“Yo quería hacer música comercial”: polémicas, éxitos y secretos de una vida entera en el pop español
Carlos de France es uno de esos todoterreno que ha hecho de todo en la industria musical patria: ser parte de los primeros Mecano, fundar Objetivo Birmania, escribir megaéxitos de Amistades Peligrosas... pero lo que mejor se le da, como está a punto de comprobar usted, es hablar
Carlos de France (Madrid, 1961) estuvo en los inicios de Mecano, sufrió el éxito masivo de Hombres G, asesoró a un debutante Pau Donés pre-Flaca en sus inicios en la industria, es uno de los co-responsables de algunos de los mayores éxitos de Cómplices y ha compuesto para Marta Sánchez, Los Chichos, Amistades Peligrosas o Azúcar Moreno. Dice que es como Forrest Gump, que siempre está ahí, al lado del éxito masivo, pero que siempre le pasa rozando. Y, quizás, ni tan mal. “Los que más han triunfado se han tenido que drogar mucho para aguantar la presión. A veces pienso que a lo mejor por eso estoy vivo. Cuando estás de gira con cincuenta años, te tienes que meter farla sí o sí”.
"Recuerdo una vez que mánager me dijo: ‘Carlitos, voy a fichar esta banda, ¿qué te parece?’, me puso un walkman y yo pensé: ‘Joder, no saben cantar, ni tocar y la canción es una mierda’. Eran los Hombres G"
Pero, sobre todo, es miembro fundador de Objetivo Birmania, ese refrescante grupo de pop que irrumpió en el panorama musical a principios de los ochenta y al que, como mandaban los cánones de la época, le hicieron una película: ¡¡¡A tope!!! (Tito Fernández, 1984), un filme del que dice que “lo mejor es recordar que se podía ir sin casco en la moto y que los autobuses eran rojos. Lo teníamos que hacer todo a la primera porque no había suficiente película para repetir tomas. Fue muy divertido”.
Tras un periplo americano, publicó dos discos en solitario con menos repercusión de que él hubiese deseado: Vivo al revés (2006) y Debe ser esto la felicidad (2013). Hoy Carlos vive entre Berlín y Madrid aprendiendo a tocar Chopin y Bach al piano y huyendo sistemáticamente de ciertos hilos musicales. “A veces me he salido del Mercadona porque ponen una música que no se puede aguantar. Un día dejé la compra y salí corriendo porque empezó a sonar Bulería de Bisbal, que es una mierda de canción muy pegadiza”.
Lo primero: ¿tu apellido es real o es una licencia artística? ¡Es real! Mi padre era francés. De hecho mi nombre es Charles-Henri de France.
Eso suena, como poco, a rey de Francia. Bueno, mi padre era vizconde, un rollo de estos… El caso es que mi madre quería casarse a toda costa con un francés porque mi familia materna era muy francófila. Todos hablaban francés. En el año 36, les pilló la guerra de vacaciones en Biarritz y mi madre y sus hermanas pasaron allí todos esos años. Fueron al liceo en Francia, en San Juan de Luz. Les gustaba mucho la cultura francesa y mi madre logró casarse con un francés que encima se llamaba ‘de France’, que es muy rimbombante. Tuvimos una tragedia familiar: mi madre murió al tener a mi tercer hermano y mi padre se volvió a Francia. Así que nos educaron mi abuela y una tía mía. Fui al Liceo francés con mis hermanos. Mi drama es que no soy ni español, ni francés. Hay cosas de España que me sacan de quicio pero luego voy a Francia y tampoco lo aguanto. Por eso me fui a Alemania.
En el Liceo coincidirías con más de uno de los que luego serían nombres de la escena musical de la Movida… Sí, en mi clase estaba Nacho García Vega [primo de Antonio Vega y fundador junto a él, Carlos Brooking y Ñete de Nacha Pop], Paola Dominguín y Carlos Brooking, el bajista de Nacha Pop.
"Los amigos de mis amigas son mis amigos fue un megapelotazo, pero era muy hortera. Una copia descarada de Bananarama. Ahora con el tiempo me arrepiento"
Estudiaste Derecho y creo que la intención en tu familia era que fueras diplomático. ¿Cómo te iniciaste en la música? Ahora me arrepiento. Hubiera sido un diplomático cojonudo, con lo bien que se me dan las lenguas y las gentes y estar por ahí... ¡Qué razón tenía mi abuela! ¿Sabes cuando llega esa edad en la que te das cuenta que tus padres tenían razón? (Risas). Pues la verdad que no sé bien cómo empezó todo. Tenía una moto y la cambié por un bajo para entrar en el grupo de unos amigos a los que les faltaba un bajista. Si hubiera faltado el trompetista, habría sido trompetista. Ahí me salió la oportunidad de hacer una prueba para Mecano, que estaban buscando un bajista joven. En el primer disco de Mecano no tocaba ninguno de ellos. Eran unos grandes compositores pero para grabar un disco hay que ser muy buen músico de estudio. Me dieron un single para que me lo aprendiera. Era Hoy no me puedo levantar y la cara B, Perdido en mi habitación. En el estribillo de Hoy no me puedo levantar el bajo hacía algo que yo era incapaz de sacar. Y cuando toqué delante de ellos, Nacho cogió el bajo y lo sacó. Recuerdo que pensé: ‘Este tío tiene un talento, un oído y una musicalidad increíbles’. Me cogieron y estuvimos ensayando varias veces. En aquel momento había muchísima presión de cara al directo: se rumoreaba que Mecano era un grupo prefabricado. Y es verdad que en el disco tocaba Javier de Juan la batería y Manolo Aguilar el bajo, dos monstruos que luego formarían La Década Prodigiosa. La cosa con Mecano no fructificó, pero yo aprendí muchísimo de los Cano que además de grandísimos músicos, eran muy listos y muy ambiciosos. No eran unos tíos que se juntaban sin más. Con lo que aprendí me dije: ‘Pues voy a montar un grupo que tenga éxito’. Y monté Objetivo Birmania.
O sea que, en cierto modo, estuviste presente en el momento fundacional de uno de nuestros hitos del pop: el primer disco de Mecano. A lo largo de mi vida, he estado en muchísimos momentos muy pegado a gente que ha tenido muchísimo éxito. Yo he visto a Nacho llegar al local de ensayo y tocarle al productor Me colé en una fiesta en plan ‘Mira, acabo de componer esto’. Y yo pensé: ‘¡Esto va a ser un pelotazo brutal!'. Recuerdo otra vez, ya montado Objetivo Birmania, a nuestro mánager decirme: ‘Carlitos, voy a fichar esta banda, ¿qué te parece?’, ponerme un walkman y yo pensar: ‘Joder, no saben cantar, ni tocar y la canción es una mierda’. Eran los Hombres G. Creo que en el 84 o por ahí fueron nuestros teloneros en la gira de verano. Al año, siguiente fue al revés. Fuimos nosotros sus teloneros. Fue muy humillante estar tocando ante 20.000 chicas gritando ‘David, David’. Un horror.
Volviendo a Objetivo Birmania. Aunque lo que más se recuerde sean las Birmettes, el grupo empezó sin chicas, ¿no? Sí. Estábamos muy obsesionados con el funky, sobre todo el teclista [Francisco R. Musulén] y el guitarrista [Luis Elices]. Yo tocaba el bajo en plan funky rollo slap bass porque se lo oí un día al bajista de Miguel Ríos en la Plaza de Toros de las Ventas y dije: ‘Joder, lo que hace es darle hostias con el pulgar al bajo’. Hicimos el grupo. Empezamos a tocar en bares y no fue hasta que fuimos a Radio 3 a una entrevista con Carlos Tena en la que dijimos que estábamos buscando cantante cuando se creó el concepto de las Birmettes, que fue lo que nos catapultó…
Y ahí entraron Yolanda Hens, la cantante, y Ana Fernández y Mónica Gabriel y Galán, las dos Birmettes que hacían las veces de coristas y bailarinas. Sí. Yolanda era la hermana de Carlos Hens, el batería de Los Elegantes. Era todo muy endogámico por aquel entonces. Nosotros ensayábamos en unos locales que hay en Perón que aún existen y ahí estaban Marta Sánchez, Nacha Pop... En el descanso todo el mundo se tomaba una cerveza. Era una gozada de ambiente. De hecho, teníamos mucha relación con Nacha Pop. Nuestro local estaba pegado al suyo. Antonio Vega me propuso hacer un grupo paralelo a Nacha Pop. Le dije que no porque estaba muy centrado en Objetivo Birmania y me arrepiento muchísimo.
"[Juan Antonio Canta] me decía: ‘No puedo más, me meto en un taxi y 'un limón y medio limón', en el ascensor lo mismo, en directo me tiran piedras si no toco la canción de los limones...’. Ruiz Mateos le ofreció ocho millones de pesetas para anunciar ‘un bombón y medio bombón’ con los bombones Trapa"
En ese local es donde aparece el compositor Luis Gómez-Escolar, tal y como contó en una entrevista a ICON, y os descubre… Lo recuerdo perfectamente. Me dijeron que venía alguien muy importante, pero como él es tan discreto no quería decir quien era. Apareció y ahí yo descubrí que quería ser compositor y no bajista porque Luis estaba haciendo música, no le conocía nadie y le iba fenomenal con los derechos de autor. Ese día decidí que quería ser como él. Le apodamos ‘el Genio’ y nos produjo el primer single [en su sello Rara Avis].
A él le impresionó muchísimo lo bien que tocabais. Es algo que nunca quedó del todo reflejado en los discos o en los pocos directos que hay grabados. Y eso es muy frustrante. Tocábamos muy bien, ensayábamos todos los días, las chicas iban en plan Fama a un estudio de baile, se hacía un vestuario exprofeso, teníamos costureras... Lo hacíamos a la americana. Había un trabajo brutal detrás. Queríamos ser una banda espectáculo, pero en esa época estaba mal visto tocar bien…
Y tampoco era muy popular esa mentalidad de querer triunfar… Sí. Queríamos ser profesionales y vivir de esto. Me impresionó cuando Oscar Quesada, batería que había grabado un disco con Radio Futura y que hizo una gira con nosotros, me dijo: ‘Joder, tío, sois los más auténticos porque los demás quieren ganar dinero pero no lo dicen, pero vosotros decís lo que queréis’.
¿Crees que ese es el motivo por el que Objetivo Birmania han sido los grandes olvidados de la Movida? Cuando veo Cachitos de hierro y cromo o cualquier revival entiendo que estén Alaska o Radio Futura que eran más grandes y mejores que nosotros, pero a veces sacan un grupo de Zaragoza al que no conoce ni su madre. Y, sin embargo, no suenan Objetivo Birmania cuando, en 1985, éramos el grupo que más bolos hizo, estábamos en la tele todo el rato, fuimos portada de El País Semanal con las Birmettes... Y ahora es como si no hubiéramos existido. Lo que no sé es el porqué.
Aunque no es de las canciones de las que más orgulloso se siente, 'Los amigos de mis amigas son mis amigos' es uno de los mayores éxitos de Carlos de France como compositor junto a 'Me haces tanto bien' de Amistades Peligrosas.
Parece que el paso del sello independiente Rara Avis a una multinacional (Warner) fue más problemático que beneficioso. Estar en una multinacional supuso muchísima presión. Querían números uno, querían al productor de moda, y Julián Ruiz –al que le tengo mucho cariño– nos destrozó los discos. También es verdad que luego metía alguna cosas como el ‘chachacha’ de Baila para mí que hacían que la canción fuese apestosamente comercial. Si a eso, le unes el hecho de que éramos siete, que había chicas en el grupo... Yo siempre digo que si quieres que tu grupo dure, no metas a chicas.
¿Y eso? Porque siempre hay problemas de celos. Yolanda cantaba muy bien, las otras muy mal. Las otras eran un cañón, Yolanda no tanto… Y además había una falta de liderazgo brutal. Luis y Paco [luego Ciudad Jardín con Rodrigo de Lorenzo] querían hacer funky jazz y yo quería hacer pop comercial. Eso generó muchas tensiones.
Tanto que os separáis y creo que no de la mejor de las maneras. Fue muy feo. Yo me quedé con el nombre e hice la segunda etapa que fue una horterada. Los amigos de mis amigas son mis amigos fue un megapelotazo, pero era muy hortera. Una copia descarada de Bananarama. Ahora con el tiempo me arrepiento. Pero yo estaba arruinado: al año de separamos entre que hubo que dividir entre siete y que no se pagaba muy bien en aquella época, yo estaba trabajando de camarero en un restaurante.
"¿Para qué hacer más si nadie me va a hacer ni puto caso? Eso de que Internet ha democratizado la música es mentira. Lo que ha pasado es que todo el mundo se hace sus cuatro mierdas a toda velocidad en su cuarto con el Mac"
En esta segunda etapa, se editan dos discos (Los amigos de mis amigas son mis amigos, 1989, y Los hombres no ligan, 1991) tras los que disuelves definitivamente el grupo y te dedicas a componer. Estaba haciendo cosas para Cómplices y me empezaba a ir muy bien componiendo para otros, así que me propuse intentar ser como Luis Gómez-Escolar, que es lo que yo quería. (Risas).
Y a hacer algún trabajo de bajista mercenario, ¿no? Solo en 1992, en una gira con Amistades Peligrosas. Me llamó Cristina [del Valle, mitad de Amistades Peligrosas junto a su por aquel entonces pareja, Alberto Comesaña] para tocar en un pub en Moratalaz tipo febrero o marzo del 92, que fue cuando salió el disco. Tocamos para 50 personas. Se fueron encadenando conciertos y ese mismo año acabamos tocando en la Expo de Sevilla ante 50.000 personas. Hice como ochenta y tantos conciertos hasta que no los aguanté más y me despedí. Eran muy complicados. Y cuando Cristina y Alberto se peleaban, luego la tomaban con los músicos. No nos dejaban beber. Llegaba Cristina al camerino antes que nadie y se llevaba el güisqui para que no bebiéramos… En los hoteles, Cristina llegaba a recepción y decía: ‘Por favor, apunten a qué hora llega cada músico’. Tremendo. Como si fuera la señorita Rottenmeier… Luego volví a colaborar con ellos con la canción Me haces tanto bien cuya música es mía y la letra de Alberto. Lo de ‘me haces tanto bien’ viene de un músico de la banda que era bastante rock and roll y que cada vez que se tomaba un güisqui, se metía una raya o se tiraba a una fan, decía: “¡Me hace tanto bien!”. A Alberto le hacía mucha gracia la frase y la metió. Es la canción de más éxito que he hecho.
Y también grabas el bajo de la canción Grita en La flaca (1996), el primer álbum de Pau Donés. A Pau lo descubrió mi hermano [el director y realizador de publicidad Fernando de France]. Pau trabajaba en una agencia de publicidad en Barcelona y mi hermano Fernando me dijo: ‘Hay aquí un tío que tiene unas canciones...’. Mi hermano le pagó a él y a unos cuantos más un viaje a Cuba y las dos semanas que estuvimos allí Pau me estuvo preguntando todo sobre el mundo discográfico. A la vuelta, mi hermano le consiguió que le escuchara Virgin y lo contrataron. Unos meses después quedé con Pau y me dijo: ‘Tenías razón cuando me dijiste que era dificilísimo triunfar. He sacado mi disco y he vendido mil copias o dos mil. No me he comido un colín’. Unos meses después, le descubrieron para lo de Carácter Latino… [La canción fue incluida en un anuncio de Ducados publicitando no cigarrillos, sino un cedé recopilatorio llamado Carácter latino en el que estaba La flaca junto a otros éxitos de Los Secretos, Rubén Blades, Duncan Dhu o Danza Invisible].
"Lo hacíamos a la americana. Había un trabajo brutal detrás. Queríamos ser una banda espectáculo, pero en esa época estaba mal visto tocar bien"
Entonces te marchas a Miami. Me fui con mi socio Rafa Legísima en 1996. Éramos un equipo de producción y composición. Tuvimos una época muy buena hasta que llegó el 2000, Napster y ahí fue la debacle. Pero estuve ahí cinco años haciendo un poco el macarra. Tenía un Mustang descapotable, me había separado, no hacía más que salir, ligar y trabajar en estudios gordísimos como el de Gloria Estefan. ¡Mezclábamos en Nueva York! Era otro nivel.
Cuando regresas a Madrid, te reconviertes en cantautor, un poco al estilo de Juan Antonio Canta (cantautor y poeta que formó parte del grupo Pabellón Psiquiátrico) que, según he leído, era muy amigo tuyo y al que admirabas mucho. Fue mi máxima inspiración cuando me hice cantautor. En todos mis directos sigo tocando canciones suyas y siempre acabo con el Te quiero. El Patuchas, como le llamábamos, era increíble en directo. La primera vez que le vi, salí como Salieri viendo a Mozart. Él solo con una guitarra y con un traje era capaz de hacer un show increíble. Y nosotros necesitábamos las Birmettes, un camión, no sé cuántos focos…
¿Le conociste cuando estaba ya en Esta noche, cruzamos el Mississippi? [Juan Antonio Canta saltó a la fama por su Rap de los 40 limones que interpretaba en el programa de Pepe Navarro y que se convirtió en un fenómeno. El artista se suicidó el 22 de diciembre de 1996 a los 30 años completamente sobrepasado por un éxito que le resultaba asfixiante y por formar parte de un circo que le era totalmente ajeno]. No, lo conocí antes. Es otro de esos momentos míos en los que estaba ahí, en medio, en plan Forrest Gump. Yo estaba en Libertad 8 [mítico local madrileño escenario habitual de cantautores y artistas] el día que fue Pepe Navarro. El tío flipó y lo fichó. El drama es que lo que Juan Antonio hacía no funcionaba en televisión. Lo que él hacía era para estar en un sitio con cien personas máximo y Navarro lo puso ahí, con dos tías detrás. Al Patuchas le desbordó la situación. Me decía: ‘No puedo más, me meto en un taxi y un limón y medio limón, en el ascensor lo mismo, en directo me tiran piedras si no toco la canción de los limones...’. Ruiz Mateos le ofreció ocho millones de pesetas para anunciar ‘un bombón y medio bombón’ con los bombones Trapa. Él estaba teniendo un éxito que no era el que quería. Tenía mucha sensibilidad y sufrió mucho. Me sigo acordando mucho de él. Está muy presente en mi vida. Las personas que más me han marcado en mi vida han sido él, los Mecano y Luis Gómez-Escolar. Claramente.
"Echo mucho de menos el placer del compositor de cuando escucha sus canciones en la radio o en las discotecas, cuando la gente las usa y las canta"
¿Y ahora, qué? Estoy muy quemado ya. Tengo una edad. Y lo de ir a tocar por ahí, todo el mundo con los móviles, que te pagan poco…
¿También has dejado de componer? Sí, porque soy muy obsesivo con las canciones. Con alguna me he tirado años. Tengo ya muchas. ¿Para qué hacer más si nadie me va a hacer ni puto caso? Es que eso de que Internet ha democratizado la música es mentira. Lo que ha pasado es que todo el mundo se hace sus cuatro mierdas a toda velocidad en su cuarto con el Mac, las suben, las escuchan sus cuatro amigos y ya. Antiguamente, la casa de discos te decía: ‘Aquí no hay estribillo, vuelve la semana que viene con uno o no grabamos’. Te obligaban a picarte y a subir de nivel. Ahora no hay crítica, ni filtro.
Algo echarás de menos. El placer del compositor de cuando escucha sus canciones en la radio o en las discotecas, cuando la gente las usa y las canta… Eso sí lo echo muchísimo de menos.
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