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“Dije que ‘El código Da Vinci’ no llegaría a ningún lado”: 12 especialistas nos desvelan sus predicciones más desastrosas

Hemos hablado con periodistas y expertos en literatura, técnología, gastronomía, política, música y moda sobre aquellas predicciones en las que fallaron completamente. Porque equivocarse es más llevadero bajo el abrigo de otros errores ajenos

Sara Navas
Especular va instínseco en la naturaleza del ser humano y no importa que uno sea experto en política, música, tecnología, moda o literatura. Ni la información ni el instinto nos libran de equivocarnos.
Especular va instínseco en la naturaleza del ser humano y no importa que uno sea experto en política, música, tecnología, moda o literatura. Ni la información ni el instinto nos libran de equivocarnos.Montaje: Blanca López-Solórzano

La locuacidad de Woody Allen ha dejado para la posteridad perlas atemporales con las que es fácil identificarse en cualquier circunstancia vital. Desde "las dos palabras más bellas no son “¡Te quiero!”, sino “¡Es benigno!" hasta "el sexo vacío es mejor que la ausencia de sexo" o "el cerebro es el más sobrevalorado de los órganos". Para el caso que nos ocupa, el de elucubrar sobre el futuro y no atinar, tiene una cita que nos quita cierto descargo. Esta es: "Si no te equivocas de vez en cuando, es que no te arriesgas".

Especular va intrínseco en la naturaleza del ser humano y no importa que uno sea experto en política, música, tecnología, moda o literatura. Ni la información ni el instinto nos libran de equivocarnos. El maestro de la fotografía Joan Fontcuberta predijo a mitad de los años noventa que la idea de colocar una cámara en un teléfono móvil sería un fracaso, vaticinio desacertado que le recordó el periodista Javier Rodríguez Marcos en una entrevista que le hizo en 2016. "A mí me pareció una solemne tontería y un suicidio comercial", reconoció entonces el catalán. No es el único experto que ha fracasado como vidente. El escritor italiano Claudio Magris aseguro en la que es considerada su obra maestra, El Danubio (1986), que el Muro de Berlín no caería nunca. Algo que acabó sucediendo solo tres años después.

En ICON hemos hablado con periodistas y expertos en literatura, técnología, gastronomía, política, música y moda sobre aquellas pedricciones en las que fallaron completamente. Porque equivocarse es más llevadero bajo el abrigo de otros errores ajenos.

"Hace diez años dije que los insectos eran la comida del futuro, debía ser un futuro muy lejano porque seguimos sin comerlos", la predicción de Mikel López Iturriaga (El comidista).

"En 2010 publiqué este artículito sobre comer insectos, en el que hablaba de ellos como una de las comidas del futuro. Incluía argumentos aparentemente sólidos: son saludables, más sostenibles que la carne y se consumen en muchos países. De hecho, ya los tomamos sin saberlo: según un entomólogo citado en el texto, los habitantes del mundo occidental ingieren unos 500 gr. al año de restos de insectos que se cuelan en comidas procesadas como la harina, las galletas o el chocolate. Pues bien, 10 años después ese futuro insectívoro no ha llegado, todos esos razonamientos nos la han sudado ampliamente y en Europa seguimos sin comernos un maldito bicho. En mi descargo debo decir que el artículo mencionaba un punto que quizá nos anime próximamente: el riesgo de que transmitan virus es menor que en mamíferos y aves, ya que están demasiado lejos de nosotros en la cadena evolutiva. Vamos, que renuevo mi apuesta, y si me equivoco, aquí estaré el reportaje de predicciones fallidas de 2030".

"En 2003 aseguré que 'El Código Da Vinci' era uno entre tantos 'best sellers' olvidables y que no iría lejos", la predicción de Javier Rodríguez Marcos (Coordinador de la información literaria de Babelia).

"En 2003 la editorial Umbriel tradujo un libro que empezaba a hacer cierto ruido. Yo lo leí y me presenté en la reunión semanal de temas de Babelia diciendo que era uno entre tantos best sellers olvidables, que no iría lejos y que estaba lleno de errores -frailes en el Opus Dei- y trucos malos y repetidos: los supuestos amores entre Jesucristo y María Magdalena eran una fábula tan vieja como La última tentación de Cristo. Me formé como lector leyendo a Dominique Lapierre & Larry Collins y a Frederick Forsyth y JJ Benítez, es decir, me creía con cierta autoridad sobre best sellers porque me enganchan y los veo venir. La respuesta popular a mi docta opinión fue esta: se vendieron 80 millones de ejemplares de El Código Da Vinci. Aún así, encargamos una crítica a Francisco Casavella que no tiene desperdicio y en la que da las gracias a los editores que rechazaron el libro".

"Cómo van a sobrevivir Facebook y Google si no cobran nada", la predicción de Bernardo Marín (Director de Retina).

"Lo primero que hay que decir es que Internet no lo vio venir nadie. Las películas y novelas anteriores a su llegada mostraban viajes entre galaxias a velocidades siderales u ordenadores que cobraban vida para atacar a sus amos. Pero sus sistemas de comunicación eran de chichinabo comparados con el smartphone más básico que le compras a tu abuela para que no se líe con tantas opciones. En los primeros años de historia de Internet no mejoraron mucho las predicciones. Yo al menos compartí todas las que luego se demostraron falsas. "Quién va a querer poner su vida ahí para que la vea todo el mundo" (sobre las redes sociales). "Cómo van a sobrevivir esas páginas que no cobran nada" (por Google o Facebook). "Quién va a querer leer noticias en un móvil". En eso no fui muy original.

En lo que tampoco acerté, fue en pronosticar las posibilidades laborales que me ofrecía este invento nuevo. Eran las navidades de 1997 y yo acababa de terminar el máster de EL PAÍS. Como todos los compañeros esperaba ansioso que me comunicaran dónde me tocaba hacer la beca. Como todos los compañeros del periódico, esperaba que me enviaran a alguna de las secciones nobles del periódico: economía, nacional, internacional, sociedad. En el fondo me daba un poco igual. Solo había una posibilidad que me aterraba: que me mandaran "al digital", un destino "tecnológico" que me parecía alejado de cualquier forma de periodismo. Así se lo dije a mi madre. "Me da lo mismo mientras no me manden al digital". Unos días después sonó el teléfono. La voz de Paula, queridísima y recordada secretaria de la escuela, me trasmitía la fatal noticia. Para contársela a mi madre, mi hermana le dijo que se sentara primero. Sí, me mandaban "al digital". A la cosa esa de los informáticos. Mi carrera periodística en EL PAÍS se había terminado antes de empezar.

(Es de justicia decir que esa desazón me duró hasta que hablé con Mariló Ruiz de Elvira, entonces directora de elpais.es. Ella me explicó lo que allí hacían, las posibilidades que ofrecía aquella beca y sobre todo cómo Internet iba a cambiar el mundo. Me pronosticó incluso algunas cosas que han tardado casi 20 en cumplirse. Así que, después de todo, quizá sí había quien sabía lo que iba a pasar con aquel invento)".

"Cuando me enseñaron Los Sims pensé que era un juego súper aburrido que no le iba a gustar a nadie", la predicción de Marta Peirano (escritora y periodista, autora de 'El enemigo conoce el sistema').

"Antes de que salieran Los Sims yo conocía uno de los diseñadores del viodeojuego y cuando me lo enseñó pensé 'este juego no le va a gustar a nadie'. Pensé que jamás funcionaría porque me parecía aburridísimo. Me recordaba a Second life, que en mi opinión era un pestiño para gente a la que no le gustan los videojuegos. Sin embargo, a pesar de mi pronóstico, Los Sims se convirtió en el videojuego más jugado de la historia antes de que llegaran los multijugador masivos. Claramente estaba equivocada pero me sigue pareciendo un juego súper aburrido".

"Pensaba que el coronavirus nunca iba a llegar a España y que no había de qué preocuparse", la predicción de Guillermo Altares (periodista de El País).

"Una muy reciente: empecé a interesarme muy pronto por el coronavirus y a leer muchísimo pero soy de los que pensaba que nunca iba a llegar aquí. Es más siempre que me preguntaban, decía que no había mucho de lo que preocuparse. Mi disculpa es que no soy epidemiólogo pero como oráculo no tengo precio. También, cuando era joven me dediqué a viajar por los países del Este y siempre tuve ganas de cruzar el Muro de Berlín. Pero lo dejaba para el año siguiente porque pensaba que aquello nunca iba a caer. A la vuelta del interrail fui por la antigua Yugoslavia y Hungría. En 1989 se acabó el muro. Los periodistas no paramos de equivocarnos cada vez que tratamos de entrever el futuro. En lo que sí acerté es que me compré un vídeo VHS (y no Beta) aunque acabé tirando centenares de cintas con películas porque también iba grabando y grabando pensando que no se iba a acabar nunca".

"Era de la opinión de que a estas alturas toda nuestra ropa tendría dispositivos electrónicos incorporados", la predicción de Leticia García (redactora de moda en Smoda).

"Hace cinco años o así me dio por escribir sobre dos cosas que yo pensaba que iban a ser el futuro y que fallé estrepitosamente. Una fue insertar la tecnología en la ropa cuando salieron las Google glasses -que yo pensé que iban a ser petadoras junto con el iWatch-, pensé que todas las marcas iban a invertir a muerte en eso y que en unos años toda nuestra ropa tendría dispositivos electrónicos incorporados. Estaba súper convencida de que eso iba a triunfar, pero no ocurrió. Del poliester no hemos salido. Por otro lado, también me dio por escribir muchísimo sobre el unisex. Estaba convencida de que más allá de que hubiera fluidez de género iba a haber una especie de ropa estilo ciencia ficción que consistía en una base de ropa que los más modernos iban a vestir sin género y que hombres y mujeres íbamos a vestir igual. Pero tampoco hemos llegado a eso. No sé si en un futuro se cumplirá".

“¿Bolsonaro presidente? Es imposible", la predicción de Xosé Hermida (Redactor Jefe de Nacional en El País).

“¿Bolsonaro presidente? Es imposible. Es demasiado bestia, este tipo no puede llegar a presidente de Brasil”. Me lo repetía a mí mismo, se lo repetía a todo con el que hablaba y se lo escuchaba también a la inmensa mayoría de analistas electorales en la primavera de 2018, cuando estaba al frente de la redacción de EL PAÍS en São Paulo. Jair Bolsonaro ya era la sorpresa en las encuestas, que le otorgaban un 20% de apoyo para las elecciones de octubre. No había que despreciar el fenómeno del avance ultraderechista, repetían los expertos, lo más seguro era que pudiese llegar a la segunda vuelta de los comicios, pero a todo el mundo le parecía obvio que tenía un techo. Porque, ¿cómo podía llegar a presidente un tipo como aquel, sin ningún carisma especial, con un lenguaje tabernario y una ignorancia oceánica de la mayoría de las cuestiones que debe manejar un jefe de Estado? ¿no resultaba descabellado pensar que los brasileños pusiesen su suerte en manos de un botarate que insultaba a mujeres, homosexuales, negros e indios; que tenía como fuente de inspiración al jefe de los torturadores de la dictadura caída en 1986; que se hacía fotografías con camisetas que despreciaban los derechos humanos como “estiércol”; que acababa sus discursos haciendo con los brazos el gesto de disparar un fusil? No, no, aquello era del todo punto inverosímil. Cuando regresé a España, en julio de ese año, la sensación estaba cambiando. Algo se percibía en el ambiente que indicaba que tal vez lo inimaginable podría acabar sucediendo. En octubre, desde Madrid, asistí, ya sin sorpresa, al triunfo arrasador de Bolsonaro".

"A finales de los años 90 vi a Antonio Vega en la sala Clamores y predije que no iba a poder seguir tocando y que no habría nunca más un disco suyo", la predicción de Fernando Navarro (periodista musical de El País Semanal).

"A finales de los años 90 fui a ver a Antonio Vega a la sala Clamares, donde tocaba asiduamente, y predije que no iba a poder seguir tocando y que no habría nunca más un disco de Antonio Vega porque después de sacar Anatomía de una ola pensé que estaba en las últimas físicamente y pensé que iba a ser difícil tener más discos de Antonio Vega. Me equivoqué rotundamente y afortunadamente. Un par de años después publicó Un lugar perdido que tiene canciones maravillosas como Estaciones y también publicó en 2005 3.000 con Marga. Después de aquello hubo reunión con Nacha Pop y más conciertos donde encontré a un Antonio Vega pletórico en salas como la Galileo. Así que sí, cuando pensé al verle en Clamores que ese sería de sus últimos conciertos me equivoqué estrepitosamente".

"Declaré que el interés por 'Juego de Tronos' había terminado en 2015 y predije que WhatsApp sería solo una pasarela a aplicaciones más sofisticadas", las predicciones de Tom C. Avendaño (Jefe de Televisión en El País).

"Como buen bocazas, pasé 2016 hablando de la futura presidencia de Hillary Clinton, y por qué Trump jamás podría ganar. Desde entonces he dejado de hablar de política, al menos en público. Y me guío por otro instinto: piensa en la versión más decepcionante de la situación. Así al menos el auge de Vox me ha pillado preparado; la presidencia de Abascal igual me pilla instalado en Botswana o algún lugar más remoto gracias a este sistema. En cultura declaré que el interés por Juego de Tronos había terminado en 2015. Ja. Tecnológicamente hablando, predije que WhatsApp sería solo una pasarela a aplicaciones más sofisticadas, y aquí sigo esperándolas. Y salí por la tele diciendo que Twitter hacía del mundo un lugar mejor. Era 2013".

"Si la propuesta pasaba el filtro, nunca vincularíamos esa campaña a la agencia. Me horrorizaba la idea. Si alguien preguntaba, nosotros no habíamos sido. Resultó ser Claro que sí, guapi", la predicción de Agustín Vivancos (CEO de la agencia de publicidad PS21)

"Esta podría ser la predicción más errática en mi historia profesional: hace unos años recibimos un briefing sobre una especie de ‘mercadillo virtual’ para vender y comprar ropa de segunda mano. El equipo creativo empezó a pensar en cómo comunicar eso y, semanas más tarde, me presentaron ideas. Había una que me horrorizaba especialmente porque incluía, entre otras cosas, reguetón, twerking y estética choni, tres elementos que no me encajaban por aquel entonces. Sin embargo, hoy en día me gusta el reguetón, y creo que es gracias a eso. Me negué a esa idea. Pero encajaba tanto en el pensamiento del cliente, que se presentó con la condición de que, si pasaba el filtro, nunca vincularíamos esa campaña a la agencia. Y, si alguien nos preguntaban, nosotros no habíamos sido. Resultó ser Claro que sí, guapi, para Chicfy. No solo fue una campaña viral, la frase se convirtió en icono y es un hit en TikTok, sino que, siete años después, reivindico ese trabajo cada vez que tengo un micrófono delante. Claro que sí, guapi".

"Al saber que se rodaba 'Titanic', pensé: esta película no va a comerse un rosco, ¿a quién coño le va a interesar un barco que se hundió hace no sé cuantos años, si además sabemos cómo acaba?", la predicción de Toni Garcia (periodista especializado en cine y autor del libro 'Mata a tus ídolos')

"Recuerdo leer un titular de Variety o del Hollywood Reporter, que decía 'Glup glup', en referencia al rodaje de Titanic y ahí empecé mi particular campaña de pitoniso: 'Esta película no va a comerse un rosco, ¿a quién coño le va a interesar un barco que se hundió hace no sé cuantos años, si además sabemos cómo acaba? James Cameron ha perdido el olfato'. Así seguí, hasta que vi por primera vez la peli. Por suerte, no había redes sociales, no tuve que borrar nada, y negué por activa y por pasiva haber dudado jamás de Cameron. Luego llevé a mi abuela a verla tres veces y me la compré en VHS, Laserdisc, DVD y Bluray. Porque, ante todo, soy coherente".

"Cuando vi en Malasaña el primer local dedicado al Poké pensé que iba durar lo mismo que sitios de baos o cereales que habían pasado antes por el mismo espacio", la predicción de Rodrigo Varona (periodista y Director Ejecutivo de la agencia especializada en gastronomía, Brandelicious)

"¿Quién va a querer comer dos veces a la semana un cuenco –perdón, bowl– de arroz con salmón o atún crudo por encima? Pues en 2019, y según el mayor estudio sobre comida a domicilio que se realiza en España, un 5.098% más de gente que el año anterior. Eso es lo que creció la cocina hawaiana (oxímoron culinario), y lo hizo íntegramente gracias al inefable poké. Cuando hace unos años vi el primer local en Malasaña dedicado a venderlos, pensé dos cosas: lo primero, que no sabía en qué se diferencia de un chirashi (plato japonés, perdón por el ramalazo foodie); lo segundo, que iban a durar lo mismo que los negocios de baos o cereales que ya habían pasado por el mismo local como una suerte de flavour of the month (lo que se lleva esta temporada son gofres con forma fálica y chorreante, lo juro). Pero oye, la cosa no para de crecer y hay al menos dos cadenas patrias dedicadas al tema que ya están cerca de facturar diez millones de euros anuales, mientras que el plato en cuestión se pelea en el ranking de los más vendidos a domicilio con el arroz tres delicias, las hamburguesas o la pizza. ¿Para cuando el primer poké gourmet?".

 

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Sobre la firma

Sara Navas
Redactora de ICON desde 2016, año en que llegó a EL PAÍS. Es licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad Complutense de Madrid y ha escrito el libro ‘La monarquía al desnudo. Del rey que nació en un retrete al soberano playboy’.

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