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Museos en el huracán del Black Lives Matter

Instituciones culturales de Estados Unidos son acusadas de perpetuar el “supremacismo blanco”. Los intocables santuarios de la cultura viven su verano del descontento

Una empleada del Museo de Oakland, delante de un mural de George Floyd durante una protesta en dicha ciudad contra su muerte.
Una empleada del Museo de Oakland, delante de un mural de George Floyd durante una protesta en dicha ciudad contra su muerte.Y. M. James (Getty Images)

Lo que empezó como una llamarada de protestas contra las violencias policiales a raíz de la muerte de George Floyd se ha convertido en un incendio de grandes proporciones que ha ido avanzando hasta amenazar ahora las confortables estancias de los museos del país, acusados nada menos que de perpetuar el “supremacismo blanco”.

Un diluvio de cartas anónimas o firmadas por empleados y exempleados denunciando desigualdades e insensibilidad racial en estas venerables instituciones ha llegado a los medios desde las redes sociales. Como la publicada por un colectivo de Nueva York que se autodenomina ­#FortheCulture, en la que se critica a santuarios intocables como la Metropolitan Opera House, el Metropolitan Museum of Art (Met), el MOMA, el Guggenheim o el Whitney.

A Manuel Borja-Villel, director del Museo Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, le parece una cuestión pertinente. “Los museos son maquinarias extraordinarias de conocimiento, de educación, de memoria, creadas en Europa en un determinado momento, pero tienen un pecado original: promovieron este conocimiento fantástico provincial pretendiéndolo universal. Y ahí es donde tanto mujeres como grupos racializados, grupos sin territorio, emigrantes, exiliados se encuentran sin voz”. Borja-Villel reconoce que estamos “en un cambio de época total”. Y que en esta vorágine “pagan justos por pecadores, aunque hay muchos más pecadores que justos”.

Puede ser el caso de Elysia Borowy-Reeder, directora del Museo de Arte Contemporáneo de Detroit, despedida tras ser acusada en una carta anónima de “insensibilidad racial”. En la misma ciudad, que cuenta con una de las mayores proporciones de población negra del país, el Detroit Institute of Arts (DIA), dirigido por el español Salvador Salort-Pons, ha sido acusado de “ingenuidad” ante el racismo y mala gestión. De nuevo en una carta anónima se ha reclamado su destitución. “Las quejas son anónimas y sin ninguna especificidad. Se cree que este grupo está integrado por un reducido número de antiguos empleados”, señala por correo Salort-Pons, apoyado por personalidades de la comunidad afroamericana local.

El director, que lleva cinco años al frente del DIA, defiende que “la transparencia es fundamental para cualquier institución cultural. Y con la transparencia, vienen la responsabilidad y el rendir cuentas. Gestionar las instituciones empleando estas coordenadas es más difícil que antes porque la audiencia es más crítica y exige que se cumpla con una normativa en constante evolución”. Por eso, hasta la iniciativa del Met, que se ha comprometido a crear el puesto de responsable de diversidad racial, puede quedar en breve superada. 

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