Los rincones más extravagantes de Graceland, la mansión donde Elvis Presley reflejó todas sus obsesiones
Una sala de billar forrada de tela estampada, una habitación llena de televisores o un pasaje directo a Hawái: en el 43 aniversario de la muerte del 'Rey del rock', recorremos los detalles más 'kitsch' del segundo edificio más visitado de EE.UU.
Cada 16 de agosto las flores, banderas y souvenirs se agolpan con más intensidad en la tumba del Rey del rock’n’roll. Custodiado por el sepulcro de sus padres Gladys y Vernon en el cementerio familiar, miles de fans se reúnen para rememorar esa fatídica noche de 1977 en la que Elvis Presley (Tupelo, 1935) dejó al mundo en circunstancias, hoy por hoy, no esclarecidas del todo. Muchos piensan, incluso, que podría seguir vivo.
Como relató en sus memorias Ginger Alden, su última novia y prometida, fue ella quien encontró al cantante inconsciente y tirado en el baño, con un ejemplar entre las manos de Sex and the psychic energy, un libro ilustrado que relacionaba posturas sexuales con signos del horóscopo. Oficialmente, Elvis acababa de sufrir un infarto agudo de miocardio, un golpe duro pero no inesperado. El exceso lo acompañó en sus últimos días, tanto de sobrepeso como en número de fármacos que ingería al día y que le obligaron a cancelar numerosas giras y reducir los conciertos a apenas unos minutos.
Desde entonces, más de 20 millones de personas han visitado la tumba de Elvis en Graceland, la casa de Memphis (Tennessee) que fue testigo del apogeo y declive de la leyenda del rock. Valorada en 350.000 dólares tras su muerte, su exmujer, Priscilla Presley, decidió abrir sus puertas al público en 1982 como museo para solventar los problemas económicos derivados de su herencia. El edificio más visitado de Estados Unidos después de la Casablanca y declarado Monumento Histórico Nacional en 2006, aglutina cada año a 600.000 visitantes que participan en un tour que recorre toda la mansión, los establos y los jardines, con excepción de las estancias privadas donde Elvis fue hallado muerto.
Según explica su página oficial, la casa en la que El Rey vivió desde los 22 años hasta su muerte formó parte de una granja de 500 acres antes de su construcción. Propiedad de la familia del empresario S.E. Toof durante generaciones, se usó como espacio para picnics de la iglesia y pastoreo. La finca adquirió el nombre de su hija Grace, tras cuya muerte pasó a manos de su sobrina Ruth Moore y su marido, Dr. Thomas.
Ellos fueron los artífices de esta mansión construida en 1939, una casa de casi 1.000 metros de superficie cuyo pórtico central rememora las casas coloniales y neoclasicistas que hicieron furor en la época. En la fachada principal, cuatro columnas corintias se erigen con capiteles inspirados en La Torre de los Vientos, del arquitecto inglés James “Atenea” Stuart. Junto a ellas, dos leones custodian la entrada de escalones de piedra y protagonizan la instantánea más fotografiada de Graceland.
Por poco más de 100.000 dólares, Elvis adquirió la propiedad dos décadas más tarde como regalo para sus padres, manteniendo su nombre original. En esa primavera de 1957, el autor de Love Me Tender atravesaba un momento crucial en su carrera: su primer álbum de estudio Elvis Presley consiguió permanecer diez semanas en el número uno de las listas americanas, mientras su rostro se popularizaba en la televisión nacional y arrancaba con buen augurio una carrera en el cine con películas como Jailhouse Rock. Con una fortuna que crecía a pasos agigantados, era la ocasión perfecta para arraigar su entorno familiar en Memphis, la zona donde se habría criado desde los 13 años.
Una mansión inspirada en el Hollywood clásico reconvertida en festín ‘kitsch’
Aconsejado por su madre, que fallecería un año más tarde, Elvis decidió ampliar a 1.600 m2 la planta original proyectada por los arquitectos Furbringer & Ehrman, autores de otros edificios históricos de Memphis. Invirtió más de 500.000 dólares en modificar tanto el interior como el exterior de la finca. El diseño en forma de partitura de la puerta principal en hierro forjado lleva el sello del ilustrador Abe Sauer, que añadió a la verja la silueta de Elvis.
En la primera reforma se incluirían dos plantas y un sótano conectados por cinco escaleras, ocho dormitorios y ocho baños, cocina, salón comedor, varias salas de ocio, un establo para caballos y un campo de tiro. Elvis mandó construir una piscina con forma de riñón y no de guitarra, como la del vocalista Webb Pierce, a la que se asocia en numerosas ocasiones. También se añadió el Jardín de la Meditación, un lugar al aire libre y tranquilo ideado por el arquitecto Bernard Grenadier, en el que Presley pudiera pasear y reflexionar y que terminaría acogiendo el cementerio familiar. Aquí descansan sus restos y el de sus parientes cercanos, además de una pequeña placa que conmemora a su hermano gemelo Jesse Garon, que murió al nacer.
Con la llegada de Priscilla a su vida, algunas voces afirman que el gusto de Elvis Presley se volvió más ostentoso y poco refinado, frente a la propuesta moderada de su madre. En su segunda reforma, Graceland se convertiría en un festín kitsch de moquetas infinitas y habitaciones temáticas, dispuestas en la primera planta y el sótano. La serie de vídeos Hidden Graceland revela, entre otras curiosidades, que la mansión fue pintada originalmente en azul eléctrico (existe una puerta interior que aún conserva el color original), dando paso en los años 60 al blanco actual.
La estancia más llamativa es, sin duda, Jungle Room, inspirada en la isla de Hawái, uno de los lugares favoritos del cantante que sirvió de escenario para películas como Blue Hawaii (1961) o Paraíso Hawaiano (1966). Aquí la sucesión de elementos kitsch es inagotable: una cascada de agua sobre una de las paredes de piedra, la moqueta verde de pelo grueso que emula la hierba o la multitud de ídolos y elementos polinesios. En 1976 se convertiría en su estudio privado, ya que la robustez del suelo aportaba una excelente acústica para grabar sus dos últimos álbumes, From Elvis Presley Boulevard, Memphis, Tennessee (1976) y Moody Blue (1977).
La pasión por el suelo enmoquetado se transfiere –esta vez en blanco– al salón y el comedor. Una chimenea también blanca y un sofá de 4,6 metros coronan la estancia, así como múltiples aparadores que conservan piezas de porcelana china y la cubertería de plata, y permanecen tal y como estaban cuando vivía Elvis. Dos vidrieras con pavos reales actúan de puertas divisorias frente al Music Room, con un gran piano de cola en el centro de la sala y un busto griego tallado en madera, una figura recurrente en toda la casa.
Una mansión más entretenida que Disneylandia
Elvis llevó el placer a la enésima potencia. En Graceland no había horarios ni relojes, y la vida transcurría a ritmo de rock’n’roll. Junto a la música, las novedades tecnológicas eran una de sus obsesiones. Solía probar nuevos aparatos y electrodomésticos que le enviaban las compañías antes de que salieran al mercado.
El número infinito de televisores de 25 pulgadas que rondaron la casa durante décadas dan muestra del amor que el de Mississippi profesaba hacia este pequeño reproductor. Incluso ideó en el sótano una sala con su nombre, la TV Room, donde poder ver al mismo tiempo los tres canales nacionales de entonces. Toda una cueva varonil en la que compartía partidos de fútbol y películas junto a la Memphis Mafia, como se conocía a su séquito de amigos, guardaespaldas y familiares que lo seguían a todas partes.
Decorada con infinitos espejos en el techo y los muros, los colores blanco, negro y amarillo se suceden por toda la habitación. Los mismos que se utilizaron para pintar en la pared oeste el logo que ideó Elvis en 1970, formado por un rayo y las letras TBC de Taking Care of Business in a Flash –"Cuidando el negocio en un instante"– . Elvis encargó varios colgantes con este anagrama para regalárselos a su círculo más cercano de la Memphis Mafia, como símbolo de unión y fidelidad.
Al fondo de la sala, se encuentra el wet bar que contiene una pionera máquina de hielo Scotsman. Tras uno de los pocos cuadros de la casa se esconde un proyector, que transformaba la habitación en una sala de cine.
Elvis era un fanático del billar y pidió a su decorador William R. Eubanks que ideara en la habitación contigua una suntuosa Pool Room, a partir de una foto del siglo XVIIII. En ella, las paredes estaban completamente cubiertas por tela ondulante. Elvis quiso calcar la idea, y tres hombres tardaron 10 días en revestir cada pared y el techo con 320 metros de tejido, colgados con varillas para crear esa sensación de movimiento.
Si el efecto envolvente no quedaba del todo claro, con los sobrantes de la tela se tapizaron dos sofás a juego, que servirían de asiento junto a tres sillas de estilo Luis XV. Sobre la mesa de billar de 1960 cuelgan varias lámparas hechas a medida en Laukhuff Stained Glass, una de las fábricas de vidrio tintado más antiguas del país. El tapete de la mesa mantiene intacto el rasguño provocado por la bala que uno de sus amigos proyectó contra una bola mientras jugaban.
Elvis tenía la costumbre de acostarse tarde, y apuraba la madrugada viendo películas o jugando al ráquetbol. Este deporte de pista cerrada y parecido al squash se popularizó en Memphis durante los años sesenta. En 1975, decidió acercar su nueva afición a Graceland, construyendo un edificio con una cancha interior y una sala de estar. A través de la pantalla de cristal, podrían ver los partidos mientras charlaban y escuchaban música.
Esta habitación se decoró con sillones de cuero y una zona de bar en la que no faltaba un equipo de estéreo, una máquina de pinball y el piano en el que Elvis tocó sus últimas canciones. En la actualidad, exhibe algunos de los célebres monos que vistió en sus conciertos, junto a su colección de discos de oro y de platino (la más extensa de la historia) y otros enseres familiares, como el vestido que Priscilla llevó el día de su boda.
Una cocina high–tech con barra libre de galletas
El gran apetito que gastaba Elvis Presley fue un secreto a voces. The Presley Family Cookbook (1980), de Nancy Rocks, es uno de los numerosos libros que reúne las calóricas recetas que El Rey solía degustar a diario. Recopilado por la que fuera su cocinera desde 1967 hasta su muerte, en sus páginas se dan cita desde el célebre sándwich de mantequilla de cacahuete, beicon y bananas al pastel de carne tuneado –cómo no– con una sustanciosa capa de panceta en la superficie.
La lista de la compra en la residencia Presley ascendía, según apunta Shared.com, a 500 dólares semanales. La web señala que en su despensa debía haber, "en todo momento, todos los días", latas de Pepsi, al menos seis cajas de galletas, varios botes de chucrut, perritos calientes, pudín de plátano recién horneado cada noche, brownies, helado de vainilla y chocolate, coco rallado y tres cajas de sus sabores favoritos de chicles (menta, hierbabuena y frutas).
La cocina no se abrió al público hasta el fallecimiento de su tía Delta en 1993, que vivió durante 11 años en la mansión rodeada de turistas. Elvis contaba con acceso directo a esta estancia desde su habitación por medio de una escalera secreta. Su pasión por la high tech también se trasladó a los fogones: contaba con uno de los primeros microondas de la historia, un horno 400 de Tappan Company –una reliquia de la época–, además de un triturador de basura Kenmore o un lavavajillas KitchenAid, también pionero entre los electrodomésticos.
Este vídeo muestra un cajón secreto en el mueble de las cámaras de seguridad con la inscripción de "Lisa’s home, Graceland", que su hija grabó a lápiz con ocho años. En la actualidad, Lisa Marie Presley sigue siendo la única propietaria de Graceland, una casa que condensa tanto la personalidad de Elvis como sus fantasmas estéticos, sus obsesiones y sus debilidades.
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