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¿Qué hacer ante la escasez de respiradores y otros materiales médicos? Usar el ingenio

Grupos de jóvenes africanos usan la tecnología para luchar contra la falta de equipamiento sanitario para la covid-19 y crean soluciones de bajo coste

Un hombre sudafricano lleva una mascarilla casera con los colores de su bandera.
Un hombre sudafricano lleva una mascarilla casera con los colores de su bandera.EFE
Carlos Bajo Erro

Caos, especulación, contrabando, son algunas de las perlas que califican en las últimas semanas al mercado del material sanitario. Una especie de subasta global en la que pujan 185 países de todo el mundo, para acceder a una producción limitada. El sálvese quien pueda, la ley del más fuerte (y el más rico), el todo vale, las zancadillas y los abusos han sustituido a cualquier otra pauta en ese escaparate salvaje y descarnado de la ley del mercado. Y a ese mismo escenario se acercan países con recursos exiguos pero necesidades similares. Ante la escasez, las comunidades makers (artesanos de la tecnología) africanas no han tardado en movilizarse para mitigar el golpe de la falta de materiales sanitarios de protección.

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“Esta vez, nuestras administraciones no pueden comprar materiales en el exterior porque todo el mundo tiene las mismas necesidades y está encargando los mismos productos. Tampoco pueden hacer venir expertos del extranjero, como han hecho en otras ocasiones. Ahora sólo podemos contar con nuestros propios recursos y en ese contexto los makers en África, han reaccionado activamente para dar respuestas adaptadas al contexto a esas necesidades y utilizando lo que tienen a su alcance para producir las soluciones”. Quien explica la situación es Gildas Guiella, el responsable de WakatLab, un espacio de innovación de Ouagadougou donde se han estado produciendo, sobre todo, viseras de protección para el personal sanitario, más de 500 que ya se han entregado a diferentes centros médicos, pero también se intenta desarrollar un modelo de respirador de bajo coste y dispensadores automáticos de gel hidroalcohólico.

En realidad, las comunidades de estos artesanos de la tecnología se han movilizado en todo el continente. Se imprimen viseras de protección en impresoras 3D, más o menos, manipuladas, desde Nuakchot hasta Kinshasa. Se diseñan dispensadores automatizados de gel u otros sistemas para el lavado de manos en Yamena o en Dakar. Y se prototipan respiradores de bajo coste Bamako o en Ouagadougou. Todo buscando dar respuestas locales a la falta de material para hacer frente a la epidemia de la covid-19. Son algunos de los pilares de estos colectivos, los que dan especial valor a su respuesta en el momento actual: su vocación de buscar soluciones imaginativas y creativas, utilizando los materiales que tienen a mano, para desarrollar tecnología de bajo coste y compartiendo conocimientos de manera abierta para intentar generar una inteligencia colectiva al servicio del bien común.

“Podemos hacer mucho con poco y podemos hacerlo juntos”, sentencia Médard Agbayazon, responsable de BloLab, un espacio de innovación situado en Cotonou, la capital de Benín. Desde este laboratorio donde las impresoras 3D trabajan a pleno rendimiento para elaborar máscaras para la población y caretas de protección para el personal sanitario, Agbayazon explica: “En esta pandemia, en Benín y en África, en general, estamos seguros de una cosa: “Nadie nos va a ayudar con el material médico porque se necesita en todos los países. Por eso hemos pensado que tenemos que intentar producirlo localmente”. Para este joven beninés, los valores y las experiencias de su comunidad son útiles ante esta crisis: “Podemos producir alta o baja tecnología, con la maquinaria que tenemos en nuestos fab lab, pero sobre todo, por la cultura que nos mueve: el Do it yourself (Házlo tú mismo) y el Do it together (Házlo conjuntamente). Con nuestro carácter colaborativo, compartimos esquemas y ficheros (como en el caso de las máscaras, las caretas y otros elementos). Continuamos siendo solidarios, fabricamos y lo hacemos con los recursos existentes”.

Trabajos en SenFabLab, en Dakar, para la elaboración de un sistema de lavado de manos.
Trabajos en SenFabLab, en Dakar, para la elaboración de un sistema de lavado de manos.

La constante de dar respuesta a una necesidad imperiosa y hacerlo “con materiales locales” es lo que anima a grupos de artesanos en diferentes ciudades africanas a buscar soluciones para la escasez de respiradores en la mayor parte de sistemas de salud. Lo han hecho un grupo de artesanos de la tecnología en Togo o en Camerún, aunque todavía sin todas las verificaciones médicas. En SenFabLab, otro espacio de innovación, en este caso, situado en Dakar, la capital senegalesa, también trabajan entre otros proyectos en un prototipo de respirador. “No podemos hacer otra cosa, que fabricar nuestros propios aparatos”, comenta Modou Ngom, el responsable de este laboratorio de fabricación. “Las fronteras están cerradas y el transporte aéreo es muy complicado, así que ahora es cuando nosotros podemos demostrar el valor de nuestra experiencia en condiciones de escasez de material”, señala Ngom.

Los respiradores se ha convertido en el objetivo definitivo de muchas de estas comunidades. Tanto que los miembros de DoniFab, un espacio situado en Bamako, la capital de Mali, han lanzado una iniciativa para recaudar los fondos necesarios para construir 20 para este país. Su responsable Youssouf Sall, recuerda que el compromiso social no es nuevo. “Desde siempre, proponemos soluciones a los problemas cotidianos de nuestras comunidades. En medio de esta crisis global, era más necesario que nunca que mostrásemos a nuestros vecinos que ellos mismos tienen capacidad para aportar”, defiende Sall. Por eso, además de los prototipos de respiradores, en este laboratorio de artesanos tecnológicos, se ha desarrollado un mecanismo para el lavado de manos, con agua, jabón y aire caliente, pero también un sistema de vaporización de desinfectante pensado para puertas de acceso a edificios, como mercados u hospitales.

Laboratorios de fabricación por todas partes

Las experiencias se extienden y se multiplican, la producción más recurrente es la de mascarillas y viseras de protección, gracias a las impresoras 3D y a los esquemas compartidos. De esta manera esta actividad se desarrolla en laboratorios de fabricación como los ya mencionados, pero también en otros, en Kigali, la capital ruandesa; en la ciudad nigeriana de Ibadan, en Yaundé, la capital de Camerún, o en Abiyán, la ciudad más grande de Costa de Marfil, por ejemplo.

La mayor parte de estas comunidades están en contacto y comparten conocimientos. “Las viseras que estamos haciendo”, explica desde Ouagadougou, Gildas Guiella, “es el modelo open source que se está distribuyendo por todo el mundo, pero lo hemos adaptado para poder hacer tres en el tiempo que se emplea para hacer una. Hemos trabajado en el modelo que existía para reducir el consumo de material, de energía y de tiempo. Y nuestros avances los hemos compartido con comunidades de Camerún, Costa de Marfil, Benín y otros países”.

Estos grupos que trabajan con equipos multidisciplinarios han buscado ahora la complicidad de los expertos en el ámbito sanitario para saber exactamente cuáles eran las necesidades de los profesionales de la salud frente a la crisis. Los miembros del Clintonel Innovation Center de la ciudad nigeriana de Aba, han situado en la búsqueda de esas sinergias una de sus prioridades. “Una de las fortalezas de los fab lab”, comenta Médard Agbayazon, “es la diversidad de sus comunidades. En la comunidad de BloLab, por ejemplo, tenemos desarrolladores, agricultores, geógrafos, médicos o profesores. Para los proyectos de fabricación de materiales médicos contra el Covid19, por ejemplo, los médicos trabajan con nosotros y están implicados en todo el proceso, desde el diseño hasta el prototipaje”.

Las experiencias se extienden y se multiplican, la producción más recurrente es la de mascarillas y viseras de protección, gracias a las impresoras 3D y a los esquemas compartidos

En este sentido, Guiellas ha encontrado un cambio sustancial. “Hasta ahora había una brecha entre las personas que tenían la experiencia, es decir, en este caso, las personas que tenían el conocimiento concreto en salud y los makers, que trabajamos de manera local para poder desarrollar soluciones. No teníamos la credibilidad para que esos expertos se acercasen a nosotros”, comenta el responsable de WakatLab. “Sin embargo, hoy estamos desarrollando sinergias con muchos sectores de la sociedad. Hoy si necesitas un médico para trabajar sobre una solución encuentras muy buena disposición, son las personas más abiertas, a pesar de que es el peor momento y tiene menos tiempo para dedicarte, para darte las explicaciones precisas de lo que necesita. Realmente están en una situación de escasez de material y saben que colaborar es la primera acción que les puede permitir encontrar soluciones a sus necesidades”, concluye el burkinés.

Guiellas lamenta que esta conexión no se haya producido antes: “Habríamos podido desarrollado soluciones a problemas que ya existían, porque la necesidad de los respiradores ha existido siempre, no me imagino cuanta gente ha muerto porque no había suficientes respiradores”. A pesar de esta situación, el burkinés sigue mirando hacia adelante y apunta ya la siguiente fase de este proceso de construcción local de soluciones, tomando como ejemplo la elaboración de las viseras. Si la situación se mantiene puede que en algún momento, los materiales termoplásticos que se usan para la impresión 3D empiecen a escasear o, al menos, sean difícies de conseguir. “Estamos empezando a trabajar en modelos todavía más locales, para que en el momento en el que ya no tengamos más materia prima disponible, podamos continuar produciendo viseras”, advierte.

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Sobre la firma

Carlos Bajo Erro
Licenciado en Periodismo (UN), máster en Culturas y Desarrollo en África (URV) y realizando un doctorando en Comunicación y Relaciones Internacionales (URLl). Se dedica al periodismo, a la investigación social, a la docencia y a la consultoría en comunicación para organizaciones sociales.

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