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Columna
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Al sur del sur

La comunidad internacional debería estar receptiva a las necesidades del continente africano y colaborar para hacer frente a los estragos que se avecinan

Eva Borreguero
Una mujer explica las medidas de contención del coronavirus a un grupo de personas en Johanesburgo (Sudáfrica).
Una mujer explica las medidas de contención del coronavirus a un grupo de personas en Johanesburgo (Sudáfrica).EMMANUEL CROSET (AFP)

La actual pandemia del coronavirus golpeará con más dureza a los más vulnerables. Es el caso del continente africano. Allí sus efectos deteriorarán gravemente la cohesión social existente: a la ausencia de una infraestructura sanitaria capaz de proporcionar asistencia médica se suma la frágil condición de sus economías, un tercio de las cuales se encuentran altamente endeudadas. Países como Argelia, Nigeria, Libia y Angola verán disminuir sus ingresos dependientes de la exportación del petróleo por el desplome del precio del barril. Una caída surgida a raíz del desacuerdo entre Rusia y Arabia Saudí por los límites de la producción y que se ha visto agravada al contener China su demanda por el confinamiento. Esta coyuntura, afirman Signé y Gurib-Fakim, dificultará el pago de los préstamos concedidos por Pekín y forzará una renegociación de los mismos a favor de la potencia asiática.

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Igualmente, si a las elevadas tasas de desempleo le añadimos los cambios demográficos —poblaciones muy jóvenes y urbanizadas— y el efecto movilizador de las nuevas tecnologías, nos encontramos con una dinámica movilizadora: sociedades combativas contra la falta de transparencia y responsabilidad de sus dirigentes. Con la particularidad de que el activismo cívico de las redes es apto para sacar a la calle a una población descontenta y unida por un eslogan o idea —expulsar al tirano, solicitar más libertad—, pero insuficiente a la hora de organizar políticamente la disidencia y consensuar medidas concretas que permitan avanzar una agenda. Lo hemos visto en Argelia y Sudán.

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Jendayi E. Frazer habla de un periodo de inestabilidad cuya respuesta social y política determinará la inclinación de la balanza del poder a favor de modelos de gobernanza democráticos o autoritarios. En el primer caso reforzando una tendencia que ya está en marcha. En el segundo favoreciendo la irrupción de actores militares o emulando el liderazgo de China, principal socio crediticio y comercial de la región cuya gestión de la pandemia se utiliza como referencia comparativa desde la que juzgar la idoneidad de un régimen u otro.

En África convergen factores de riesgo sanitarios, económicos y políticos, por lo que los efectos de la Covid-19 serán más pronunciados. La comunidad internacional debería estar receptiva a las necesidades del continente africano y colaborar para hacer frente a los estragos que se avecinan.

En la actual situación de colapso generalizado del sistema sanitario, desempleo y recesión, puede resultar difícil para la opinión pública comprender la necesidad de proporcionar ayuda a terceros, pero el devenir de los países africanos también nos atañe y la ramificación de sus conflictos llega hasta nosotros por distintas vías, incluida la presión de los movimientos migratorios, que afecta especialmente a España por contigüidad territorial. Existe otro sur al sur de Europa que hay que atender, por razones humanitarias, pero también porque si hay algo que nos ha enseñado esta crisis es la compleja interdependencia de la globalización. @evabor3

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Sobre la firma

Eva Borreguero
Es profesora de Ciencia Política en la UCM, especializada en Asia Meridional. Ha sido Fulbright Scholar en la Universidad de Georgetown y Directora de Programas Educativos en Casa Asia (2007-2011). Autora de 'Hindú. Nacionalismo religioso y política en la India contemporánea'. Colabora y escribe artículos de opinión en EL PAÍS.

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