnicas de construcción que luego permitan desligar el cuero y la suela de la goma. Estamos en constante búsqueda de nuevos caminos. La solución es compleja, pero estamos trabajando en ello”, remata con una sonrisa. Sería fácil —y también erróneo— confundir la energía positiva que emana Gabriel con frivolidad. Sobre todo si mientras habla suena un recopilatorio de canciones pop españolas de los setenta —Un rayo de sol, Eva María se fue— y tras él, en el showroom de París donde tiene lugar la entrevista, asoman los juguetones diseños para esta temporada de Camper Lab: zapatos de salón con un nudo en la puntera, chanclas con calcetines japoneses (con el dedo gordo separado) a juego…
Pero el finlandés forma parte de esa nueva generación de creativos que quiere demostrar que para llevar a una firma al éxito no es imperativo comportarse como un divo atormentado y monosilábico. Se puede ser amable y profesional. En su opinión, se debe. Aunque reconoce que los aires y los ritmos de Mallorca ayudan. No lo harían si, como tantas otras compañías, la marca fundada en 1975 por Lorenzo Fluxà hubiese deslocalizado toda su producción. “Tenemos mucha suerte porque Camper posee su propia fábrica-taller en Inca, lo que es rarísimo en el sector. Eso nos permite pasar un diseño por la mañana y ver un prototipo por la tarde, cuando lo normal es necesitar semanas o meses. Así, somos capaces de hacer cambios con agilidad y avanzar rápido. Pero a la vez tenemos tiempo para desarrollar los productos”, argumenta el diseñador. Nada de “recibir mensajes a última hora de la tarde pidiendo diseños para primera hora de la mañana”, ni sacarse de la manga un producto deprisa y corriendo porque se ha detectado una demanda que la colección no cubre. “Es a lo que estaba acostumbrado y no me gusta. Me siento feliz de no verme sometido a ese ritmo insano. Hacemos todo con cariño y mimo, y creo que se nota”, cuenta.
La única rapidez que Gabriel respeta es la que tiene que ver con la toma de decisiones. Y presume de ella. “Cuando algo es perfecto, sé reconocerlo y no le doy más vueltas. Cuando necesita pequeños cambios, los veo también enseguida. A veces el equipo se sorprende y me dice: ‘Hemos tardado un día en hacer lo que antes nos llevaba tres’. Y yo les respondo: ‘Sí, y además llegamos a tiempo para ir a tomar el aperitivo”, se ríe. El finlandés se ha adaptado rápido a la vida en Mallorca. Pasa un tercio de su tiempo allí y fantasea con comprarse una casa. Después de trabajar en París y Milán para firmas multinacionales, considera una ventaja hacerlo para una empresa familiar como Camper, hoy capitaneada por Miguel Fluxà Ortí, tataranieto de Antonio Fluxà, el zapatero mallorquín que en 1877 trajo de Inglaterra las primeras máquinas de coser calzado. “Todo es más flexible y, claro, ayuda que me llevo muy bien con la familia. Ha sido muy fácil encajar, siempre me han tratado genial”, asegura.
Cuando contactaron con él, pensó que le ofrecerían una pequeña colaboración. Estaba a punto de aceptar otra oferta, pero no lo dudó. Este es su primer puesto como director creativo, sin contar con los años en los que desarrolló su propia marca. “Cuando llegué a París desde Helsinki no tenía experiencia y no hablaba francés, así era difícil contratarme. ¿Qué iba a hacer? Exprimí mis tarjetas de crédito y en 2012 puse en marcha mi propia marca. Al principio estaba solo yo. Así que conozco todos los aspecto de una compañía”, relata.
—Entonces, ¿su primer trabajo fue como director creativo?
—No, fue limpiando baños en fábricas al acabar el instituto.
Gabriel planeaba ser arquitecto, pero solo unas semanas antes de matricularse vio el anuncio de una pequeña escuela de arte con un programa de diseño de calzado. “Pensé: ‘No conozco a nadie que sepa hacer zapatos’. Y me cambié. Conducía todos los días 100 kilómetros para ir desde Helsinki hasta el pueblo donde se encontraba el centro. Mi madre no estaba muy contenta. Ahora sí”, bromea.
Después de unos años apostando por su propia marca, que llegó a tener cierto renombre en los círculos de connaisseur, decidió “cerrar, adquirir experiencia en otras marcas y aprender de sus directores creativos”. Así se sucedieron Esteban Cortázar, Sunnei, Cos, Marimekko y Marni, que conoció bajo la batuta de su fundadora, Consuelo Castiglioni, y de su sucesor, Francesco Risso —“eran muy distintos y trabajaban de forma muy diferente”—. Hasta que llegó la llamada de Camper, donde le dieron carta blanca para hacer lo que quisiese. Y se lo tomó al pie de la letra. “Mi primera decisión fue cambiarlo todo”. Desde el interiorismo de las tiendas hasta las redes sociales. “Quitamos todos los post anteriores y empezamos de cero”. Como cuando se eliminan los rastros de un exnovio, en el Instagram de Camper es como si Romain Kremer, director creativo de la marca durante seis años, nunca hubiese existido. “Vivimos en un mundo sin misterio porque Internet está ahí”. Gabriel se queja burlonamente, pero es consciente de su importancia como canal de venta y también de comunicación. Ahora más que nunca. “No soy muy fan de la palabra influencer. Son una parte muy importante de la industria; pero prefiero trabajar con otro tipo de embajadores para la marca. Tampoco voy regalando cosas a famosos a diestro y siniestro, aunque sé que es muy bueno para la imagen de una firma. Así que es una lucha interna que mantengo conmigo mismo”.
Ese universo online de Camper tiene 45 años de cimientos offline que Gabriel viene a engrosar. “Creo que la idea de crecer y llegar al siguiente nivel estaba ahí cuando decidieron contratarme, pero no hay presión, no me persiguen diciéndome vende, vende, vende”. No hace falta. El diseñador parece tener los pies en la tierra y los números en la cabeza. Es consciente de que para que su prometedora línea de complementos (bolsos, pequeña marroquinería) se consolide necesita “volverse más comercial” y de que, aunque su objetivo es facturar modelos completamente unisex, de momento resulta inviable. “Es el futuro, pero los zapatos de tacón solo se fabrican en números de mujer. Me encantaría ampliar el tallaje, pero supone una gran inversión, porque tenemos unos mínimos de producción bastante altos y no creo que sea relevante hacerlo todavía. Las sneakers sí lo son, pero creo que es una pena que en los últimos años todo haya girado en torno a ellas. Hay que volver al zapato con o sin tacón”.
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