La piedra de la esperanza y el panal de abejas
Tengo la sospecha de que los malísimos datos de los rebrotes en España se deben en parte a nuestro feroz individualismo
Lo que voy a contar es un antídoto contra el desconsuelo. Al menos para mí lo es. Cada vez que la desazón me estruja el pecho hasta quedarme sin aire, pienso en estos locos maravillosos y siento que la pesadumbre se aligera. Y bien que necesitamos ayuda contra la congoja, ¿no es así? Estamos regresando de vacaciones (aquellos que tenemos la suerte de poder regresar a algún trabajo) y nos encontramos con que el dinosaurio todavía está aquí. Aún peor: ha crecido hasta convertirse en un T. rex, el más peligroso de todos. Y es que a la tragedia global de la pandemia, al trauma de los muertos, del sufrimiento y la destrucción de la economía, hay que sumar la tremenda amargura de la falta de solidaridad. De esas masas de descerebrados pegados unos a otros como si el virus no existiera; de la insensatez suicida de las disparatadas teorías conspiroparanoicas, tan falsas y necias como las de los terraplanistas. Todo eso me ha matado. Tengo la sospecha de que los malísimos datos de los rebrotes en España se deben en parte a nuestro feroz y proverbial individualismo, a la incapacidad de meternos la responsabilidad social en la cabeza. La pandemia es una catástrofe, pero si ni siquiera podemos confiar en las personas, la tristeza se me antoja insoportable.
Pero no. La buena noticia es que hay gente en la que sí se puede confiar. Esta bonita historia empezó el 14 de marzo, con el confinamiento. Era tal la angustia reinante que pensé en hacer algo para intentar animarnos un poco. Y se me ocurrió organizar encuentros en vivo en mi Facebook todos los miércoles y sábados. Muy pronto las citas se convirtieron en un taller de escritura creativa; fueron seguidas en directo por cientos de personas y en diferido por miles. Provenían de diversos rincones del planeta y se arremolinaron en torno a mí, pillándome tan de sorpresa con su apasionado entusiasmo que me vi arrastrada, o más bien levantada en volandas. Ese hermoso huracán me hizo volar.
Hicimos diversos ejercicios, y uno de ellos consistió en definir un personaje con sólo dos frases. Mandaron más de 400 definiciones; escogí 6, y entre ellas la gente votó 2. Para entonces llevábamos más de tres meses de taller y decidí poner punto final. Pero les sugerí que no dejaran de escribir y que redactaran un cuento en el que interactuaran los dos personajes. ¡Madre mía! Fue como tirar una piedra contra un panal de abejas: inmediatamente se levantó un enjambre zumbando y brillando y dibujando rizos en el aire. Rosely Dalterio dijo que deberían hacer un libro con los cuentos; Andrea Aquino propuso que yo escribiera el prólogo, a lo que accedí de inmediato. Enseguida la española Alejandra Albert y la mexicana Chantal Mas abrieron dos grupos de Facebook para organizarlo todo. Y se pusieron a revolotear y a fabricar miel de manera afanosa.
Para ello formaron varios equipos: de administradores, de editores y de diseñadores gráficos. Decidieron hacer dos libros y donar las ganancias a ACNUR. No tengo palabras para expresar la increíble labor que han desarrollado, el impecable nivel profesional. Al final reunieron 168 relatos; provienen de 20 países y sus autores tienen entre 12 y 76 años. Los he leído todos: son buenísimos, algunos en verdad extraordinarios. Ha sido una especie de fiebre colectiva, un brote de genialidad que se ha extendido como un incendio a través del mundo: casi puedo visualizar el globo terráqueo chisporroteando aquí y allá con el entusiasmado afán de estos locos divinos. Los libros saldrán el 30 de septiembre, en versión digital, en la editorial mexicana Literálika. Más aún: la también mexicana Maru San Martín ha recibido los cuentos de manera anónima y con plica, y un jurado de tres escritores profesionales ha seleccionado los 25 mejores, que serán publicados en papel a finales de octubre en Ediciones de Educación y Cultura (las ganancias irán para Save the Children). Esta explosión de creatividad y empática alegría ha surgido en la más negra noche de la pandemia. Todo lo han hecho ellos, incluso poner los títulos (En cuentos con Rosa para los digitales y Labios rojos, chocolate y una Rosa para la antología). Es una prueba innegable de que la luz y la esperanza existen. —eps
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