Acción urgente
La rápida expansión de la covid-19 por África amenaza la vida de millones de personas
La rápida extensión del coronavirus por el continente africano, de la que ha advertido la Organización Mundial de la Salud (OMS), es una grave amenaza no solo para su frágil sistema sanitario, sino para la misma subsistencia de amplias capas de población sometidas ya a otras calamidades como la pobreza extrema y la dificultad de acceso a recursos básicos. Si en condiciones normales una acción urgente de ayuda en África ya sería exigible, en este contexto resulta inaplazable que la comunidad internacional colabore en evitar los estragos que causará la enfermedad.
África contaba con algunas ventajas de salida —si es que se puede hablar de ventaja— ante la extensión de la pandemia, como eran el tiempo en que tardó el coronavirus en llegar al continente, la rápida reacción de muchos Gobiernos, la experiencia en combatir otras epidemias o la juventud de su población. Pero esto no es ya suficiente. Y lo que es peor; las carencias crónicas en los sistemas sanitarios de la mayoría de sus países pueden multiplicar los efectos devastadores. No conviene pasar por alto la advertencia de la OMS sobre la virulencia que experimentará la pandemia en las poblaciones rurales, las grandes perjudicadas normalmente por falta de medios. Tampoco puede minusvalorarse la alta velocidad que ha observado el organismo en la expansión de la enfermedad por la zona.
Y no se trata solamente de la lucha contra la enfermedad en sí, sino también de las consecuencias que tendrán en muchos países los esfuerzos de contención, empezando por una a la que desgraciadamente la comunidad internacional parece haberse habituado: el hambre. En muchos países los alimentos se han encarecido de forma prohibitiva mucho antes de que se extendiera el virus y el parón de la actividad económica no hará más que mantener la tendencia. Cuando llegue el periodo de carestía en verano las personas con necesidad de ayuda alimentaria serán muchas más que los 257 millones que reporta la FAO en 2019, cifra escalofriante, pero que inexplicablemente la comunidad internacional asume como algo normal año tras año. Además, los organismos financieros internacionales auguran que, en su conjunto, la economía africana entrará en recesión con consecuencias brutales para los millones que llegan a la mera subsistencia.
Es cierto que todos los países se enfrentan a graves dificultades y a una situación de incertidumbre desconocida en las últimas décadas. Pero también es verdad que una respuesta global a un problema global no puede pasar por ignorar a quienes habitualmente han sido relegados. Un problema africano es un problema mundial y la comunidad internacional así debería entenderlo.
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